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El Chocón, Berbel y los matices de una historia que lleva más de 50 años

Las canciones del neuquino mostraron cómo cambió su opinión sobre la temática. Las anécdotas de quienes lo conocieron ayudaron a saber algo más del proceso.

Sonaba la radio en la mañana del último feriado y en medio de esa tranquilidad, ¿qué otro género se disfruta más que el folclórico? Bastaron minutos para encontrar a esos conductores, “gauchos” en la forma de hablar y también en la hora temprana, para empezar la jornada. Fueron ellos quienes, mate de por medio, compartieron una canción que activó la curiosidad, un tema cuya letra se remontaba a una obra histórica que justamente por estos días cumplió 51 años de su puesta en funcionamiento.

“A ver paisano, venga,/ vamos pa’l sur,/ la Patria necesita de su fervor./ La lucha va a ser brava,/ y el triunfo a flor (…) no es cuestión de fusiles,/ ni de facón,/ es sofrenar un río,/ y hacerlo luz”, convocaba el poeta Marcelo Berbel, en la voz de su gran amigo, José Larralde. Con los dedos bailando sobre las cuerdas de su guitarra, el nacido en Huanguelén honraba así los versos del oriundo de Plaza Huincul, sumándose a la expectativa de la década: era la “obra del siglo” y por eso ameritaba llamar a los “jinetes del Chocón”.

Esos hombres llegaron con sus familias, al punto de acumular más de 5000 habitantes en las villas que se habilitaron para sobrevivir a la aridez. Sin embargo, los años pasaron y la mirada de Berbel cambió, dejando esa canción sólo dentro de los cuadernos que su familia atesora hoy en un baúl de madera tallada. Lejos de ser una muestra de contradicción, Berbel tuvo allí un ejemplo más de la amplitud de sus ideas y de los permisos que se daba para respetarlas.

Para hablar en profundidad sobre ese proceso, Marité Berbel, cantante, compositora e hija del poeta, recibió a RÍO NEGRO en su casa, bajo la sombra de un parral cargado de pequeños racimos verdosos. Como en aquellas tardes de verano en la obra de la represa, el calor bajaba implacable, pero Marcelo dijo que “era orgullo de pocos/ besar el sol”, así que nada impidió llegar igual para una charla de cercanía. “Cuando mi viejo escribió ‘Vamos pa’l sur’ era un “regalo del cielo” que la obra esté acá. Por eso hizo esa canción, invitando a la gente y destacando lo que iba a traer. Con el tiempo fue cambiando su visión. De hecho, con mi hermano Hugo la cantábamos, pero dejamos de hacerlo por eso”, reconoció la artista, junto a su esposo Luis Trujillo.

En esa búsqueda constante, Berbel trabó una sentida amistad con Larralde, crítico y combativo.

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Si bien al momento de escribir la letra, la familia se mudaba a Buenos Aires, donde vivió entre 1969 y 1977, en el recuerdo de Marité quedó algún que otro viaje que hicieron hasta la zona de la obra hídrica, en la etapa de las excavaciones y el incesante movimiento de retroescavadoras. Es que Marcelo era de los que revisaba en primera persona aquello que le llamaba la atención, lo que leía en el diario, lo que escuchaba en la radio, para formar una idea propia al respecto. “Yo no soy estudioso, soy curioso”, decía y le molestaba cuando lo halagaban por demás, en ese sentido.

“Él no se arrepintió de escribirla, pero cambió de argumento”, reafirmó Marité. De esa vuelta de reflexión surgieron otras canciones, como “Río encerrado”, “Triste Limay” y el emblemático “Embudo”, que quedó sellada en la voz de León Gieco, con el recitado del propio Marcelo. “Te he visto prisionero golpeando la represa/ quedado en un invierno/ que fuera primavera”, llegó a decir Berbel sobre el río neuquino, porque aunque no hablaba de política ni de religión, sí se refería al sentir de los pobladores que iba conociendo en tantos viajes y a las conclusiones que sacaba, hasta consultando con profesionales.

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En esa búsqueda constante, trabó una sentida amistad con Larralde, crítico y combativo, con el que compartieron tantas canciones. Y también tuvo un vínculo cercano con figuras de la región como el obispo Jaime de Nevares, que si de procesos en El Chocón se trata, se involucró de lleno en el reclamo de los trabajadores de la obra, ante la escalada de muertes ocurridas en los meses de construcción y la necesidad de mejores condiciones de vida. Esa arista de lo sucedido, conocida como “El Choconazo”, también cumple otro aniversario en estos meses de verano, el N°55 este año, para ser más precisos.

Compañero de labor musical desde finales de los ‘80, Marcelo Piñeiro, recordó la sensibilidad de Berbel ante las injusticias, sobretodo con los pobladores más sencillos, y el sentido federal de su pensamiento, que lo hacía reclamar desde su pluma, por los recursos que otros aprovechaban en su amada provincia. En diálogo con RÍO NEGRO desde San Martín de los Andes, Piñeiro también citó la letra del “Embudo” para hablar de la nueva opinión que Berbel formó sobre las represas en general. “Aquellas torres en fila/ sujetando el cablerío/ se llevan de nuestro ríos/ lo mejor de la energía/ no es una ocurrencia mía/ ni lo quiero avergonzar/ pero póngase a pensar/ qué pasaría si nos dieran/ por todo lo que se llevan/ lo justito y nada más”, denunció.

La villa que quedó de ese tiempo de obras pudo sobreponerse a todo y hoy es una localidad más, con escuela, centro de salud, museos y puntos turísticos dedicados a la paleontología. Conocedor de lo que contaban los paisanos que allí criaban a sus animales, antes de la formación del lago Ramos Mexía, Berbel solía decir que lo mejor de los dinosaurios había quedado bajo el agua.

El Chocón Archivo Histórico – Año 1973: El sector de «El Gigante» antes de la formación del lago – Foto: Ezio Ghiglia.

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La «obra del siglo» se instaló en lo que los indígenas y exploradores llamaban «Chalcun», por ser una entrada de clima frío. Foto: Archivo. 

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