La culpa es de la China
Hace pocos días las noticias en los medios de comunicación mostraron la caída generalizada de las bolsas de valores de China, lo que impactó directamente hacia la baja en la Bolsa de Wall Street (Estados Unidos) y el resto del mundo, generando alarma mundial dada la presunción de alerta de una nueva crisis como la ocurrida en el 2008. Como previo al desarrollo de la presente, queremos recordar algunas consideraciones que hiciéramos desde estas páginas el 10/8/2013 (“¿El dragón herido o el mundo en cambio?”) respecto de la decisión del gobierno chino de ir permitiendo adquirir con yuanes moneda extranjera: “A la fecha, en China la moneda extranjera se adquiere exclusivamente en bancos públicos, y esta medida posibilitará a personas y empresas –incluidas las extranjeras– intercambiar divisas sin restricciones para la compra de bienes y acciones. Es necesario que el país sea cuidadoso con este cambio monetario trascendente, dado que puede ser víctima de la ‘cultura de la globalización financiera’, cuya economía ficticia e inmaterial depreda a la economía real como hemos visto en estos últimos años”. Los acontecimientos de estos días encuentran fundamento en diversas causas, pero hay alguna que ha resultado determinante. La pequeña devaluación del yuan mostrada horas antes de la caída de las bolsas de valores ha sido una consecuencia directa del fortalecimiento artificial del dólar, el cual se ha valorizado frente a otras monedas mundiales. La causa, la huida de los inversores globales de otras monedas donde mantenían sus inversiones, frente al debilitamiento de la economía mundial, bajo la idea de que manteniendo dólares o títulos del Tesoro de Estados Unidos su dinero estaría mejor garantizado. Frente al aumento del valor del dólar, las importaciones (los productos extranjeros que ingresan a un país) y con ello los costos internos para producir bienes que luego se exportan (se venden al exterior) aumentan, haciendo más caros los mismos. Así las economías nacionales pierden competitividad Para evitar esta situación, los países vienen devaluando sus monedas (bajando el precios de las mismas frente al dólar): Brasil, México, Sudáfrica, todo el sudeste asiático, Rusia por el impacto de la caída del petróleo, han sido algunas de las zonas donde ese instrumento se transformó en un correctivo para nivelar la pérdida de competitividad de las monedas nacionales frente al dólar. Ello por cierto impacta sobre las empresas exportadoras de Estados Unidos, que ven cómo sus productos se hacen más caros frente a los de otros países, con monedas y costos internos más baratos. China ha devaluado su moneda en escaso margen, intentando ajustar el valor de sus mercaderías ante la caída (aproximadamente el 2%) de las exportaciones de sus productos, y aquí radica el centro del problema: he analizado durante los últimos meses la cargas semanales de contenedores desde el puerto de Shanghai hacia el resto del mundo y se observa claramente una disminución significativa que en los últimos 60 días ronda el 26% mensual, lo cual evidencia a las claras la delicada caída del consumo y actividad mundial, especialmente en Europa, donde los porcentuales se acrecientan. No se trata ya del nivel de precios de los productos (demanda agregada) sino de los niveles de demanda de los bienes y servicios que consume el mundo, en momentos que se avanza tanto en Europa como en Estados Unidos a una deflación de precios. Esto significa que los precios disminuyen por una sobreoferta de bienes y servicios, no ya por un aumento de la producción sino, por el contrario, por la disminución de la demanda, que en este caso es propiamente del consumo. Este es el verdadero problema que anida en el sistema global, a pesar de las cifras confusas y contradictorias que se leen todos los días. No hay otra explicación para el tan postergado ajuste de tasas de interés de la Reserva Federal norteamericana (el banco central privado del país) sino debido a la necesidad de mantener las políticas monetarias expansivas (emitir dólares) para reactivar los mercados financieros hacia la economía de la especulación. La emisión se ha transformado en una falsa ilusión mediática de que el mundo se recupera dado el valor de las bolsas mundiales, cuando en realidad se observa lo contrario. Y aquí el otro problema que ha dado origen a las burbujas financieras (elevación artificial del precio de instrumentos financieros inmateriales, contratos de expectativa de precios futuros generalmente concluidos por internet). Y es que de la crisis del año 2008 nunca se salió, sino que solo fue maquillada con emisión monetaria descontrolada cuyo objeto fue sanear los bancos de la especulación financiera tanto en Estados Unidos como en Europa. La parte sustancial de esa emisión no se dirigió a la economía real, sino a los mercados financieros (a través de las instituciones bancarias y parabancarias) que “inyectaron nueva sangre” para seguir deambulando como “Drácula” por los mercados globales en la continua búsqueda de rentabilidad, cuando es claro que el mundo levanta vuelo por una cuestión de consumo. China tiene problemas de deuda de sectores bancarios expuestos a créditos de difícil cobrabilidad, pero fundamentalmente se ha encontrado con trabas para la colocación de sus productos, aun a bajos precios (sus costos son varias veces menores a los de Estados Unidos y Europa), y además ha sido víctima de su propia liberalidad de sus mercados financieros. Como dijimos en aquella nota referida, el intentar globalizar el yuan como moneda de comercio y reserva tiene sus riesgos, porque es necesario abrir el propio mercado financiero nacional. Y si bien en las bolsas chinas tienen una amplia participación los pequeños y medianos inversores, sus fondos son administrados por gestores chinos que a su vez representan en muchos casos a grandes bancos occidentales que comandan el proceso de globalización. Estos bancos han apostado en corto (venta especulativa de acciones prestadas o que incluso no tienen, para venderlas y comprarlas posteriormente a menor precio, ganando la diferencia) contra la bolsa de Shanghai. Esas operaciones cuando se concentran en pocas horas producen corridas de los inversores menos preparados, empujando los valores hacia la baja de las acciones, más aun las débiles. Así según la BBC, la autoridades chinas han suspendido 19 cuentas de operadores financieros que de esa forma actuaron en los últimos días. Quienes operaron con esta mecánica son agentes locales de bancos globales como Goldman Sachs, JP Morgan, HSBC. Estos distribuidores locales han utilizado en otras ocasiones nombres en clave para identificar a sus mandantes extranjeros (“los tres mosqueteros”, “un sueño”, “un equipo”. Fuente: Reuters 11/11/2014). Durante los últimos días, las autoridades Chinas han detenido a varios de estos operadores en procedimientos que aun hoy se realizan. El país asiático ha sacrificado decenas de miles de millones de dólares para estabilizar sus mercados de valores, pero hace pocas horas ha renunciado a ello, dejando caer aun más los precios. Es correcta la decisión. La sangría de reservas ha sido uno de los objetivos de la guerra geopolítica (en este caso financiera) que se abate sobre China para disminuir su influencia global y la de su moneda. El gigante asiático, mientras tanto, se va liberando –vendiendo– de a poco de los bonos del Tesoro de Estados Unidos (restando financiación a este país) y dispone de un poder de fuego enorme (reservas que oscilan alrededor de los cuatro billones de dólares en monedas y oro) para solventar situaciones económicas y financieras diversas. Se trata de un capítulo más de una guerra no convencional por modificar un sistema que se apoya sólo en la especulación financiera y la guerra para someter regiones enteras del mundo (a través de conflictos regionales inducidos y conducidos) en el marco de una crisis que aun no concluye. (*) Abogado. Docente de grado y posgrado de la Facultad de Economía de la Unco
Darío Tropeano (*)
Hace pocos días las noticias en los medios de comunicación mostraron la caída generalizada de las bolsas de valores de China, lo que impactó directamente hacia la baja en la Bolsa de Wall Street (Estados Unidos) y el resto del mundo, generando alarma mundial dada la presunción de alerta de una nueva crisis como la ocurrida en el 2008. Como previo al desarrollo de la presente, queremos recordar algunas consideraciones que hiciéramos desde estas páginas el 10/8/2013 (“¿El dragón herido o el mundo en cambio?”) respecto de la decisión del gobierno chino de ir permitiendo adquirir con yuanes moneda extranjera: “A la fecha, en China la moneda extranjera se adquiere exclusivamente en bancos públicos, y esta medida posibilitará a personas y empresas –incluidas las extranjeras– intercambiar divisas sin restricciones para la compra de bienes y acciones. Es necesario que el país sea cuidadoso con este cambio monetario trascendente, dado que puede ser víctima de la ‘cultura de la globalización financiera’, cuya economía ficticia e inmaterial depreda a la economía real como hemos visto en estos últimos años”. Los acontecimientos de estos días encuentran fundamento en diversas causas, pero hay alguna que ha resultado determinante. La pequeña devaluación del yuan mostrada horas antes de la caída de las bolsas de valores ha sido una consecuencia directa del fortalecimiento artificial del dólar, el cual se ha valorizado frente a otras monedas mundiales. La causa, la huida de los inversores globales de otras monedas donde mantenían sus inversiones, frente al debilitamiento de la economía mundial, bajo la idea de que manteniendo dólares o títulos del Tesoro de Estados Unidos su dinero estaría mejor garantizado. Frente al aumento del valor del dólar, las importaciones (los productos extranjeros que ingresan a un país) y con ello los costos internos para producir bienes que luego se exportan (se venden al exterior) aumentan, haciendo más caros los mismos. Así las economías nacionales pierden competitividad Para evitar esta situación, los países vienen devaluando sus monedas (bajando el precios de las mismas frente al dólar): Brasil, México, Sudáfrica, todo el sudeste asiático, Rusia por el impacto de la caída del petróleo, han sido algunas de las zonas donde ese instrumento se transformó en un correctivo para nivelar la pérdida de competitividad de las monedas nacionales frente al dólar. Ello por cierto impacta sobre las empresas exportadoras de Estados Unidos, que ven cómo sus productos se hacen más caros frente a los de otros países, con monedas y costos internos más baratos. China ha devaluado su moneda en escaso margen, intentando ajustar el valor de sus mercaderías ante la caída (aproximadamente el 2%) de las exportaciones de sus productos, y aquí radica el centro del problema: he analizado durante los últimos meses la cargas semanales de contenedores desde el puerto de Shanghai hacia el resto del mundo y se observa claramente una disminución significativa que en los últimos 60 días ronda el 26% mensual, lo cual evidencia a las claras la delicada caída del consumo y actividad mundial, especialmente en Europa, donde los porcentuales se acrecientan. No se trata ya del nivel de precios de los productos (demanda agregada) sino de los niveles de demanda de los bienes y servicios que consume el mundo, en momentos que se avanza tanto en Europa como en Estados Unidos a una deflación de precios. Esto significa que los precios disminuyen por una sobreoferta de bienes y servicios, no ya por un aumento de la producción sino, por el contrario, por la disminución de la demanda, que en este caso es propiamente del consumo. Este es el verdadero problema que anida en el sistema global, a pesar de las cifras confusas y contradictorias que se leen todos los días. No hay otra explicación para el tan postergado ajuste de tasas de interés de la Reserva Federal norteamericana (el banco central privado del país) sino debido a la necesidad de mantener las políticas monetarias expansivas (emitir dólares) para reactivar los mercados financieros hacia la economía de la especulación. La emisión se ha transformado en una falsa ilusión mediática de que el mundo se recupera dado el valor de las bolsas mundiales, cuando en realidad se observa lo contrario. Y aquí el otro problema que ha dado origen a las burbujas financieras (elevación artificial del precio de instrumentos financieros inmateriales, contratos de expectativa de precios futuros generalmente concluidos por internet). Y es que de la crisis del año 2008 nunca se salió, sino que solo fue maquillada con emisión monetaria descontrolada cuyo objeto fue sanear los bancos de la especulación financiera tanto en Estados Unidos como en Europa. La parte sustancial de esa emisión no se dirigió a la economía real, sino a los mercados financieros (a través de las instituciones bancarias y parabancarias) que “inyectaron nueva sangre” para seguir deambulando como “Drácula” por los mercados globales en la continua búsqueda de rentabilidad, cuando es claro que el mundo levanta vuelo por una cuestión de consumo. China tiene problemas de deuda de sectores bancarios expuestos a créditos de difícil cobrabilidad, pero fundamentalmente se ha encontrado con trabas para la colocación de sus productos, aun a bajos precios (sus costos son varias veces menores a los de Estados Unidos y Europa), y además ha sido víctima de su propia liberalidad de sus mercados financieros. Como dijimos en aquella nota referida, el intentar globalizar el yuan como moneda de comercio y reserva tiene sus riesgos, porque es necesario abrir el propio mercado financiero nacional. Y si bien en las bolsas chinas tienen una amplia participación los pequeños y medianos inversores, sus fondos son administrados por gestores chinos que a su vez representan en muchos casos a grandes bancos occidentales que comandan el proceso de globalización. Estos bancos han apostado en corto (venta especulativa de acciones prestadas o que incluso no tienen, para venderlas y comprarlas posteriormente a menor precio, ganando la diferencia) contra la bolsa de Shanghai. Esas operaciones cuando se concentran en pocas horas producen corridas de los inversores menos preparados, empujando los valores hacia la baja de las acciones, más aun las débiles. Así según la BBC, la autoridades chinas han suspendido 19 cuentas de operadores financieros que de esa forma actuaron en los últimos días. Quienes operaron con esta mecánica son agentes locales de bancos globales como Goldman Sachs, JP Morgan, HSBC. Estos distribuidores locales han utilizado en otras ocasiones nombres en clave para identificar a sus mandantes extranjeros (“los tres mosqueteros”, “un sueño”, “un equipo”. Fuente: Reuters 11/11/2014). Durante los últimos días, las autoridades Chinas han detenido a varios de estos operadores en procedimientos que aun hoy se realizan. El país asiático ha sacrificado decenas de miles de millones de dólares para estabilizar sus mercados de valores, pero hace pocas horas ha renunciado a ello, dejando caer aun más los precios. Es correcta la decisión. La sangría de reservas ha sido uno de los objetivos de la guerra geopolítica (en este caso financiera) que se abate sobre China para disminuir su influencia global y la de su moneda. El gigante asiático, mientras tanto, se va liberando –vendiendo– de a poco de los bonos del Tesoro de Estados Unidos (restando financiación a este país) y dispone de un poder de fuego enorme (reservas que oscilan alrededor de los cuatro billones de dólares en monedas y oro) para solventar situaciones económicas y financieras diversas. Se trata de un capítulo más de una guerra no convencional por modificar un sistema que se apoya sólo en la especulación financiera y la guerra para someter regiones enteras del mundo (a través de conflictos regionales inducidos y conducidos) en el marco de una crisis que aun no concluye. (*) Abogado. Docente de grado y posgrado de la Facultad de Economía de la Unco
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