Las tres pandemias


Junto a la causada por el virus, aparecen otras dos: la infoxicación (intoxicación por exceso y mala información) y el miedo exagerado que lleva a muchas conductas irracionales.


La peste” es una novela de Albert Camus que fue publicada en 1947. Hasta bien entrados los 70, fue muy leída en todas partes. Desde entonces se fue convirtiendo, a la vez, en un clásico y en uno de esos libros que se citan mucho y se leen poco. En él Camus narra la historia de una sociedad (en la ciudad argelina de Orán) cerrada en sí misma que es atacada por una peste (parece ser la peste bubónica, transmitida por las ratas: de hecho la primera imagen que se presenta es la de las ratas muertas en la calle, con un charco de sangre manando de sus bocas). En “La peste” seguimos las historias de un grupo de personajes obligados a convivir en el encierro que impone la emergencia. Hay médicos, borrachos, personajes ridículos y sublimes. Pero el gran protagonista es la solidaridad humana más allá de todas las máscaras y disfraces, desde el cinismo a la soberbia.

La pandemia causada por el nuevo coronavirus hizo que muchos analistas recordaran la novela de Camus porque allí se ve perfecto todo el ciclo de una “peste”. Comienza de improviso, va generando preocupación, pero nadie se protege demasiado y cuando ya se ha difundido masivamente surge el aislamiento extremo, la desconfianza, cambia radicalmente la vida y pareciera que si uno se salvara de semejante plaga apocalíptica tendría que vivir todo el resto de su vida con esas consecuencias; pero de golpe, tras meses y meses de angustias y muertos queridos, la peste se va. Termina. Y la vida sigue su ciclo de ignorancia de todo peligro, vuelven las fiestas y el absurdo humano se restablece a pleno.

Hoy estamos en el comienzo de la pandemia. Según los epidemiólogos lo único socialmente eficaz es el aislamiento social de la mayor parte de la población en las zonas en las que haya peligro de circulación del virus. Es una medida muy fuerte, con importantísimo impacto negativo en lo económico, social y político. Por eso se la suele tomar tarde: cuando el virus ya se difundió mucho y gran parte de la gente siente terror ante las cifras de contagios y muertes. Entonces acepta dócilmente lo que al principio le hubiera parecido mal aceptar. Así somos.

Las pandemias modernas se caracterizan por varios factores: son de rápida propagación porque jamás antes en la historia estuvimos tan interconectados a nivel global; pero el lado positivo de la globalización es que la investigación médica se hace con más rapidez y se comienza antes el desarrollo de remedios efectivos y posibles vacunas (nunca ante tuvimos esta capacidad médica y de investigación). Pero también hay varios elementos negativos que nuestra época le suma.

Junto a la pandemia en si, causada por el virus, aparecen otras dos pandemias: la primera es imparable (salvo en Alemania o China, con el control estatal absoluto de la información médica en caso de epidemia) y se trata de la infoxicación (intoxicación por exceso de información) que se une la mala información.

Ambas caras de esta otra pandemia nos enloquecen y nos debilitan en la lucha contra el coronavirus: mucha información (por lo general alarmista, de baja calidad y basada esencialmente en la emoción y el espectáculo -“cómo viven los famosos aislados por el coronavirus”, por ejemplo-) no ayuda. Expone a la mayoría al desinterés o a la paranoia, dos actitudes que son igualmente negativas.

La tercera pandemia es el miedo. El miedo puede ser exagerado ante un virus que a la inmensa mayoría de la población no le causaría más daño que una gripe grave (los únicos realmente en peligro importante son los mayores de 65 y los que tienen el sistema inmunológico comprometido o enfermedades preexistentes). Pero que un miedo sea exagerado no significa que no termine creando la realidad en la que viviremos. La gente actúa de una manera irracional cuando tiene miedo: por ejemplo, acapara alimentos y remedios o elementos que pueden servir -si son bien usados- para salvar vidas.

Si la gente tiene miedo y puede acaparar, lo hará. Por más que se le diga que no debería hacerlo. El miedo es la peor de las tres epidemias. Aunque está ligado esencialmente a la epidemia de información: son los medios los que deberían dejar de aterrorizar, cuestionar las buenas medidas que toma la autoridad competente, etc. Pero, por deformación profesional, no se pueden limitar y actuar racionalmente. Simplemente no sucede.

A las tres pandemias sobrevivirá la inmensa mayoría. Como bien nos enseña “La peste”, de Albert Camus, dentro de unos meses esta pandemia habrá pasado. Pero todos vamos a ser otros. ¿Seremos más solidarios o más egoístas? ¿Aprenderemos a vivir mejor en conjunto o seguiremos inmunes a la sabiduría?

Las pandemias al final terminarán. Desgraciadamente la estupidez no cesa. No hay muchos casos del pasado que nos animen a ser optimistas. Sobreviviremos (al menos, la mayoría), pero difícilmente seamos mejores.


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