La obsesión de Valeria Lukyanova, ser una Barbie

Una muñeca de carne y hueso con miles de fanáticos.

LONDRES

Tal vez sea una chica Barbie, pero su “mundo Barbie” no pertenece al mismo planeta que nosotros. La extraña vida que esconde la obsesión de Valeria Lukyanova por transformarse en la imagen de la icónica muñeca da para una lectura que es, por lo menos, inquietante.

La ucraniana Lera -apócope de Valeria- vive a dieta líquida, está casada y cree venir de un planeta lejano. Y va en serio. Su amiga y compañera de simbiosis, Olga “Dominica” Oleynik explica: “Lera y yo venimos de la constelación de las Pléyades. Ahí todos son como nosotras”.

Lera, que acumula más de 668.000 “me gusta” en su página de Facebook y que se refiere a sí misma como “la rusa más famosa del ciberespacio rusoparlante”, agregó que ella y su amiga son almas gemelas de otras vidas. Dijo: “La primera vez que vi a Dominica, inmediatamente la reconocí de nuestras vidas pasadas”.

Hija de un ex DJ y obrero de la construcción y de una empleada del ejército, Lera creció en Tiráspol, capital del territorio separatista de Transnitria, enclave ruso en la República de Moldavia. Tiene una hermana menor, Olga, que estudia en Odessa, donde también vive ella.

A Lera la fascinan las muñecas desde su infancia, y amasó una colección de más de 50 ejemplares. Poco a poco, su fijación con estos perfectos ídolos de juguete se fue diluyendo y empezó a moldearse a sí misma a imagen y semejanza de ellos.

El año pasado, cuando aparecieron las primeras fotos de Lera, muchos se preguntaron si era real, o si ese look tan artificial no era producto de un inteligente retoque fotográfico.

Pero ella explicó que sus formas, en apariencia inalcanzables, eran el resultado de entrenar diariamente en el gimnasio, matarse de hambre y hacerse implantes de pechos. Lera confía en que el “prana”, la fuerza vital según la tradición hindú, será su alimento.

En una entrevista con un periódico ruso durante la cual sólo tomó un jugo de melón y frambuesa, comentó: “Estoy a dieta líquida desde hace cuatro meses y luego pienso beber sólo agua. Después pienso vivir sólo del prana. Seguí durante muchos años una dieta crudívora, pero para una práctica espiritual más profunda tengo que mejorar”.

Lee la nota completa en : La Nación


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