La Moto vuelve a arrancar con disco nuevo

El público local escuchará “No terminé todavía”.

Gentileza/Cecilia Maletti

Con más de dos décadas de trayectoria, los roqueros se encontrarán nuevamente con sus seguidores.

“Este es el primer disco con mi voz”, dice Rodolfo Salvi, el “Mono”, el hermano del recordado “Rulo”, cuyo fallecimiento conmocionó hace unos cinco años a la escena roquera regional. Con todo, la banda cumple, este año, 22. “Había unos 19 temas de los cuales seleccionamos algunos –recuerda Rodolfo–. Fue difícil, porque en realidad había mucho más. Es una obra íntegra de mi hermano, que no alcanzó a grabar todo lo que compuso en su vida”, reflexiona. “Falleció un día antes de entrar a grabar”. Sigue, como puede: “Cuando Rulo falleció hubo un quiebre importante en la banda, porque no sólo perdimos –en mi caso, mi hermano y el único familiar directo que me quedaba en vida– sino el líder de la banda, el mentor, el alma máter, el poeta”, reconoce.

–Es difícil disociar a La Moto de la figura de Rulo…

–Y sí. A nosotros nos sigue costando. Imagino que a la gente también. Muy pocas bandas pueden continuar sin su líder o su cantante.

–¿Porqué eligieron este rock?

–Creo que la vida misma llevó a mi hermano a componer esas canciones. Van describiendo sus vivencias. Hemos sido tan nómades a través de los años, que disfrutamos de conocer otras culturas e incorporar algo de eso a nuestra música. Terminamos este quinto disco y tengo el proyecto de ponerle música a varias poesías de Rulo: es probable que haya un sexto disco acústico, porque tenemos muchos temas compuestos y sólo tenemos que elegirlos, pero no quiero adelantarme.

–¿Cómo es ser el nuevo vocalista?

–Me he esforzado y sé que le falta un poco a mi voz, no soy cantante y la vida me puso en este plano, pero he sido manager de la banda durante 17 años. Es imposible suplir una figura como la de Rulo, pero quiero aportar todo lo mejor que tengo. Mi hermano se quedaba despierto componiendo y me despertaba para que escuchara. Necesitaba que su música pasara por mi visto bueno (se quiebra y respira hondo). Era un acuariano dragón con un espíritu de lucha tremendo, hasta el último momento de su vida. Nos dejó un gran legado: demostró que se puede ser feliz con lo que se tiene. Sus cenizas –destaca– están en el Limay.

–Tuvieron siempre su público seguidor. ¿Perciben el afecto?

–Nos sentimos tremendamente acompañados por el público. Es un reconocimiento y a la vez una gratitud por continuar. Muchos vienen con sus nietos; es algo muy sorprendente.

Dentro del anecdotario de La Moto, figuran escenas de todo tipo, como la de aquella noche, en Allen, en la que el armoniquista recibió un tiro en la espalda. “La bala pegó en una tacha de la campera de Rulo –justo la tenía puesta– y se desvió: si no, le pegaba en la médula y andá a saber qué podría haber pasado”, recuerda el “Mono”, con ojos grandes. “Una vez, Smoljan me pidió la campera para ponerla en el museo (MNBA). La bala le dio en la tacha de la campera, y por un milímetro no alcanzó la columna.

–Como una especie de milagro…

–Primero, sentimos la conmoción; después, la reflexión de con quién andamos y por dónde. La vida es preciosa y hay que cuidarla. Llegaron las disculpas, porque esa bala no era para él y, al final, pensamos que mi hermano lo protegió.

PAULA GINGINS

pgingins@rionegro.com.ar


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