La estrategia de Macri

Suena raro, pero parecería que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner apuesta al éxito de la estrategia política y económica de su sucesor “neoliberal”, ya que –según un empresario que la visitó en Santa Cruz– afirmó: “Si Macri arregla con los buitres, se queda doce años”. La idea de Cristina, que comparten el presidente Mauricio Macri, el ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay y otros funcionarios del gobierno actual, es que, merced a créditos internacionales e inversiones productivas, el ajuste que está en marcha resultará ser mucho menos severo de lo que de otro modo sería el caso y que a partir de la segunda mitad del año la economía entrará en una fase de expansión sostenible que no tardaría en generar beneficios políticos. Pues bien: el lunes se anunció que el gobierno había alcanzado un acuerdo con los “buitres” más voraces, lo que, siempre y cuando el Congreso acepte revocar la ley Cerrojo, debería ser suficiente como para poner fin al largo, y extremadamente costoso, conflicto con los holdouts para que la Argentina se reincorpore a la “comunidad financiera” mundial. Aunque extrañaría que Macri soñara con emular a los Kirchner, “poniendo a otro” –como supuestamente dijo Cristina– en la Casa Rosada con el propósito de volver cuatro años después, el que la expresidenta crea factible tal eventualidad hace pensar que es consciente de que a ella misma le hubiera convenido adoptar una estrategia similar a inicios de su propia gestión. Estaría en lo cierto. El aislamiento que, por motivos presuntamente nacionalistas, eligió el gobierno kirchnerista sólo podría llevar el país al estancamiento. En el mundo globalizado actual ningún país, ni siquiera Estados Unidos o China, puede darse el lujo de oponerse al intercambio comercial y financiero sin sufrir consecuencias muy negativas. Así, pues, los únicos beneficiados por la guerra librada por los kirchneristas contra los holdouts fueron los kirchneristas mismos, ya que muchos encontraron atractiva la noción de que el país defendiera su dignidad al negarse a respetar los fallos del juez neoyorquino Thomas Griesa sin darse cuenta de que la población en su conjunto tendría que pagar los costos de tanta terquedad. No cabe duda de que la Argentina, debidamente “insertada” en el mundo, estaría en condiciones de prosperar, pero primero tendría que mostrarse dispuesta a respetar las mismas reglas que los países más poderosos. Es lo que se han propuesto los macristas. Parecería que no les ha resultado difícil convencer a los norteamericanos y europeos de que en adelante actuarán con más seriedad que los kirchneristas ya que, lejos de querer castigar al país por lo hecho en el transcurso de los doce años anteriores, le han abierto todas las puertas. Aún faltan aquellos “dólares frescos” que el país necesitará para salir del brete económico en que se encuentra, pero no sólo el gobierno nacional sino también muchos provinciales confían en que pronto comiencen a llegar. Con todo, “reinsertarse” en el mundo podría resultar riesgoso. Es muy fuerte la tentación de endeudarse para cubrir gastos corrientes, pero a menos que se aproveche el dinero que entre para mejorar la productividad de la economía en su conjunto, el endeudamiento excesivo resultante sería tan desastroso como en los años que precedieron el default. Es de esperar que tanto los macristas como los peronistas hayan aprendido algo de la experiencia nacional en la materia y que, de venir los créditos e inversiones que aspiran a conseguir, en esta oportunidad los manejen con más prudencia que en el pasado. Caso contrario, se repetiría una vez más el ciclo archiconocido de un boom pasajero seguido por una crisis financiera devastadora que dejaría empobrecidas a muchísimas más personas. Aunque el presidente Macri y quienes lo acompañan parecen entender dicha realidad, a juzgar por su voluntad de prometer enviar cantidades impresionantes de dinero a provincias en apuros y de aliviar la presión impositiva a aquellos sectores que creen productivos, son tan proclives como el que más a subordinar lo económico a lo político, lo que podría justificarse mientras estén procurando consolidarse en el poder pero que, alcanzado el objetivo inmediato, no tardaría en causarles problemas parecidos a los que, una y otra vez a través de los años, han obstaculizado el desarrollo del país.


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