Libros y cine: los espejos más tristes

Hay películas o libros que resultan incómodos para el espectador/lector. Nadie podría decir que sale “feliz” de ver “Guasón” o que disfruta de algunos textos. Y sin embargo, por angustiantes que parezcan, pueden ser un reflejo de nuestra sociedad.

Ahora que hay tantos hechos reales y contundentes que dan miedo y generan angustia, resulta extraño recurrir a la ficción para sentir algo similar. Y sin embargo, ahí vamos, a leer esos libros, o a ver películas, o series por más incómodas que resulten.

“Guasón” es una muestra de eso. La película de Todd Phillips, con un magistral Joaquín Phoenix, es una obra maestra, en casi todos los aspectos. Pero lo que uno siente, sentado en la oscuridad del cine, es que debe respirar hondo en cada toma. Y que muchas veces no alcanza con exhalar el aire para soportar lo que ocurre. No porque sea violenta (aunque algunas breves escenas lo son), sino por la sensación que deja. El filme es excelente. Y sin embargo, nadie saldrá “feliz” de haberla visto.


Lo mismo ocurre con algunos libros, como “Distancia de rescate”, de la argentina Samanta Schweblin, que acaba de ser transformado en una película. El relato en el que la escritora tensa “esa distancia variable que la separa de su hija” para estar siempre lo más cerca posible para protegerla, encastra dos niveles de lectura (el de la maternidad, y el de la intoxicación), de un modo que se vuelve asfixiante. En el libro, como en “Guasón”, hay que respirar hondo para atravesar el final. Y no, tampoco es felicidad lo que provoca cerrar el libro.


Hace algunas semanas y después del enorme éxito de “El cuento de la criada”, Margaret Atwood publicó “Los testamentos”, la secuela de la historia que transcurre en la opresiva República de Gilead. El futuro no es encantador.


“Tal vez no lo recuerden, pero hubo una vez un mundo sin seguridad en los aeropuertos (…) Nos hemos vuelto más temerosos”, dijo Atwood para demostrar que las semillas de eso que nos asusta las hemos sembrado nosotros mismos. Como “Guasón” o “Distancia de rescate”, el efecto es el de un espejo siniestro en el que lamentablemente nos vemos reflejados. Y no, no da alegría. Pero quizás ayuden a entender mejor la realidad, por angustiosa que sea.


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