“La verdad como autoridad”
En el verso 1.160 del Martín Fierro hay una explícita advertencia: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque, si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”. La historia del pueblo argentino demuestra que no supo, no pudo o no quiso abrevar en tan elevado precepto gaucho ya que su oponente, “divide y reinarás”, hasta el día de hoy sin mayor dificultad logró imponer su oscuro legado. Defección moral que ha enfrentado al pueblo argentino en dos bandos irreconciliables desde antes de su nacimiento como Nación hasta este devaluado presente que bien vale identificarlos. El nacionalismo cristiano, por un lado, y el liberalismo masónico, por el otro, a sangre y fuego vienen confrontando por imponer su particular ideología a la población. Este es el orden cronológico de las fuerzas en oposición: patricios vs. carlotinos; federales vs. unitarios; autonomistas vs. nacionales; radicales vs. conservadores; peronismo vs. antiperonismo; populismo vs. elitismo. Extremos ideológicos que, cuando lograron hacerse del poder –salvo la excepción de rigor–, suprimieron la verdad como autoridad e impusieron la autoridad y/o autoritarismo como verdad. Si la verdad que “nos hace libres” está proscrita, la corrupción, impunidad, narcotráfico e inseguridad usurpan su lugar. Habida cuenta de que la representación política, por ser parte del problema, no está en condiciones de revertir esta realidad, esclarecidos ciudadanos decidieron impulsar la democracia participativa en el ejido de Neuquén capital como opción ideal. A tal efecto organizaron un gran consejo asesor representativo del arco plural de la sociedad integrado por partidos políticos, comisiones vecinales, regionales, gremios, empresarios, comerciantes, ONG, colegios profesionales, el Copade, la UNC, Municipalidad, Provincia, Nación, etc. Así nació el Caesyp (Consejo Asesor Económico Social y Planeamiento), con la tarea de asesorar al organismo municipal y a los concejales para lograr una mejor calidad de vida de la población. Avezada experiencia cívica que, como lo acredita una investigación realizada por la Universidad de San Juan, fue coronada por el éxito nada más y nada menos que en la turbulenta época de Rosas, donde lo humano no tenía ningún valor. Por ese entonces gobernaba la provincia de San Juan el caudillo federal brigadier Gral. Nazario Benavídez, quien consciente de que solo la verdad como autoridad terminaría con las luchas fratricidas y convertiría la patria en potencia mundial, contrarió la orden del Restaurador de exterminar al adversario y, al igual como ahora lo hace el Caesyp en los albores del poder social, puso en marcha la democracia participativa unificando en su gabinete la superior condición del intelecto creador (elitismo) de los unitarios con el populismo de las mesas federales. Elevado ejemplo de cultura política que supo traer la reconciliación, el trabajo, el progreso, la probidad y la paz social en regiones devastadas por la guerra civil. Este breve y auténtico testimonio histórico certifica que solo la pureza cívica de la democracia participativa puede redimir la sociedad. Como esta es la condición íntima del Caesyp, obviamente su presencia no es del agrado de la partidocracia, que viene poniendo su mayor empeño en hacerlo desaparecer. Por lo tanto, cuanto antes, la sociedad neuquina debe conformar una multisectorial que lo apoye en su voluntaria y edificante labor. Sobre todo que pueda honrar su superior designio de restaurar la verdad como autoridad. Hugo César Navarro DNI 7.946.311 Neuquén
En el verso 1.160 del Martín Fierro hay una explícita advertencia: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque, si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”. La historia del pueblo argentino demuestra que no supo, no pudo o no quiso abrevar en tan elevado precepto gaucho ya que su oponente, “divide y reinarás”, hasta el día de hoy sin mayor dificultad logró imponer su oscuro legado. Defección moral que ha enfrentado al pueblo argentino en dos bandos irreconciliables desde antes de su nacimiento como Nación hasta este devaluado presente que bien vale identificarlos. El nacionalismo cristiano, por un lado, y el liberalismo masónico, por el otro, a sangre y fuego vienen confrontando por imponer su particular ideología a la población. Este es el orden cronológico de las fuerzas en oposición: patricios vs. carlotinos; federales vs. unitarios; autonomistas vs. nacionales; radicales vs. conservadores; peronismo vs. antiperonismo; populismo vs. elitismo. Extremos ideológicos que, cuando lograron hacerse del poder –salvo la excepción de rigor–, suprimieron la verdad como autoridad e impusieron la autoridad y/o autoritarismo como verdad. Si la verdad que “nos hace libres” está proscrita, la corrupción, impunidad, narcotráfico e inseguridad usurpan su lugar. Habida cuenta de que la representación política, por ser parte del problema, no está en condiciones de revertir esta realidad, esclarecidos ciudadanos decidieron impulsar la democracia participativa en el ejido de Neuquén capital como opción ideal. A tal efecto organizaron un gran consejo asesor representativo del arco plural de la sociedad integrado por partidos políticos, comisiones vecinales, regionales, gremios, empresarios, comerciantes, ONG, colegios profesionales, el Copade, la UNC, Municipalidad, Provincia, Nación, etc. Así nació el Caesyp (Consejo Asesor Económico Social y Planeamiento), con la tarea de asesorar al organismo municipal y a los concejales para lograr una mejor calidad de vida de la población. Avezada experiencia cívica que, como lo acredita una investigación realizada por la Universidad de San Juan, fue coronada por el éxito nada más y nada menos que en la turbulenta época de Rosas, donde lo humano no tenía ningún valor. Por ese entonces gobernaba la provincia de San Juan el caudillo federal brigadier Gral. Nazario Benavídez, quien consciente de que solo la verdad como autoridad terminaría con las luchas fratricidas y convertiría la patria en potencia mundial, contrarió la orden del Restaurador de exterminar al adversario y, al igual como ahora lo hace el Caesyp en los albores del poder social, puso en marcha la democracia participativa unificando en su gabinete la superior condición del intelecto creador (elitismo) de los unitarios con el populismo de las mesas federales. Elevado ejemplo de cultura política que supo traer la reconciliación, el trabajo, el progreso, la probidad y la paz social en regiones devastadas por la guerra civil. Este breve y auténtico testimonio histórico certifica que solo la pureza cívica de la democracia participativa puede redimir la sociedad. Como esta es la condición íntima del Caesyp, obviamente su presencia no es del agrado de la partidocracia, que viene poniendo su mayor empeño en hacerlo desaparecer. Por lo tanto, cuanto antes, la sociedad neuquina debe conformar una multisectorial que lo apoye en su voluntaria y edificante labor. Sobre todo que pueda honrar su superior designio de restaurar la verdad como autoridad. Hugo César Navarro DNI 7.946.311 Neuquén
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