Las mujeres se rebelan ante las exigencias por “llegar al verano”

En Neuquén, entre el 70% y el 80% de quienes asisten a los centros de estética son mujeres. Sin embargo, algunas se dejan los “rollitos” y los pelos para romper con los mandatos sociales.

“Ya no llego al verano”, escribe Camila en su cuenta de Instagram junto a una foto de su abdomen y se toma los “rollitos”. “Dietas efectivas para adelgazar y conseguir el cuerpo del verano”, postea Claudia en Facebook y sus amigos le comentan que se apure. “Lo único que no me gusta del verano es que tengo que empezar a depilarme”, reprocha Melina en Twitter. Así, muchas mujeres más expresan su preocupación por cumplir con las normas impuestas sobre sus cuerpos, que parecen endurecerse a medida que aumenta la temperatura.


Según un sondeo que realizó RÍO NEGRO, en los centros de estética de Neuquén señalaron que entre el 70% y el 80% de quienes asisten son mujeres.


Agregaron que, a partir de septiembre, hay un incremento de tratamientos: los más requeridos son los de depilación definitiva (sobre todo en el sector de las axilas, piernas y cavado) y aquellos referidos a la disminución de la celulitis y la reducción de grasa en el sector del abdomen, glúteos y brazos.
Pero ¿Cuál es el cuerpo del verano? ¿Las exigencias sobre el cuerpo recaen más en las mujeres que en los hombres?


Samanta Alonso, modelo Plus Size, recalcó que la cultura patriarcal se ha encargado de cultivar un imaginario social en el que el cuerpo de las mujeres está sometido a examen y donde se “le exige, a nivel corporal, mucho más que a los hombres”. Subrayó que, entonces, “el cuerpo del verano es un cuerpo heteronormado y flaco”. Enfatizó que las publicidades contribuyen a la idea de que “el único cuerpo digno para disfrutar” del calor veraniego “es un cuerpo depilado, sin curvas, ni estrías y sin celulitis”.
El activismo gordo y los feminismos intentan romper con los estereotipos, para propiciar un clima de aceptación, lejos de los mandatos sociales.

Autonomía de los cuerpos


Aunque Alonso criticó que “el feminismo siempre ha sido gordofóbico”, subrayó que con la discusión por la legalización del aborto “se abrió el discurso sobre la autonomía de los cuerpos”. “Queremos poder habitar nuestra gordura”, manifestó.
Jula, como le dicen sus amigas, es una neuquina que empezó a tener contacto con el activismo gordo en el Encuentro Nacional de Mujeres en Chaco, en 2017.


“Me fui muy movilizada. No esperaba salir tan conflictuada conmigo misma y con el mundo en general”, relató. Remarcó que los feminismos vinieron a romper con ese paradigma: “Es como cuando te pones los lentes violetas, no hay vuelta atrás. Con los anteojos de la gordura pasa lo mismo”.


Cuando el movimiento gordo remarca que “la sociedad patologiza sus cuerpos”, se refiere a que de inmediato se considera que un cuerpo gordo es un cuerpo que no está sano”, explicó Alonso.
El nutricionista Samuel García señaló que no es así y advirtió que es mucho menos sano “someterse a dietas que prometen bajar de peso rápidamente”.


Sin pelos en la lengua
pero con pelos en las piernas

Además de la gordura, la cultura también rechaza que los cuerpos feminizados tengan pelos. Para quitarlos de su cuerpo, las mujeres se someten a procedimientos que les roban tiempo y que les causan dolor. Algunas deciden terminar con sus pelos para siempre. Gastan miles de pesos, entre 14.000 y 24.000, y acuden a la depilación definitiva en las piernas, axilas y la zona del cavado, que según indican las casas estéticas de Neuquén, son los sectores más requeridos.


Paula dejó de depilarse hace diez años y todavía observa la desaprobación en la mirada de los otros y hasta de sus allegados. Aseguró que ya no le importa y que está tranquila con ella misma. “Elegí no sufrir y si alguien sufre por verme los pelos que se curtan ellos”, recalcó y enfatizó que la depilación es una “masacre hacia la piel”.
Reflexionó que “estar encapsulada” en su cuerpo le generó mucho pesar: “Nunca tuve el sentimiento de reproducir lo que significa ser mujer en un mundo binario”.
Ana Iácono también dejó que sus pelos crezcan y subrayó que es una cuestión política: “Esas estructuras no me representan. Son presiones sociales que no tienen porque afectarme”.


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