Las Piedras Coloradas, una playa alternativa que crece cada verano

Este año la tendencia se hizo más clara que nunca: cada vez son más los turistas que disfrutan de los sitios más alejados del centro de Las Grutas. Cómo llegar a este paraíso natural.

LAS GRUTAS (ASA).- La estadística sigue marcando que la afluencia de visitantes crece año tras año. «En la playa no se nota más cantidad de gente», afirman algunos conocedores observando desde los paradores o desde la Costanera.

Sin embargo, relevando los alojamientos, se confirma la tendencia en aumento. ¿Dónde se refugia la gente para disfrutar de la playa y el mar? Ya no quedan dudas de que los turistas buscan sitios más alejados, que se han consolidado en los últimos años como balnearios alternativos al centro grutense donde se instalan cientos de personas cada tarde, aprovechando las particulares características de cada lugar elegido.

Y entre ellos, las Piedras Coloradas son sin dudas la principal opción desde hace ya varias temporadas. Esa playa es tal vez la única que adquirió identidad propia. Quienes la eligen, en general comulgan al apreciar la naturaleza y la tranquilidad con devoción. Buscan la calma y el descanso resignando actividades recreativas organizadas, la música o la danza. Privilegian las caminatas y los paseos frente al gym o la «banana». Recargan energías entre las misteriosas rocas de granito y feldespato mientras los niños se trepan al médano a observar el océano y lanzarse en caída libre sobre la arena suave que los siglos acumularon para separar el mar de la meseta.

A cinco kilómetros del casco urbano, en dirección al sudeste, a lo largo del camino consolidado que se inicia en el cañadón de La Paloma, se encuentra el ingreso a este balneario cada día más concurrido. Allí se reciben con alegría a los visitantes tranquilos que no olvidan sus bolsitas para los residuos, que prefieren escuchar el sonido de las olas en lugar de la música estridente que se pone de moda en el verano y desaparece en el invierno.

Al mismo tiempo que se rechazan sin disimulo los fourtrax y las motos que tienen prohibido circular por esa zona. Mientras las playas

céntricas concentran veraneantes activos, las Piedras Coloradas convocan a quienes prefieren darle protagonismo a la naturaleza. Al cobijo del sol o del viento rentan sombrillas de madera y paja o se introducen en los pequeños quinchos que se han creado sobre la arena. Son limitados los espacios para el estacionamiento con sombra y cada día son más los vehículos que permanecen junto al cañadón de acceso mientras sus propietarios disfrutan un día de playa extraordinario.

El surf y el kayak no faltan para pasar las horas, mientras que el sandboard en el médano es la opción para los más chicos.

El ingreso de una lancha marisquera modifica la rutina. Los turistas se agolpan junto a sus bandas cada vez que una de estas pequeñas embarcaciones arriba a la costa. Todos quieren llevarse mariscos frescos, recién extraídos por los buzos o las rastras. Las charlas con los pescadores no tienen desperdicio, llenas de anécdotas del mar y sus sorpresas. Así son las Piedras Coloradas. Un lugar que dejó de ser la playa íntima y solitaria de otros tiempos. Sus servicios y sus particulares características lo transformaron en un balneario alternativo privilegiado y muy concurrido, donde los únicos tácitos requisitos para la permanencia son el respeto por la naturaleza y por el descanso de los circunstanciales compañeros de playa.


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