Los aromas y sabores también complementan una buena amistad

Una comida para celebrar a nuestros amigos, para no dejar de mimarlos.

Redacción

Por Redacción

Por Victoria Rodriguez Rey (@victoriarodriguezrey)

“Amigo, ya sé que perdiste el gusto, pero ahí te va un frasquito con berenjenas, un sabor que tenés tan registrado como el fernet. Así que mientras comas, apela a tu memoria».

La tarta de coco y de dulce de leche es de Paula, el tiramisú de Paco, el budín de zanahorias de Memi, el jugo de ciruelas de Mónica, la chocotorta de Nicolás, la tarta de ciruelas y jazmines de Faustino, cualquier cosa que llegue adentro de un recipiente hermético, es de Carla.

Un día un yanqui pisó la luna y en esta parte del sistema solar encontramos el motivo perfecto para arrimarnos, abrazarnos y celebrar el habernos hallado en la vida. En ese tiempo de recorrido en paralelo, conociste su ritmo al caminar, la estación del año favorita, esa cumbia que a cualquier hora la va a hacer bailar, también sus desiertos y el mapa de su paladar.

Una frase cortada de Eduardo Galeano dice algo así… “En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre. En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma». La llave hace referencia a las cinco llaves que conducían a las casas de sus cinco amigos que los salvaron en los tiempos del terror en Argentina. El pan, tan sencillo, aunque tan fundamental en los rituales alimentarios. Y allí la tarea de cocinar, como una actividad de sublevación en tiempos cargados de inmediatez. Cocinar, como una actividad que si bien organiza un cúmulo de técnicas que combina tiempos, da cuenta del momento de compartir, de nutrir, de generar un espacio de refugio y guarda. Tan íntima como mágica, la tarea de habitar las mesadas y encender los fuegos, propone siempre incentivar los sentidos adormecidos de tanta carga de bocados sintéticos y redes sociales.

El mejor regalo: un bolsón de verduras agroecológicas para que tus amigos cocinen.

Quizá por eso entiendo que el regalo perfecto se encuentra en un saco de harina, un bolsón de verduras agroecológicas o en un salame casero. Porque detrás de eso hay organización, procesos, transformación y después de eso hay encuentro, magia y tiempo.


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