Ligas: ¿cuál es su razón de ser?
Los torneos locales están en baja y no se vislumbra un cambio.
zonal
El periplo de un jugador promedio de la zona es más o menos el siguiente: su padre (quizá su madre) lo sumerge en el mundo del fútbol a los cinco, seis años, en el club de sus amores, ahí donde él alguna vez jugó o soñó hacerlo. El chico ama esos días de entrenamientos, comienza a competir, incluso goza con ver sangre en sus rodillas por caer en una cancha de tierra que parece asfalto. Lo lúdico domina. Pasan profes buenos y algunos sin capacitación ni capacidad, llega la pubertad, la adolescencia que ofrece otros placeres, posiblemente el debut en primera, no mucho más. Y el abandono, básicamente porque las ligas zonales no ofrecen incentivos para la formación y el crecimiento de los futbolistas. El fútbol es de acuerdo a quien lo analice. Un mundo dominado por la pasión y la salud, también por los negocios y las zonas oscuras. El regional sufrió un fuerte deterioro que ya data de décadas, parido por tantas causas que a esta altura sanarlo es casi utópico. Un paciente con variables patológicas. Ese chico que abandona lo hace porque hay otras opciones mejores: desde el estudio (lógicamente una buena decisión) hasta jugar en torneos amateur que ofrecen canchas en condiciones, camaradería y cero responsabilidad. A la mayoría no le duele demasiado dejar un club sin elementos de trabajo, profesionales capaces e instalaciones mínimamente acordes. En las ligas no hay responsables por este estado de cosas. Desde diferentes lugares, cada cual se volvió especialista en patear la pelota a campo ajeno. Los dirigentes de los clubes culpan a los de la liga, y los de la liga acusan a los de los clubes por no “preocuparse”. Los técnicos despotrican por torneos mal organizados y malos árbitros, los árbitros dicen que cobran poco y que por eso no están capacitados, y los jugadores no entrenan ni se cuidan porque no ven el futuro ahí. El producto terminado se ve los fines de semana, pero se sufre todos los días. Hay tantas realidades como ópticas, pero sí existen datos incuestionables. 1) la competencia podría ser mucho mejor. 2) la mayoría de las canchas hace imposible jugar bien al fútbol. 3) Son muchos los clubes que piensan las divisiones formativas como un “coseguro” para competir en primera división. 4) Los “profes” son los que más se capacitan, pero a la vez no tiene elementos y lugares acordes. 5) La organización de los torneos es mala. 6) Se ve como un castigo para los dirigentes ir a las reuniones de liga. 7) No hay alternativas ni alternancia en las conducciones. 8) Las invitaciones “federales” le sacan mérito y peso específico a los títulos domésticos. 9) Los clubes carecen de recursos humanos idóneos para crecer. 10) Los proyectos son sólo palabras al viento. ¿De qué sirven hoy las ligas? En lo formal, para darle filiación y entidad a los clubes que juegan torneos federales. En la práctica, son un tenue argumento para que algunos clubes sigan subsistiendo (varios, recibiendo dineros públicos). Pocos son los clubes que tienen en claro para qué participan y el mejor escenario para un presidente de Lifune y Confluencia es recibir una invitación, porque tiene una herramienta de poder para administrar. Golpeadas y venidas a menos como están, aún son un sitio de poder. Luis Sánchez fue el que mayor “provecho” le sacó. De ser colaborador de un ministro en épocas sobischista, llegó a la vicepresidencia de Sapere y de ahí al sillón de calle Alderete. Fue ese puesto el que le abrió las puertas de la subsecretaría de Deportes de Neuquén hace un tiempo (dice que se arrepiente) y también le dejó en bandeja la presidencia de una Confederación Neuquina de Deportes manchada por la corrupción. Ahora, formó un partido vecinal y quiere ser intendente. Antonio D’Angelo llegó a la Confluencia para suceder a Tomás Ibáñez. Es titular del sindicato de Luz y Fuerza y siempre estuvo vinculado con el fútbol por ser delegado de Catriel. En junio de 2012 presentó su “renuncia indeclinable” porque se sintió agraviado por las denuncias de dirigentes de Círculo Italiano. Pero lejos de dejar la liga, redobló la apuesta, encabezó una modificación del estatuto y logró su tercer mandato, algo que estaba prohibido. Hace pocas horas fue elegido otra vez como titular liguista. Un mes antes de la renuncia de D’Angelo, su par en la liga neuquina le anunciaba a este diario que ya tenía el okey tanto del gobierno provincial como del ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, para instalar diez canchas de césped sintétito, por un monto de 37 millones de pesos, que tenía como fin mejorar el juego en campos en muy mal estado como las de Atlético Neuquén, Pacífico, Patagonia, Sapere, Petrolero, Don Bosco y San Lorenzo. Todos esos campos de juego siguen igual o peor. En Lifune hay más medidas que en la Confluencia. Las últimas están aún macerando: la tabla general de todas las categorías (para que los clubes no desdeñen las categorías inferiores), la creación de ascenso y descenso. También se intentó ser duros con los clubes que generan violencia e incluso se penó con una suspensión a uno que hizo trampa en formativas, como Villa Iris. Pero el juego es mediocre y la organización deficitaria. Tanto, que la actual Copa Neuquén pasa desapercibida. La Confluencia se mueve a velocidad de un iceberg. “A los dirigentes no le interesa la liga como entidad deportiva, y sí como espacio de poder. Le gusta ser ‘el dirigente de…’. Pero no es sólo culpa de D’Angelo y quienes lo acompañan que esta liga sea tan mala, sino de todos nosotros, de los que representamos a las ligas”, señaló un dirigente de Cipolletti, club que debería hacer mucho más por la “causa”. Y siguió con dos cosas que suenan duras y reales: “el Estado se debería interesar más por los clubes y la liga”; y “los dirigentes se equivocan porque todos están atrás de la gran ilusión de sacar un jugador y venderlo para ‘salvar al club’, y no se dan cuenta que los clubes cumplen una función social, deben trabajar en el sentido de pertenencia para crecer como institución”. D’Angelo se aseguró otro período porque a Carlos Rodríguez no quiso avalarlo ningún club. El allense asegura que tiene que ver presión de la actual dirigencia. Puede ser. O no. Sánchez gestó un partido vecinal, se ungió como potencial candidato a intendente de Neuquén y cuando vio que las encuestas le daban la espalda, se unió al sobischismo. Hace un par de año acusó a Gastón Sobisch de armar un “complot” para que él no fuera elegido en Lifune. La política y la vida dan cientos de giros, pero los nombres en general son siempre los mismos. (S.B)
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Chichinales y Cipolletti, protagonistas principales de un torneo que no atrae.
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