La Colifata: “La locura es una cuestión muy compleja”

Entrevista a Alfredo Olivera, fundador de radio que funciona en el Borda desde 1991 y cuyo objetivo sigue siendo producir situaciones de encuentro entre personas con padecimiento mental y la comunidad

RADIO

Alfredo Olivera creía que era muy difícil lograr un cambio en relación a la problemática del sufrimiento psíquico si no se creaba, también, un ámbito para abordarla desde lo social. “La cuestión de la locura es una cuestión muy compleja y que puede ser abordada desde múltiples lugares”, dice el psicólogo y fundador de “La Colifata”, la primera radio del mundo hecha por personas internadas en un hospital psiquiátrico.

A inicio de los años 90 Olivera empezó a ir como voluntario al hospital Borda de Buenos Aires y se encontró con que las personas que estaban allí vivían en un gran estado de aislamiento social, habían perdido el contacto con el mundo exterior. “La Colifata se inscribió en un contexto socio-cultural ligado a la pobreza y el abandono. Personas que llevaban treinta o cuarenta años internados en una institución. La idea de la radio surge como respuesta, en principio, a una lectura que tenía que ver con los efectos de ciertas prácticas sociales que producen exclusión y esa exclusión tenía un espacio geográfico en el psiquiátrico”, dice durante la entrevista con “Río Negro”.

La idea básica cuando en agosto de 1991 creó “La Colifata” fue producir situaciones de encuentro entre personas con padecimiento mental y una comunidad que tiende a aislar, a invisibilizar, a dejar aparte, a abandonar. “Nació con ese primer objetivo. Y con una impronta alegre, festiva, con registrar una serie de situaciones en el psiquiátrico pero salirse de ahí para echarlas a rodar en la esfera social”, explica Olivera.

Comienzo

-¿Cómo recuerda los inicios de la radio?

-Tengamos en cuenta que no existía internet, por lo tanto la metodología de creación del proyecto se basó en el feedback que permite la radio, nada más que con herramientas rudimentarias. Iba al hospital psiquiátrico con un grabador. Ellos estaban de acuerdo en grabar y circulaba de mano en mano. Cada uno dando su punto de vista sobre algún tema y luego una síntesis de ese debate era puesto al aire en una FM comunitaria. Generaba respuesta de los oyentes, llamados telefónicos. La primera vez que fue puesto al aire un fragmento de lo allí grabado, hubo inmediatamente respuesta del público.

-¿Sobre qué hablaban?

-Lo que hacía era grabarlos y al sábado siguiente nos reuníamos a escuchar estos llamados, que permitían estructurar los nuevos debates, porque en general los llamados eran preguntas: ¿cómo los tratan? ¿cómo ven el mundo de los que viven afuera? ¿qué es para ustedes la locura o la normalidad? Esas preguntas de los oyentes eran el motor a través del cuál los integrantes de este nuevo espacio se empezaban a interrogar, debatir y discutir. Lo que yo hacía era coordinar ese espacio y oficiar en esta construcción de plataformas de encuentro entre la comunidad que porta la carga estigmatizada de “la locura” y quienes la padecen doblemente.

¿Por qué doblemente?

-La padecen en la dimensión subjetiva de un sufrimiento, de una dificultad de producir respuestas satisfactorias desde lo psíquico, y también la padecen desde esta especie de condena social que opera sobre ellos. Es allí que aparece la radio como un escenario posible que crea situaciones de encuentro para producir efectos clínicos de inclusión y sociales desestigmatizantes. Generó una sorpresa en lo social en la ciudad de Buenos Aires y en el país.

-¿Por qué?

-Porque eran discursos que estaban absolutamente deshabilitados para circular o, en todo caso, lo hacían con el mote de “enfermo”, únicamente. Circulaba de otra manera y se filtraba en escenarios de lo cotidiano a través de distintos programas de radio que le cedían un espacio. Esto trajo nuevos efectos en general.

-¿Cuáles?

-Una comunidad interesada. A priori era por la novedad. Después de diez años uno ya podía pensar que interesaba por otras cuestiones. La participación fue otro aspectos que rápidamente obtuvo este proyecto. Una comunidad inquieta en términos de llamar, preguntar, enviar mensajes. Hacerles sentir (a los internos) que su palabra tenía valor. Acercarse al hospital. Y, quizá lo más importante, empezar a proponer escenarios de acción y de encuentro. La mayoría de las ideas desarrolladas por La Colifata han partido de iniciativas de los oyentes, de la sociedad. Que estas personas tengan una radio, sean escuchados y se considere su mirada como válida, empezó a tener efectos sobre quiénes hablaban.

-¿Como por ejemplo?

-En principio tenía que ver con venir, estar motivados, organizarse, participar de debates, reflexionar, discutir y transformarse en actores sociales, algo que se produce en el encuentro con el otro. En el imaginario social a través de estos espacios de retransmición y de acciones concretas al salir del psiquiátrico a transmitir desde distintos escenarios de lo público.

-Ese fue un paso importante.

-La Colifata muy rápidamente salió del psiquiátrico y transmitió desde escuelas, teatros, plazas. Poco después desde localidades del interior de la Argentina, ya no para hablar o remitirse a cuestiones de la salud mental, sino para intervenir sobre cuestiones que conciernen a todo el mundo: contaminación, pobreza, etcétera. Siendo ellos, los internos, un motor de esos espacios de reflexión fuera del hospital. A su vez, La Colifata acompañó a muchos en su proceso de recuperar las condiciones de alta, es decir, salir del hospital. También acompañarlos una vez que salieron.

Cambios

-¿Qué resultados y cambios pudo ver con el paso de los años?

-Muchos y en distintas dimensiones, ¿no? Uno es el impacto del proyecto en términos de irrupción en el escenario público a escala global. En su momento, al ser la primera radio en el mundo en transmitir desde un psiquiátrico, tuvo muchísima visibilidad. Esto produjo efecto fuera de la Argentina, inclusive, y colaboró a motorizar un montón de proyectos que hoy utilizan o piensan la radio como un instrumento con los mismos fines. O sea, uno de los cambios que produjo la radio fue la replicación de la idea.

-¿La confidencialidad de los internos fue una preocupación?

-No solo me preocupó sino que debe preocuparnos de manera permanente en términos de respetar el derecho de ese otro a decidir si quiere ser escuchado o no y, también, a no ser expuesto a situaciones donde pueda ser vulnerado en sus derechos o simplemente pueda ser presentado en términos de no valoración de su producción subjetiva.

-¿A qué se refiere?

-Los abordajes ligados al padecimiento mental o la locura que han hecho los medios han sido desde una lógica de un mercado que consume rareza o desde la venta de cierto costado devenido grotesco que reduce la condición de estos colectivos a la insensatez pura o la potencialidad de una peligrosidad o una idealización en cuanto a presentarlo como una genialidad. Desde los medios la tendencia ha sido quedarse capturado por esa propuesta que desde mi punto de vista termina no siendo ética.

-¿Por qué?

-Porque se presenta al otro como un objeto para ser visto en su rareza. Hay que partir desde allí y entender que irrumpir en lo público traía sus riesgos y había que tener en cuenta algunas variables. En términos concretos, teníamos cuidado de que la gente si quería se presente con un seudónimo o no necesariamente dar el nombre.

Juan Ignacio Pereyra

(pereyrajuanignacio@gmail.com)


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