La apuesta “europeísta”


Alberto Fernández ha diversificado los canales de inserción global del macrismo y está convencido de la conveniencia de una ruta “europeísta” para la Argentina. Recuerda el diseño de Alfonsín.


El gobierno cumple mañana dos meses de gestión. En este escaso tiempo empleado en atender las urgencias, no se advierte un cambio en el equilibrio de fuerzas en la coalición respecto de lo que ha sido su inesperada y curiosa construcción, a mediados del año pasado. Sin embargo, han emergido contradicciones, descoordinaciones e incluso desafíos, como el planteado en estas horas al jefe de Gabinete y por extensión al propio presidente, en el sensible tema de los presos kirchneristas por causas vinculadas a la corrupción. Se trata de una alianza de base heterogénea, donde el verdadero liderazgo reside fuera de la Casa Rosada, y cuya sustentabilidad será siempre puesta a prueba. Los dos principales protagonistas se han fortalecido en estos primeros días.

El presidente Alberto Fernández, en el centro de la escena y con un despliegue formidable de energía y movimiento, como ha dejado ver durante su gira europea. La vicepresidenta Cristina Kirchner, en un segundo plano y manteniéndose en silencio, consolidando su espacio de poder en el Congreso y con designaciones en lugares escogidos de la administración que le aseguran autonomía e inmunidad judicial. En su quinta experiencia histórica, la criatura peronista está en desarrollo y aún sabemos poco de ella.


En el gobierno admiten que Fernández debió enfrentar un primer mes de “alta presión política” -la figura es de un ministro- de EE. UU. en relación a Bolivia y Venezuela.


El presidente todavía está sentando las bases de su gestión. Obtuvo el apoyo de cuatro de las principales economías europeas para un aplazamiento de los compromisos de la Argentina con el FMI. En un escenario global complejo, que aún busca un orden, el principal compromiso que asumió Fernández es de orden simbólico: la Argentina permanecerá insertada, con matices, en el mismo mundo al que la había devuelto Mauricio Macri. Esa es hasta ahora la principal señal de continuidad. Tal vez en Roma, Berlín, Madrid y París no le hayan pedido al presidente más que eso, si se considera lo que la Argentina está en condiciones de ofrecer.

Fernández ha buscado diversificar los canales de inserción global del macrismo y está convencido de la necesidad y la conveniencia de una ruta “europeísta” para la Argentina. Recuerda el diseño de Raúl Alfonsín.

El cierre de la gira europea coincidió, sin embargo, con la señal que Fernández obtuvo del presidente Donald Trump durante la presentación de las credenciales del nuevo embajador en Washington, Jorge Argüello. El apoyo de Trump aún debe materializarse, pero habría sido clave la gestión del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en Washington para encaminarlo.

En gobierno admite n que Fernández debió enfrentar un primer mes de “alta presión política” -la figura es de un ministro- de EE. UU. en relación a Bolivia y Venezuela. También del Brasil del impredecible Jair Bolsonaro, con quien Trump comparte los lineamientos de su agenda para la región. El canciller Felipe Solá y el secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz estarán esta semana en Brasilia. Pero no hay fecha aún para una misión a Washington.

Fernández tiene un abordaje sobre la cuestión venezolana que sintoniza con la del francés Macron y el español Sánchez: no creen en la conveniencia de un bloqueo a Caracas y apuestan a una salida negociada. Para Trump la presión sobre Venezuela es clave para conservar el voto latino del distrito de Florida, crucial para su reelección. Un detalle no debe ser pasado por alto.

El martes, durante su mensaje sobre el Estado de la Unión, hubo un único momento de unidad en un Congreso norteamericano profundamente dividido: fue cuando el pleno aplaudió de pie a Juan Guaidó, referente de la oposición a Maduro y autodeclarado presidente interino de Venezuela, presente allí. No hay matices sobre este punto en el sistema político estadounidense.

La política exterior de Fernández es hija de la necesidad. En su gira no hubo alusiones al “lawfare” ni a supuestas persecuciones de la justicia que pudieran entorpecer el objetivo primordial: postergar los pagos de la deuda. El tropiezo de Axel Kicillof en Buenos Aires lleva a pensar, sin embargo, que la negociación será dura. El reloj echó a correr.


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