La pandemia no es política


Una cuestión epidemiológica se transformó en política, atrincherando a los extremistas de ambas corrientes por cuestiones ajenas a las sanitarias.


Estamos transcurriendo el cuarto mes desde que en la Argentina se detectó el primer caso de covid 19. A partir de entonces y en conocimiento de los estragos causados en otras partes, las autoridades sanitarias del país propusieron una serie de medidas preventivas para paliar o morigerar los impactos de una pandemia de la cual ni se conocían sus características, ni se contaba con vacunación o medicamentos para combatirla, ni las plazas hospitalarias estaban en condiciones de albergar a la gran cantidad de infectados que se presumía por experiencia ajena que se podían llegar a producir.

Y entre esas medidas se decretó una inicial cuarentena o aislamiento de 15 días, obligatorio para toda la población del país, con excepción de algunas actividades a las que se denominó esenciales y que la población acató consciente de los estragos que en otros países el virus provocaba. Y así pasaron los 15 días que luego se hicieron 15 más, en este caso autorizando la apertura de algunas otras actividades que así pasaron a ser exceptuadas, y terminó el primer mes.

Los casos que se iban registrando no eran muchos y el número de muertes bajó en comparación al de otros países que no adoptaron los mismos recaudos, razón por la cual se le atribuyó a ese aislamiento masivo el mérito o el éxito de ese resultado, y la medida se prorrogó por 15 días más. Aquí fue cuando se comenzaron a alzar algunas voces alertando sobre los efectos nocivos que aquella medida de naturaleza sanitaria estaba provocando sobre la economía, detenidas como estaban la producción, el comercio y los servicios.

De la noche a la mañana una cuestión epidemiológica se transformó en política, atrincherando a los extremistas de ambas corrientes por cuestiones ajenas a las sanitarias, en una discusión casi ideológica

Frente a estas advertencias, el Gobierno nacional salió a defenderlas con el argumento de que se debía priorizar la vida por sobre la economía, ya que, como ocurriera durante la crisis del 2001/2 frente a circunstancias de parecido impacto económico, cesadas las causas que lo provocaban se recuperó rápidamente. No creo que esa fuese una respuesta razonable y prudente frente a lo que ya se advertía que era una crisis económica de enorme envergadura, con la mayoría de los agentes vinculados a la producción y el trabajo paralizados.

En simultáneo se comenzó a delegar en los gobiernos de provincia la posibilidad de ir paulatinamente permitiendo una cierta apertura tanto de la industria como del comercio y los servicios, en la medida en que se mantuviesen cerrados los ámbitos de concurrencia masivos como los espectáculos artísticos, deportivos o comerciales de concentración.

Y las provincias aceptaron el reto y, a excepción de algunos conglomerados urbanos con mayor cantidad de infectados, se fueron autorizando de a poco la actividad comercial como las salidas y paseos para quienes llevaban ya tantos meses de aislamiento obligatorio, y sobre todo de los niños sin actividad escolar desde el primer minuto.

Ahora bien, al irse extendiendo esta diferente manera de encarar la cuarentena, aquellos lugares o sitios de grandes conglomerados adonde estas medidas no llegaban comenzaron a presionar a sus autoridades a fin de obtener las mismas aperturas, con el agravante de que al tratarse de grandes conglomerados allí es en donde mayor concentración o actividad económica se produce y por ende es donde aquel deterioro era más notorio.

Y la ciudad de Buenos Aires con su más que millonaria población y su vasta actividad económica fue la primera en reclamar, seguramente atendiendo a que el signo político de sus gobernantes era diferente del gobierno nacional tan embanderado en priorizar la salud por sobre la economía, con el argumento de que si el deterioro económico tanto general como individual se seguía agravando tan rápidamente y la pandemia no producía los casos que se preveían, ¿a título de qué seguían aislados?

Tras cartón, el gobierno de la ciudad, sensible como todos los políticos a los reclamos de su plataforma de sustento, abrió un poco las compuertas y comenzó a autorizar tanto la actividad comercial como el esparcimiento, con el consecuente, airado e inmediato reclamo de sus pares de la Provincia, tan cercanos, de un signo político adverso y además afín al nacional.

Y de la noche a la mañana una cuestión epidemiológica se transformó en política, atrincherando a los extremistas de ambas corrientes por cuestiones ajenas a las sanitarias, a embarcarse en una discusión de naturaleza casi ideológica que, como siempre ocurre, desecha la opinión de una gran cantidad de personas que seguimos pensando “sanitariamente”, cuidarnos pero sin descuidarnos.

El tema no es político pero también es verdad que para seguir manteniendo una actitud tan cerrada como la que se adoptó en sus inicios el gobierno nacional debería explicar con mucha mayor claridad lo que está haciendo, cuáles son las razones que lo justifican para que no aparezca como una actitud voluntarista (“va a durar todo lo que tenga que durar”).

Todos tenemos los ánimos caldeados después de casi tres meses de cuarentena y por ello es que resulta indispensable explicar, sin acusar ni ironizar, porque si no se puede razonar con tranquilidad las voluntades permeables a los estallidos se van a rebelar y eso es mucho más grave en situaciones de grave emergencia como la que estamos viviendo.

El gobierno nacional ha pedido conductas de mucho sacrificio a la población, y si considera que estas deben continuar en algunos lugares no corresponde que se ponga a confrontar y mucho menos a permitir que alguno de los suyos con declaraciones de tipo altisonantes y abiertamente fuera de lugar, sobre todo en este contexto, convierta un problema epidemiológico grave que a todos nos concierne en una disputa política que a la gran mayoría nos tiene sin cuidado.

*Abogado


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