Las comarcas modifican el mapa político

Para la académica este concepto, que alude a profundos lazos que ligan a localidades rionegrinas con pares de provincias vecinas, explica la escasa integración entre regiones y algunos comportamientos electorales.

–En el libro “La trama al revés en años de cambio” (Cehepyc, 2013), usted acuñó el concepto de área comarcal para referirse a hechos políticos y sociales en Río Negro. ¿Cómo es esta categoría histórica y en que ámbitos se refleja? –Es un concepto que estamos trabajando en el proyecto de investigación de la Facultad de Humanidades de la Unco, con un equipo interdisciplinario. Pretendemos que esta categoría histórica es superadora de la clásica concepción de zonas en que está pensada Río Negro, que nos permite hallar algunas explicaciones sobre la escasa integración provincial. El “área comarcal” responde a una organización socio-cultural del territorio, que incluye y supera los límites político-administrativos provinciales y a la vez cuestiona la división tradicional de las zonas económicas: Alto Valle, Valle Medio, Valle Inferior, Sur, Andina, Atlántica, Norte y Nordeste. Las áreas comarcales están conformadas por localidades cuyos ciudadanos tienen elementos culturales, sociales y subjetivos en común con la población de ciudades de provincias colindantes más allá de las marcas administrativas: Neuquén, Buenos Aires, La Pampa, Mendoza y Chubut según el área de referencia. –¿Cuáles serían estas áreas comarcales? –El Valle, Andina, Atlántica y, en conjunción con ellas la población de la meseta, y por último, el área comarcal del Colorado. La articulación de la población en estas áreas comarcales se basa en la producción de bienes materiales e inmateriales, en la circulación de la fuerza de trabajo, en la comercialización y en la integración educativo-cultural, como así también en fundamentos de la realidad socio-histórica que hace a la vida cotidiana en las localidades de diferentes provincias, en un escenario de hibridación socio-cultural rural/urbano. Los límites provinciales solapan esa integración material e identitaria de la población de estas áreas, que poseen una dinámica propia y compleja, y es esta realidad social lo que permite explicarnos la escasa formación de una “conciencia provincial” rionegrina. –¿Esto se refleja de algún modo en los recientes comicios en Bariloche, por ejemplo? –Se pueden analizar desde este lugar, tomando a Bariloche como centro hegemonizador del área Andina, donde candidatos de partidos municipales triunfan frente a fuerzas políticas nacionales, una peculiaridad en la vida política provincial. La conformación de partidos de territorialización local que expresan intereses de los vecinos posibilita la emergencia de dirigentes políticos que más tarde alcanzan el triunfo municipal en consonancia con la construcción de una hegemonía provincial, otrora Alberto Icare (partido SUR) con el radicalismo y ahora Gustavo Gennuso (Pueblo) con el proyecto político de Juntos Somos Río Negro que lidera el gobernador Alberto Weretilneck. Este comportamiento de la representación política en Bariloche, que desde la reinstauración democrática en 1983 se caracteriza por la emergencia de partidos municipales (alrededor de seis), podría explicarse por factores más localistas y subjetivos que en relación a la lógica de interés del Estado provincial. –¿Cómo influye la implosión que ha sufrido en estos pocos años el radicalismo como fuerza provincial, protagonista excluyente durante casi 28 años? –Si se comparan los votos que obtuvo el radicalismo hasta el 2007 –último gobierno en la provincia– y el porcentaje alcanzado por Alberto Weretilneck este año, el sentido común indica que muchos rionegrinos que votaban al radicalismo ahora optaron por Juntos Somos Río Negro. De no ser así, no se entiende la magra performance del candidato radical. Esto se puede interpretar, a partir de una sociedad rionegrina que fue construyendo una cultura política mixta y moderada –ideológicamente pragmática–, orientada al logro individual, pero también con expectativas respecto del accionar del Estado. Esto último se pudo observar claramente en la reciente protesta de los productores del Alto Valle y el papel que jugó el gobernador en ese acontecimiento, rol que también jugó el gobernador Pablo Verani años atrás encabezando el tractorazo, posicionándose ambos en la dialéctica gobierno provincial-gobierno nacional. La implosión de la hegemonía radical hace pensar en una escasa identificación político-partidaria de la ciudadanía rionegrina. –¿Cómo es esto? –Por ejemplo, la experiencia justicialista del 73 no logró consolidar una identificación peronista extendida a nivel territorial, ni una cultura política que ubicara al peronismo reconfigurando desde el Estado a una sociedad con rasgos corporativos y amplias prácticas de asociaciones privadas y empresariales que influyen en las decisiones estatales. En el 2011, tras el triunfo del FpV, se generó la ilusión en el electorado peronista de un horizonte que no fue. Y por otro lado, casi tres décadas de continuidad del partido radical en el gobierno requirieron de alianzas, de cooptaciones y de prácticas patrimonialistas más que de identificación político-partidaria genuina. Por lo tanto, esos votos fueron a la propuesta de continuidad de Weretilneck. Esta allí el desafío… hegemonía o construcción efímera. –Se menciona la muerte de Soria como otro factor clave. ¿En qué sentido afectó al peronismo provincial y a este desarrollo localizado de la política? –En principio, se reinstalaron en el interior del peronismo históricas luchas intestinas por el liderazgo, con el firme acompañamientos de intendentes peronistas, entre Miguel Pichetto y Martín Soria, diferencias que se habían limado para las elecciones del 2011 con el alineamiento en torno a la figura de Carlos Soria. Recordemos además que los acontecimientos en Bariloche, con saqueos a comercios en vísperas de las Navidades de hace tres años, terminaron con el desplazamiento del intendente electo. Esto seguramente influyó entre dirigentes, militantes y simpatizantes del peronismo local, generando recelos y divisiones. La derrota de Pichetto en las elecciones a gobernador indica que el liderazgo y los acuerdos partidarios que Carlos Soria había logrado construir no encontraron dentro del peronismo un relevo. A nivel de la política local, en las distintas áreas comarcales hay una falta de liderazgos que le permitió al gobernador actual acumular poder territorial, sin competir localmente con el radicalismo para sumar a nivel provincial. –¿De qué manera Weretilneck aprovecha este desarrollo para la construcción de poder provincial? –Contra viento y marea que desde las instancias nacionales y locales azotaban al gobernador, este supo construir una urdimbre que le posibilitó sumar a los votos propios, del Frente Grande, votos peronistas donde el FpV perdió los alineamientos tradicionales y votos radicales. A falta de una estructura partidaria fuerte, el gobierno cumplió ese papel. Recordemos que el FG fue intervenido y Weretilneck creó un nuevo partido que, quizás, pueda cumplir los propósitos de una fuerza política provincial. En las localidades donde el radicalismo podía mantener las comunas, el partido del gobernador no presentó candidatos, lo que le permitió sumar votos radicales para la gobernación. Los resultados adversos en Roca se equilibraron con los votos obtenidos en Cipolletti, Villa Regina y, finalmente, Bariloche, que concentra el 16% del padrón electoral provincial. Una alta volatilidad de votos, varias fuerzas políticas vecinales y un peronismo dividido le permitieron cimentar las bases de construcción de poder provincial. Los cuatro años de gestión por delante nos aportarán elementos para dar cuenta del devenir histórico-político de la provincia. –¿Hay un momento en que este desarrollo comarcal se articula en liderazgos políticos provinciales? –Este momento histórico inaugura un proceso de cambios de trascendencia en la articulación política intercomarcal, que seguro estaba en el imaginario político de dirigentes frepasistas. Hasta hoy la historia política provincial ha tenido al Alto Valle como proveedor (fábrica de dirigentes) de líderes políticos tanto desde el radicalismo como del peronismo: Carlos Nielsen (UCRP, 1963), Mario Franco (PJ, 1973), Horacio Massaccesi (UCR, 1978), Pablo Verani (UCR, 1995), Miguel Saiz (UCR, 2003), Soria (FpV, 2011) en la gobernación. En cincuenta años de vida provincial solo dos representantes del Ejecutivo no provinieron del área comarcal valletana: Edgardo Castello (UCRI, 1958) y Osvaldo Álvarez Guerrero (UCR, 1983). Pero esta situación histórica está manifestando signos de transformación en cuanto a un nuevo eje articulador del desarrollo provincial que está comenzando a vislumbrarse: Cipolletti-Bariloche. (Graciela Iuorno es doctora en Historia, docente e investigadora en la Facultad de Humanidades de la Unco. Integra el Centro de Estudios Históricos de Estado, Política y Cultura –Cehepyc– y es miembro de Clacso).

Iuorno considera que está en formación un nuevo eje articulador del desarrollo provincial: Cipolletti-Bariloche.

ENTREVISTA: Graciela Iuorno, Historiadora

Leonardo Herreros lherreros@rionegro.com.ar


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