Los Flamini: historia de una “familia” no muy normal

A fines de los ‘90, cuatro jóvenes de Bariloche encontraron en el circo una forma de expresarse y de vivir. Pero la trágica muerte de uno de ellos marcó el fin de aquella experiencia. Este año, se reunieron para rendirle homenaje con un festival.

Allá por 1999, la compañía de circo “Familia Flamini” comenzaba a gestarse casi sin que sus integrantes se dieran cuenta. En ese momento, Manuel Martínez y Valentín Rodríguez terminaban el secundario y pensaban en dejar Bariloche para “irse a estudiar”, sin estar del todo convencidos qué.

“En una competencia de escalada del Club Andino vi a la familia de circo Salapia y me explotó la cabeza. Me fui al lago a practicar malabares con piedras. Ellos se fueron a México y nosotros también decidimos viajar.

Salimos con los malabares en la mochila”, recuerda Valentín, hoy con 38 años.

Los jóvenes comenzaron con espectáculos a la gorra en los semáforos. Recorrieron Chile y Bolivia, donde fueron deportados. El viaje continuó por Perú y Ecuador, donde también fueron deportados pero en este caso, estuvieron presos durante varios días.

“En el camino fuimos encontrando amigos, familias del circo.

Entrenábamos juntos. Acrobacia ya veníamos haciendo, pero después llegó el payaso que se ganó la película. Era la excusa para jugar”, señaló Valentín.

Por esos años, se sumó Bernardo, el hermano de Manuel, que estudiaba música en la Universidad de Córdoba. “Ellos venían con todo el viaje a cuestas y yo quedé inyectado. Empezamos a entrenar en una casa prestada a cambio de arreglarla. La gente pasaba y nos miraba. Era como un circo vivo. Había un cartel que decía Familia Flamini y ahí quedó el nombre”, expresó Bernardo.


Los primeros ensayos se dieron en una casa que le prestaron a cambio de arreglarla. En el frente había un cartel que decía Familia Flamini. De ahí el nombre del grupo.


Josefina Vidal se unió a la “Familia Flamini” en Valparaíso, Chile. Era bailarina, pero se enamoró de inmediato del lenguaje de circo. “Venía de la danza contemporánea. Insípida total. Todo empezó como un intercambio: ellos me enseñaban acrobacias; yo les enseñaba danzas. En el 2006 me fui de viaje con ellos y ahí arrancó mi historia de circo”, recordó la mujer.

No todas fueron alegrías. Vidal reconoció la aspereza de trabajar en la calle: “Es duro tanto para el que tiene escuela de circo como para el que no la tiene. Entre la necesidad y el oficio del arte, uno tiene que tratar de cautivar. La gente no va a verte a vos”.

En Brasil se bifurcaron los caminos. Bernardo y Manuel siguieron rumbo a Venezuela, donde trabajaron varios meses para la compañía de un titiritero con “todas las disciplinas circenses como piruetas, acrobacias, telas y payasos”.

Valentín y Josefina se quedaron en un pueblo brasileño llamado Valle Do Capao. “Fue la primera experiencia de vivir en una carpa de circo. Una oportunidad de formarse técnicamente”, indicó Josefina y agregó: “Más allá de los caminos que tomamos, la Familia Flamini siempre estuvo en contacto, creó sus propios clásicos y hay un ‘lenguaje Flamini’ que hoy está vigente”.

Luego de tres años de ausencia, el reencuentro del cuarteto circense estaba previsto en Bolivia en el 2009. Pero, 15 días antes, Manuel perdió la vida en un accidente en la ruta con su la bicicleta . Su hermano Bernardo optó por alejarse del mundo del circo. “La expresión artística quedo enfocada en la murga de estilo uruguaya. Todas las disciplinas están metidas ahí adentro como sucede con la ópera”, explicó.

A diez años de la muerte de Manuel, sus compañeros le rinden homenaje con el primer festival “Holor a Lui”, que los reúne nuevamente en Bariloche y que hoy cierra con actividades en el Anfiteatro. “Esta historia nos dio una identidad, una familia. Hay una razón de ser”, resumió Valentín.


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