Crisis del 2001: así sobrevivieron vecinos de Allen y Neuquén a 22 años del estallido

El testimonio en primera persona sobre cómo fue caer y salir a flote, en la voz de integrantes de distintos sectores. “Nadie se salva solo”, recalcaron.

Cuando Gieco empezó a pedir que bajaran las armas, que allí sólo había pibes comiendo, los barrios de Rosario lloraban el crimen de Claudio “Pocho” Lepratti, el “Ángel de la Bicicleta”, docente solidario baleado por la policía en medio del estallido social del 19 y 20 de diciembre de 2001. Emblema de un momento que hirió para siempre la historia nacional, la fuente de esa canción ocurrió mientras al sur, en Cipolletti, se registraba el asesinato de Elvira Avaca, la única de la Patagonia en la lista de 39 víctimas fatales de la represión. En el Alto Valle, como en el resto del país, se juntaron los vidrios rotos, pero la desesperación siguió, buscando soluciones que permitieran a las familias sobrevivir al desastre.

Ni con todas las horas del día manejando el taxi, Juan Carlos lograba juntar el dinero suficiente para mantener a su familia. Un robo a mano armada en un conocido comercio de Allen había dejado a su esposa sin trabajo a fines de los ‘90 y el horizonte se mostraba cada vez más complicado. De enviar a sus hijas a escuela privada pasaron a tener que priorizar la leche que entregaba el hospital “Ernesto Accame”, cocinar sólo con las presas de pollo más económicas y rescatar hasta las verduras que pudieran cruzarse en la calle, caídas de la bolsa de alguna vecina.

En ese contexto, un Plan Trabajar con contraprestación y una beca estudiantil para la hija mayor, fue la única tabla que les permitió al menos sacar la nariz del agua. Ya sin la mutual, volvieron a atenderse en la salud pública y vieron cómo hasta las familias un poco más pudientes iban allí, con tal de no pagar el plus extra de los estudios.

“Jamás se vio tanta gente revolviendo la basura, algunos iban a la cocina del hospital para buscar la comida que quedaba de los internados… por más que querías, no había laburo”,

recordó este vecino.

Aprender un oficio en la escuela técnica nocturna N°2, gratuita, fue la puerta para un nuevo camino que lo sostiene hasta hoy.

A diferencia de otros puntos de la región, Allen no tuvo graves episodios de saqueos, pero sí hubo marchas y la tensión hizo que supermercados y otros negocios tuvieran que organizarse desde la Cámara local, la CICA, para buscar algo de seguridad, con rejas y custodia. No eran indiferentes a lo que pasaba, de hecho siempre se colaboró con las instituciones sociales y religiosas, contó Jorge García a RÍO NEGRO, encargado en ese momento del funcionamiento de “Roymar”, donde hoy atiende la Cooperativa Obrera. Pero ya desde años anteriores se notaba que la gente no tenía resto, que compraba lo que podía y que a veces se llevaba a escondidas lo que no lograba pagar. Los efectivos policiales que hacían las guardias adicionales conocían quién era quién, como en todo pueblo chico, y si bien debían avisar, aceptaban llamarse a silencio cuando el supermercado terminaba regalando los víveres sustraídos.

La fe y el trabajo comunitario en medio de esa incertidumbre fue para muchas familias, otro recurso para sobrevivir. En las capillas, los grupos de vecinos ampliaron el servicio de comedor, organizaron roperos solidarios con Cáritas, brindaron refrigerios reforzados y prepararon actividades recreativas para contener a la niñez, hasta enseñaron a preparar mermeladas para aprovechar la fruta de las chacras. Con el tiempo, eso se amplió con talleres de capacitación para manualidades y costura. “Especialmente las mujeres estaban muy comprometidas con la realidad social que se vivía, como siempre tapando agujeros. Nuestra preocupación era la realidad dolorosa de las familias, aún la nuestra, porque estábamos todo afectados, pero compartíamos lo poco o mucho que teníamos, era así, bien fraternal”, contó Nélida Tolosa, desde el Centro Comunitario San Pantaléon y el grupo “Manos Entrelazadas”.

La experiencia de Neuquén capital fue similar en ese sentido, tal como compartió el sacerdote Juan Francisco “Paco” Flynn, que por esos años estaba en la zona de Confluencia, en la capilla “María de Belén”, cercana a las chacras. A diferencia de Allen, la ciudad explotó con muchas más demostraciones de hartazgo, que se tradujeron en saqueos e incidentes en 12 puntos del ejido. A eso hicieron frente con puertas abiertas: “Buscábamos dar alivio para las familias que acudían, coordinando con otras instituciones, ONG, Cáritas o particulares que hacían donaciones. Se trataba de entregar ayuda, conociendo bien la situación de las personas que ya eran atendidas”, explicó Flynn.

Carlos Cides, ex concejal, había asumido en septiembre de 2001 en el Área de Mantenimiento del municipio, gestión de Horacio “Pechi” Quiroga. Y ya en las manifestaciones de diciembre, le tocó reacomodar el edificio central, después de que algunos hicieran estallar todos los vidrios espejados que daban al Monumento a San Martín, en Av. Argentina y calle Roca. Consciente de la real necesidad de los vecinos, como hijo de ferroviario que sufrió la hiperinflación y la privatización de los trenes, cuestionó que “haya que vivir las Fiestas así, que la gente tenga que poner la desesperación a la mesa”.
Desde fines de los ‘90, Neuquén contrataba personal bajo la Ley 2128 que creó el «Fondo Complementario de Asistencia Ocupacional», con el que contrataron a albañiles de más edad para la obra pública, con intervención de la Uocra, según ejemplificó Cides.

Otros vecinos que no llegaban a esas oportunidades, por su parte, se organizaron para replicar los trueques de Buenos Aires que habían visto por la televisión. Laura Gomenzoro, hoy a cargo de su panadería, vecina de barrio Bouquet Roldán primero y de barrio Belgrano después, se reconoce como uno de esos “emprendedores”, cuando aún no se había inventado el rubro. Junto a otros, ofrecieron pancitos, verduras de su huerta y ropa usada a los transeúntes que pasaban por las vías y de paso difundieron su propuesta de economía social. Molesta, recordó que cuando la concurrencia creció, un par de años después, “vino un vivo de Buenos Aires con la idea de los bonos”, que enredó todo. El perfil de los feriantes cambió y se empezó a dudar del origen de lo que allí se ofrecía. Laura ya había decidido apartarse cuando la aplicación del “monotributo social” se convirtió en la herramienta para legalizar cada puesto y que el Estado pudiera regular, hasta lograr el funcionamiento actual en el Parque Central.

Hoy, como autónoma que mantiene un local, Laura hace lo que puede frente a este nuevo ciclo que parece repetirse y enumera todas y cada una de las puertas que tuvo que golpear, con sus hijos a cuestas, para efectivizar derechos que ni sabía que tenían. En el Gobierno “nos miraban como cucarachas”, dice, pero hasta en la voz se le nota que su dignidad está intacta y que su creatividad pronto encontrará la vuelta para salir adelante. “Hoy son más los que vienen a pedir que a comprar”, reconoció, por eso guarda lo que no vendió del día anterior, para no dejar a nadie con las manos vacías. No olvida se que ella también pasó por lo mismo.

Finalmente, la lucha de los trabajadores de Zanón, hoy integrantes de la Fábrica Sin Patrones (Fasinpat), quizás sea una de las que más se hizo conocida, en medio de tanto hambre. “En un panorama muy parecido a la actualidad, en el 2001 batallamos por mantener nuestro sustento como ceramistas, pero fue ahí donde nos dimos cuenta que la solidaridad era una de las grandes banderas”, contó a este medio el actual legislador Andrés Blanco (PTS-FIT), que en ese momento era delegado de su grupo de trabajo, donde ejercía como maquinista de las pulidoras de porcelanato.

Organizar la Coordinadora Regional del Alto Valle, con otras organizaciones y gremios, fue la manera de fortalecer el empuje. Y así pasaron de pedir un alimento no perecedero a la comunidad, a ser ellos quienes pudieron ayudar a otros.

“Siempre las medidas económicas las termina pagando el pueblo trabajador, pero sabemos que acá nadie se va a poder salvar solo, porque el impacto no distingue sectores. La salida siempre es colectiva y eso va a ser fundamental para los tiempos que vienen”,

arengó.
Foto: Gentileza Andrés Blanco.

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Foto: Gentileza Andrés Blanco.

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