La huerta: un escape a la violencia

En el Centro Integrador Comunitario de Choele Choel funciona una huerta agroecológica comunitaria. La misma se creó con el objetivo de acompañar y brindar herramientas a mujeres que atravesaron situaciones de violencia intrafamiliar.

Redacción

Por Redacción

Por C. Nebbia y E. Alfaro (INTA)

Ámbito de libertad. La huerta ofrece a las mujeres víctimas de violencia un espacio propio donde volver a ser.

El próximo 25 de noviembre se conmemora en todo el mundo el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En ese marco, compartimos una de las experiencias que se llevan adelante bajo el programa ProHuerta (Ministerio de Desarrollo Social de la Nación – INTA) que fomenta la construcción de huertas agroecológicas para acompañar a mujeres que vivieron situaciones de violencia intrafamiliar con el objetivo de que se capaciten en este oficio y cuenten con una salida laboral y a la vez tengan contención psicosocial.


En 2018 el área de la Mujer de la municipalidad de Choele Choel y el INTA Valle Medio, crearon una huerta agroecológica comunitaria gestionada íntegramente por 5 mujeres en el predio del Centro Integrador Comunitario (CIC) de esa localidad.


“La Huerta del CIC dio sus primeros pasos con el objetivo de prevenir y erradicar la violencia de género en Choele Choel y, posteriormente, fue sumando y multiplicando acciones y saberes en otros ámbitos, que trascendieron su propósito inicial”, explicó Alicia Martínez, una de las primeras huerteras que participaron de este proyecto.

Las mujeres no tenían autonomía económica y convivían con ideas falsas de que ‘solas no pueden’ o ‘no saben’. Hoy son protagonistas de sus proyectos.


A través del trabajo con la tierra y sus frutos, unas 50 mujeres de todas las edades se capacitaron en técnicas de preparación de suelos, siembra y cosecha bajo conceptos agroecológicos y herramientas como la autovaloración, logrando autonomía y participaando en un proyecto comunitario para replicar en otros grupos y con sus familias.
Los responsables del proyecto señalaron que “lograr herramientas propias, adquirir conocimientos y acceder a alimentos sanos y de estación implicó una transformación en la calidad de vida de muchas mujeres”.

En muchos casos, las mujeres no tenían autonomía económica y a menudo en su entorno se relacionaban con ideas falsas de que ‘solas no pueden’ o ‘no saben’. “Hoy se autoperciben como protagonistas de sus proyectos y no dependientes de un vínculo con un varón violento”, remarcaron.


Hacia 2019 la producción aumentó y se construyó un invernadero que permitió introducir nuevos aprendizajes, cultivar fuera de estación y ofrecer visitas con fines educativos a la comunidad. En paralelo se abrió un taller de huerta familiar que amplió la participación a una mayor cantidad de mujeres, tejer nuevas redes de acompañamiento y la valorización de tareas y habilidades.

Comunidad. El invernadero multiplicó las posibilidades de contacto con otros actores sociales.


Los alimentos allí cultivados se destinan al autoconsumo y al abastecimiento de comedores solidarios. Además, se impulsó la producción de plantas ornamentales que fueron trasplantadas en las plazas de Choele Choel.


En la huerta también participaron operadores y pacientes de salud mental que se acercaron de forma voluntaria para colaborar en el armado del invernadero y la construcción de cercos, y pudieron vivenciar los efectos terapéuticos de la huerta.


En 2020 se sumó el programa provincial Río Negro Nutre que aportó financiamiento para un macrotúnel de 27 m2 que funcionó como invernadero escuela para capacitar a diez familias.

“La Huerta se creó buscando prevenir y erradicar la violencia de género. Luego fue sumando acciones y saberes en otros ámbitos”.

Alicia Martínez, una de las primeras huerteras que participaron.


Para Alicia, la huerta fue su “cable a tierra” en la pandemia. “Luego del encierro total llegábamos por separado al espacio y nos olvidábamos de todo, porque acá había muchas cosas por hacer, sacar yuyos, cosechar, remover el suelo y sembrar”, señaló.


En la actualidad, las huerteras también producen plantas forestales de vereda en el invernadero. El paraíso (Melia Azedarach) es la primera especie de esta nueva experiencia, obtenida a partir de semillas. Al respecto, Alicia reflexionó: “Uno de nuestros sueños es aportar a la forestación de los espacios verdes de la ciudad. Después de dos años el proyecto está dando sus frutos, porque a esta huerta viene mucha gente, recorren el lugar y consultan sobre cómo producir, y esa es la idea, que sirva como ejemplo”.


La “Huerta del CIC” cuenta con 800 metros cuadrados cultivados con distintas especies y se instaló como un espacio de referencia para la comunidad. Es un ámbito interinstitucional donde se integran múltiples experiencias, se buscan y reinventan sueños de los participantes, enfocados en el desarrollo igualitario de las personas, y libres de cualquier situación de violencia.


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