Luthiers, un oficio que se valorizó en la pandemia

Carlos Fioritti y Ricardo Fleitas construyen, ajustan y reparan instrumentos en Roca que lejos de quedar desactualizados o viejos, relucen para sumar historias y aflorar sentimientos.

Por Gisela Figueroa

El oficio de la luthería es un campo casi inexistente en la ciudad. Carlos Fioritti y Ricardo Fleitas frenan el tiempo y se refugian de la pandemia en sus talleres, ya que la cuarentena acercó a nuevos clientes que decidieron retomar el hobbie por los instrumentos o aprender a tocar de nuevo.

Los artesanos de la música construyen, ajustan o reparan instrumentos que lejos de quedar desactualizados o viejos, relucen para sumar historias y aflorar sentimientos. 

Carlos Fioritti (71) es de Tandil, pero se radicó en Roca hace 50 años. En los 80’ integraba un grupo musical, y su interés por realizar instrumentos comenzó a crecer desde entonces porque los costos de los repuestos eran en dólares y se adquirían solo en el extranjero. Autodidacta hace más de 30 años, se especializó en la reparación y construcción de instrumentos de cuerda pulsada, de la familia del violín y de la guitarra junto a todos sus secundarios. «Estoy en mi etapa de jubileo, pero con las mínimas que hay en este país es difícil subsistir. Tengo mucho trabajo de reparación y bastante material para seguir haciendo guitarras por muchos años más», expresó Carlos Fioritti, luthier de la ciudad.

El taller está en su vivienda, y lo edificó con sus manos. Los grandes ventanales brindan el espacio de luz que deja entrever la sala espaciosa con instrumentos que cuelgan desde el techo. El olor a madera y resina dan la bienvenida a quienes se acercan. 

Carlos abre cada mañana manteniendo la misma pasión que el día de apertura, esperando ansioso nuevos desafíos. Actualmente la mayor demanda es en reparaciones de guitarras criollas y acústicas. Por la escasez de algunos insumos, recurrió a la compra por internet con proveedores de Buenos Aires que son importadores. “Con la cuarentena muchos han desempolvado la guitarra que tenían en el ropero. Las refacciones son por rotura del mango y la pala del clavijero, que se da por accidente al dejar mal parada la guitarra. Después aparecen los arreglos de nivelación de las cuerdas que son defectos de construcción de las piezas”, indicó.

Actualmente la mayor demanda es en reparaciones de guitarras criollas y acústicas. Foto Juan Thomes.

Las herramientas de corte, formones, y cepillos de distintos tamaños no faltan en el espacio laboral. La luthería le permitió adentrarse a distintas disciplinas de la madera para entender sus variedades y características, además de las condiciones atmosféricas donde trabajarla de la mejor manera. “En la zona hay mucha amplitud térmica que incide en los materiales. A las 7 de la mañana tenemos 80% de humedad y a las 11, un 10%. Eso hace que la madera se dilate y contraiga rápidamente ocasionando fisuras”, mencionó.

La construcción propia de los instrumentos requiere mucha dedicación, y el trabajo con la madera regional se tornó difícil con los años. Por sus características, la variedad del pino que se utiliza actualmente en la caja de transmisión sonora proviene de afuera. Aun así, Carlos atesora con orgullo una de sus primeras creaciones, una guitarra que realizó en el 84’ con cerezos de 50 años de la zona. “Antes se podía ir a las chacras a buscar madera. Ahora hay cada vez menos plantas con porte, ya que con la nueva tecnología de las espalderas se modificaron los pie de los frutales que ahora son enanos y tienen pocos centímetros de diámetro”, explicó. 

La luthería trae consigo mucha experimentación y creatividad a la hora de incurrir en un nuevo proyecto. Suma de a poco nuevos adeptos, que velan por el conocimiento del oficio que se pasa de generación en generación, y que trabaja además del instrumento, con las emociones del músico. “En el momento que agarro un acordeón es como tocar el alma del cliente. Todo debe quedar perfecto, no debe haber fallas”, indicó Ricardo Fleitas (32), músico y luthero que repara acordeones y bandoneones. Trabaja del modo antiguo, hace las refacciones solo de forma manual, sin herramientas eléctricas.

En las mañanas, Ricardo se dedica a hacer la afinación, limpieza de voces, y arreglo de bajos y teclas. Foto Juan Thomes.

Los acordeones de la zona tienen distintos países de fabricación. Hay de Alemania, Italia, Francia, Ucrania, Rusia, y también de China. Son instrumentos de viento que generan sonido por vibración. Las voces son producidas por una placa de aluminio que la rellenan dos lengüetas de acero a través de un remache. El fuelle se estira para darle presión al aire para que vibren las 224 voces de un acordeón pequeño. “Antes de la pandemia los músicos trabajaban todas las semanas, y ahora se dan el tiempo para darle un mantenimiento a sus instrumentos porque bajó esa demanda”, expresó.  

En las mañanas, Ricardo se dedica a hacer la afinación, limpieza de voces, y arreglo de bajos y teclas. El acordeón entró en su vida por la inquietud de los recuerdos de la niñez, donde su tío abuelo tocaba en las reuniones familiares. De adolescente comenzó a hacer música campera y un día quedó arrumbado en su hogar un viejo acordeón Golden Cup. La conexión con el instrumento fue plena y su aprendizaje fue de oído hasta que el acordeón comenzó a deteriorarse. Motivado a repararlo, se trasladó a Buenos Aires donde logró aprender del oficio al que se dedica con pasión. 

Con el taller en su casa, la cuarentena fue ajetreada. Los trabajos se acercan no solo del Alto Valle y sino también de otras provincias. Las refacciones más requeridas son de cambio de fuelle y afinación. Luego está la personalización. “Muchos no tienen el acordeón adecuado, pero necesitan que suene de un modo en particular, con cierta precisión para su estilo musical”, comentó Ricardo.

Los trabajos se acercan no solo del Alto Valle y sino también de otras provincias. Foto Juan Thomes.

Difusión del oficio 

Los luthiers pretenden en un futuro inmediato poder formar a trabajadores con todo el conocimiento que tienen para difundir el oficio que, durante décadas, se basó en el traspaso celoso de conocimientos y técnicas entre maestro y discípulo. «Me gustaría enseñar porque esto es algo que no se puede terminar acá. Es un beneficio para todos», indicó Ricardo Fleitas. 

Por otra parte, ante la ausencia de escuelas y talleres en el valle, los sueños y esperanzas afloran en los planes. «El IMBA tienen establecido en su currícula el oficio del luthier, pero no lo ha implementado. Argumentan que la hace falta inversión y no es tan redituable en estos momentos. Aun así, me gustaría armar un taller- escuela de luthería en la ciudad», remarcó Carlos Fioritti. 


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