LITERATURA: Obras de Finzi editadas por el INT 22-4-03

El Instituto Nacional del Teatro acaba de editar una antología -«De escénicas y partidas»- con cuatro textos del autor teatral de Córdoba, ya neuquino, Alejandro Finzi. El volumen tiene una cuidada presentación y contiene cuatro momentos creativos de una obra más literaria que teatral, aunque la trayectoria de Finzi esté indisolublemente ligada al grupo patagónico de teatro Río Vivo. El elenco ha llevado a escena la mayoría de las obras del escritor, en el país y en el extranjero. «Viejos hospitales», estrenada en setiembre de 1983 en Metz, Francia, abre la serie. Se trata del soliloquio de una mujer que, se infiere, es pobre, y espera ser atendida en el viejo hospital. Lleva en brazos a su hijo enfermo. Está sentada en un banco de plaza junto a un linyera, otro olvidado, y espera. Acuna a su hijo enfermo, se ilusiona con su hijo grande y sano y fuerte, y espera. No hay acciones ni cambios. Ni desplazamientos escénicos. Está el monólogo de la mujer que espera, está la espera. En ese monólogo hablan los cuerpos de algunas mujeres, otras. «La Estela. Toda chorreada. Ir a meterse una aguja de tejer. Ir a esconderse, sola, para meterse la aguja. Para perderlo. Y la sangre que no paraba. Y después, qué; estaba casi de tres meses, yo creo. Eso es un aborto». O ésta: «¡Ah, te quejás ahora ¿eh? ¡¿Duele, eh!? ¡Pero bien que te gustó acostarte con el que te lo hizo! ¿eh? Todas, lo mismo: ahora se quejan, pero bien que les gustó…» Abrumadoramente realistas, de una crudeza que estremece, los textos de Finzi sin embargo no intentan traducir la realidad término a término sino desplegar el universo interior de personajes que actúan como metáforas amplias y abiertas, complejas las más de las veces. El mismo autor reconoce en el prólogo a esta edición que con su escritura busca explorar las posibilidades literarias y presentar una obra «portadora de una historia que, desde lugares disímiles, pueda cautivar a un lector de la misma manera en que va a atrapar al espectador». Son textos para ser leídos, primero y en efecto, y quedarse desplomado de dolor, de tristeza y de perplejidad al cabo. La literatura dramática de Finzi –dramática en sentido específico pero también extendido- se integra al corpus de la palabra que resiste, denuncia, acusa y subvierte. Destruye toda ilusión, asedia, acomete. Una línea de pertenencia a lo regional patagónico recorre toda la producción del autor, que ha acentuado esta genealogía del fin del mundo y exhumado personajes históricos como Martin Bresler, Chaneton, Benigar, Juan Bautista Bairoletto o Saint Exupéry. Son pretextos para hablar del coraje, de la locura, de la soledad, de la muerte. Y también, qué duda, de los olvidos y el polvo que cubren la vastedad de este pedazo del planeta. «La isla del fin del siglo», escrita en 1990 e incluida en la edición del INT, reúne a Darwin y a Freud, a orillas del mar, en el desierto. Darwin arrastra su laboratorio en un carrito que Finzi asimila a la precariedad de condiciones en que los científicos argentinos investigan o intentan hacerlo. «Bairoletto y Germinal» (1996), a la vez que re-crea al famoso bandolero, especie de Robin Hood de las pampas, señala la inconsistencia de los discursos políticos y es un homenaje a los populares radioteatros de hace décadas. Finalmente, «La piel o la vía alterna del complemento». Un hombre y una mujer, la enfermedad, el dolor, la deformidad, la inminencia de la muerte, la asunción del amor: los temas de superficie de un texto nunca llevado a escena. Para Finzi es su obra más querida y también su gran fracaso. «Todos los directores dicen que es una obra terrible, triste», dice Finzi. La lectura de la obra, efectivamente, persuade para coincidir con esos directores. Con el bonus track de una entrevista a Finzi, realizada por Emilia Deffis de Calvo en Quebec-Montreal, que entrega claves biográficas y métodos de creación del autor, las cuatro obras que contiene «De escénicas y partidas» pueden leerse como el texto único, con variaciones, de un relato coral entonado desde y en las orillas de la historia y de la geografía, donde las mujeres y los hombres indagan el sentido de la existencia, que no otra cosa es la pregunta que sostiene la angustia en este lado de acá, donde el viento se lleva todo y solemos quedarnos abrazados a nosotros mismos, mirando cómo ruedan los cardos rusos y los días. Mónica Reynoso


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