Laila y su verdad sobre el crimen en la clínica
Su infancia, el cambio de sexo y la historia familiar.
Laura Frank
CIPOLLETTI (AC).- La sensación es extraña: está sentada en una silla de ruedas, implorando que le den las condiciones “dignas” en una cárcel. No mueve las piernas, expira, entre sollozos. Habla de su madre, que está moribunda, que la va a perder, que es lo más importante de su vida. “Si no soy capaz de defender a mi madre soy una cobarde ¿para qué estoy en esta vida?”, repite. Pero ni siquiera en ese contexto Laila Díaz Sigri –cuyo nombre en el documento sigue siendo Héctor José–, quien irrumpió en una clínica de Cipolletti y asesinó a la joven Carla Milla, parece una mujer indefensa. Tiene el cuerpo inmóvil, la cara plana, algo huesuda, el pelo entrado en canas. Se queja porque en la comisaría Cuarta no puede bañarse, porque duerme en el piso, porque la miran con desdén. Su convicción sorprende. “No estaba loca cuando entré a la clínica, pero no tuve la intención de matar a esa chica”. Pero la mirada se le turba cuando habla del médico Walter Núñez. Es el blanco de su ira. “No se si lo hubiese matado, quizá le pegaba un tiro en alguna pierna. Si lo mataba no iba a sufrir… Y yo lo quería ver sufrir”. Laila está procesada por matar a la laboratorista de 24 años. Sabe que puede pasar el resto de sus días tras las rejas, pero no se hace a la idea. Quiere que la trasladen a Roca, donde estaba “más cómoda” y recibía asistencia médica para sus problemas de pulmón y movilidad. Pero más que nada, desea que le dejen ver a su madre, la mujer de 81 años que vivía con ella y fue el sostén de su vida. También es la razón de que quizá no vuelva a ver la luz. Ella está internada en Neuquén y su estado de salud es crítico. No sabe que su hija le arruinó la vida a una familia. También le costó entender, allá en Mendoza, en el amanecer de los 80, que Héctor José quería ser mujer. “Mis padres no lo aceptaron de entrada, pero después no les quedó otra. Fueron los últimos de mi familia en entenderme”, recuerda. Como hombre estuvo en la Fuerza Aérea y una sórdida historia lo hizo abandonar. Se ‘hizo’ mujer, se prostituyó, cayó muchas veces en una celda. Ninguna como ésta. “En Mendoza las leyes eran muy duras. Es una sociedad retrógrada. Por eso me vine para acá. Cuando llegué a Neuquén estaba como en el paraíso”. Corría 1989. Primero arribó ella, luego su madre y su hermano. Murió el padre. Comenzó a recorrer las calles. Tenía un arma en casa. Dos veces la usó antes del 23 de marzo. Un “ladrón” recibió tres disparos suyos en el estómago. “No murió, lamentablemente”, dice endureciendo la mirada. Alguna vez estudió inglés, piano, tuvo “una infancia normal”. Contó que le enseñaron a decir la verdad, aunque no la beneficie del todo. “Hay que contar la verdad y espero que me entiendan que no tuve intención de matar a la chica”, aseguró. Insistió durante la entrevista en que quiere visitar a su madre porque está agonizando y puede morir. –¿Qué se acuerda de ese día? –De todo. Yo venía muy mal hace como una semana. Me descompuse en el hospital de Neuquén. Fue como una tortura psicológica que me fue haciendo este basura con guardapolvo (por Núñez). Sentí que tenía que ir a verlo por lo que le había hecho a mi mamá. La dejó en estado vegetativo. Ese día escribí una carta y me despedí de mi familia y les puse que no aguantaba más. Cualquier persona hubiese tenido el mismo pensamiento que tuve yo. Decir iría y lo reventaría, es lógico. –¿Planeó lo de ese día? –Estaba mal, angustiada. Sufriendo, llorando. Ya no aguantaba. Llegué muy nerviosa ese día a la clínica… –¿Piensa que era en su contra? –No. Otro paciente, el que estaba al lado de mi madre, se murió horas antes de que le dieran el alta. También conozco otro caso. Seguro debe haber más pero como nadie se queja. En un momento de desgracia lo que uno menos piensa es en quejarse. –¿Cree que su condición de salud puede ser un atenuante? –A mí me enseñaron que hay que decir la verdad. No me beneficia del todo porque decir que yo estaba “despierta”, pero es así. Estaba angustiada, desesperada. Con mi madre moribunda. Pero yo quería encontrar el médico. Miente cuando dice el enfermero que a mí me hacían sacar con los de seguridad. Tuve problemas, estuve deprimida pero no voy a usar eso como atenuante. No se si hubiese matado al médico, quizá le pegaba un tiro en una pierna. Matarlo no era la solución, porque no hubiese sufrido. Repite que “no tuvo intención” de quitarle la vida a Milla, que si hubiese buscado matar a más gente lo habría hecho sin problemas. Sabe que su “acto de venganza” le arruinó la vida a “una familia inocente”. –¿Se hace a la idea de que puede pasar muchos años presa? –Si hay justicia, no. Seguramente me tienen que dar una pena mínima. No armé una estrategia, declaré cuando tuve que declarar. La gente tiene derecho a guardar silencio pero yo no tenía nada que armar. Tenía que ir y contar la verdad. Hay gente que no me va a creer pero yo no tuve intención de matar. –¿Qué es lo peor que le pueden decir hoy? –Que miento, que porque soy travesti y pobre, miento.
sebastián busader sbusader@rionegro.com.ar juan cruz garcía garciajcruz@rionegro.com.ar
Laura Frank
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $750 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios