La presencialidad no llega a las escuelas rurales de Río Negro

Los hogares donde pasan la semana los estudiantes que viven en parajes no volvieron a abrir luego del largo parate del año pasado. Y la virtualidad es casi imposible en estos lugares.

Mabel Díaz vive en Clemente Onelli, en la Línea Sur. Sus dos hijos, de 13 y 14 años, estudian en el CET de Ingeniero Jacobacci, a unos 50 kilómetros. Si bien el colegio abrió sus puertas, no sucedió lo mismo con la residencia en la que se alojaban los estudiantes de parajes rurales durante 15 días y, por lo tanto, esos chicos no pudieron retomar las clases presenciales.

Es el segundo año de escuela perdido porque nos resulta imposible concurrir todos los días al colegio. Los profesores envían los trabajos pero en casa se les complica estudiar. Yo tengo séptimo grado y no puedo ayudar con los trabajos del secundario. No tienen a quién quien recurrir”, señaló la mujer y planteó: “Los chicos de la zona rural están en desigualdad. Tanto hablamos de igualdad y a nuestros chicos los están dejando de lado”.

La presencialidad escolar no está garantizada para todos por igual en Río Negro. Gran cantidad de estudiantes que concurren a escuelas hogar no pudieron retomar los estudios porque las residencias donde solían pernoctar durante 15 días para luego, regresar a sus casas en la zona rural, aún no están habilitadas con un protocolo de Covid acorde.

Antes de la pandemia, esos estudiantes solían convivir en residencias escolares durante 15 días. El viernes regresaban con sus familias hasta el domingo que volvían a clase. La mayoría reside a varios kilómetros de las escuelas y la única posibilidad de estudiar era pernoctando en estos hogares.

Gladys Osovnik, supervisora zonal sur 1 de Comallo, admitió que en el último tiempo “ha mermado la cantidad de niños residentes en las escuelas hogares y son muy pocos los niños del lugar que están en presencialidad”. “Ha variado muchísimo la matrícula porque la gente se tiene que ir. En el campo van quedando sólo los adultos, los abuelos”, dijo.

En general las condiciones de los que concurren a escuelas rurales son precarias. Foto: gentileza

Pese al cierre de las residencias, la virtualidad no es una opción para esas comunidades escolares debido a la falta de conectividad. Si bien desde los colegios envían cuadernillos a los estudiantes, sin explicaciones previas, ni poder consultar a los docentes, el aprendizaje se complica más de la cuenta.

No están recibiendo la educación como corresponde. Además, extrañan a sus compañeros y quieren venir a la escuela”.

Claudio Amaya Gatica, director de la escuela hogar 162 “José Hernández”.

La escuela hogar 231 en el paraje Pichi Leufu, en el departamento Pilcaniyeu, cuenta con 16 alumnos. Sólo 5 pueden concurrir al colegio; el resto, por una cuestión de distancia, pasa el año escolar en sus casas.

“Hay alumnos presenciales que van y vienen y otros que trabajan en sus casas con los libros, actividades y cuadernillos que les enviamos. Pero no es lo mismo estar ante el docente que trabajar a distancia. Es bastante complicado”, reconoció Silvia Rodríguez, directora de la escuela 231.

La residencia para chicas de Los Menucos solía tener un promedio de 42 estudiantes. El año pasado, solo fueron 26 y este año solo hubo 18 inscriptas. Sucede que la escuela rionegrina 58 estaba en condiciones de garantizar la presencialidad pero no el hogar, ubicado a 5 cuadras.

La escuela hogar 162 está en el paraje Atraico, a pocos kilómetros de Jacobacci. Foto: José Mellado

“Muchos papás no sabían cómo hacer. Así que se inscribieron las que pudieron y el resto está escolarizada a través de la no presencialidad. Pero hay muchas fallas. Se les envían los trabajos impresos pero justo tiene que coincidir con que alguien vaya a la zona rural. Entonces, suelen entregarse mucho más tarde y muchas veces, no coincide con la fecha de entrega que puso el profesor”, especificó Fabiana Frías, directora de la residencia para chicas de Los Menucos.

Contó que algunas familias tienen “algún pariente que vive cerca de la escuela y aprovechan para dejar a sus chicos. Lo económico influye muchísimo. Hay que pensar que tienen 75 kilómetros, quizás 120, de ida y vuelta”, recalcó la docente que trabaja en la institución desde el 2001.

En las zonas rurales, en especial en la Línea Sur, no contamos con un servicio de internet eficiente como para hacer videollamadas. No podemos trabajar desde la virtualidad. No hay igualdad de condiciones”.

Marcelo Delgado, director de la escuela 114 de Prahuaniyeu.

Insistió en que “al no haber conectividad en la zona rural, hablar de virtualidad es imposible. Ni siquiera está la posibilidad de hacer llamadas telefónicas” y consideró que, en este sentido, “el derecho a la educación no está existiendo”.

“Acordamos con los profesores no enviarles links a los chicos porque no tienen conectividad. Se hace un material de apoyo, con bibliografía. El tema es que la mayoría de los papás no saben leer ni escribir. Entonces, quedan al margen del proceso de aprendizaje que debe ser constante”, expresó.

La residencia de Los Menucos ya elevó un proyecto de “itinerancia” para que los docentes se pueden acercar hasta las casas de los alumnos. Si bien el proyecto fue aceptado, desde la escuela, explicaron que aún no cuentan con el transporte que los pueda acercar a los campos.

Estudiar y vivir

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residencias de nivel medio hay en Río Negro. Además hay 11 escuelas hogares y 5 residencias de nivel primario.

Desde las escuelas hogar, los directivos coincidieron: “Son los que más necesitan estar escolarizados con presencialidad. No tienen internet y la mayoría no tiene acompañamiento de sus padres porque muchos son analfabetos. Muchas veces, el chico ni siquiera puede resolver solo las actividades del cuadernillo”.

Familiares de los niños que concurren a la escuela hogar de Comallo explicaron que “son muchos los que no pueden asistir al colegio. En secundario, hubo familias del campo que pudieron hacer un esfuerzo para alquilar una casa en la zona de la escuela para los chicos; otros no tuvieron la misma posibilidad”.

También consideraron que las residencias permitirían generar “una burbuja con muchos menos riesgos que ir al supermercado o ir y volver del colegio y luego realizar alguna actividad deportiva”. “La mayoría de los chicos viene del campo, de la zona rural que es donde menos contagios hay. No es donde se propaga el virus”, plantearon.

El secretario de Educación de Río Negro, Adrián Carrizo, explicó que la provincia es una de las pocas en el país con un sistema de escuelas hogar y admitió que se trata de “una situación sanitaria que no podemos resolver”.

Argumentó que “lo que más preocupa son las licencias en caso de que registraran casos sospechosos y quién quedaría a cargo del grupo de alumnos”. Por eso, explicó que la continuidad pedagógica se garantiza a través de “la itinerancia” y aseguró que ya se puso transporte escolar a disposición de los docentes para que visiten a los estudiantes en parajes rurales dispersos.

Carrizo señaló también que ya elevaron al Ministerio de Salud un listado de docentes que se desempeñan en ámbitos rurales para darles prioridad en el plan de vacunación.

Por José Mellado

“Nosotros insistimos en la necesidad de un protocolo para poder garantizarles a todos nuestros alumnos el mismo derecho de asistir a clases”, señaló Claudio Amaya Gatica, director de la escuela hogar 162 “José Hernández” del paraje Atraico, al referirse a la imposibilidad que tienen muchos niños de los parajes para asistir a las clases presenciales ante la falta de un protocolo sanitario por el covid-19. “Creo que es discriminatorio, injusto” agregó.

Atraico es uno de los tantos parajes de la Región Sur rionegrina donde la escuela es el “corazón” de la comunidad. La que concentra todas las actividades y les da contención a sus pobladores.

En el ciclo lectivo 2021, este establecimiento educativo, a unos 37 kilómetros al sur de Jacobacci por la ruta provincial 76, tiene una matrícula de 17 alumnos. Este número incluye a 8 niños que viven en el lugar y a 9 que lo hacen en los parajes Cerro Mesa, distante a 85 kilómetros y en Colitoro, a 70.

Desde el 17 de febrero, todas las mañanas, minutos antes de las 9, llegan a la escuela Francesa, alumna de primero; Ismael, Chiara y Saira, que están en sexto. A las 13, lo hacen Franco y Yoselín, que asisten a la sala de nivel inicial; Daniel, de tercer grado, y Franco de quinto. A todos, les da clases Verónica Burgos, la única docente de ciclo que tiene el establecimiento.

Junto a las curriculares, también realizan actividades en las “áreas especiales” de Educación Física, Inglés y Artesanías.
Los alumnos que deberían asistir a la residencia reciben en sus domicilios cuadernillos, distribuidos por los auxiliares docentes, quienes también les brindan apoyo pedagógico a los niños para que puedan avanzar con los contenidos.
Amaya, sostuvo que en 2020 los cuadernillos se repartían cada quince días, pero en este ciclo lectivo y aprovechando el transporte escolar, la distribución se hace cada 10 días.

Los cuadernillos nos permiten mantener una vinculación pedagógica, pero no es lo ideal. Estos alumnos no están recibiendo la educación como corresponde, por más que vayan los docentes. Además, los chicos extrañan a sus compañeros y quieren venir a la escuela. En estos parajes, la escuela es prácticamente todo. Concentra todas las actividades”.

El docente afirmó que la situación económica de muchas familias rurales no es buena y la escuela les brinda a los niños, además de la contención, una alimentación diaria adecuada. “Actualmente ni siquiera podemos servirles el refrigerio y todavía no empezaron a distribuirse los módulos alimentarios a las familias” aclaró.

Rescató el trabajo que se realiza para que los alumnos que están sin concurrir a clases continúen con vinculación pedagógica, pero manifestó su preocupación por la situación que viven muchos niños de la zona rural ante la imposibilidad de tener clases presenciales. “Tenemos temor a que puedan dejar la escuela, o aquellos que salen de séptimo no cuenten con los conocimientos necesarios para el nivel medio y terminen abandonando. Los padres también ven esta situación con preocupación” sentenció.

En Atraico viven unas pocas familias en un radio de dos kilómetros cuadrados. La mayoría está integrada por niños y adultos y la ausencia de jóvenes es notoria.

La escuela hogar 162 tiene una sola maestra. Foto: José Mellado

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