Los habitantes de la altura: vivir en el Lanín a 2.300 metros

Se los denomina “refugieros” y son integrantes del Regimiento de Infantería de Montaña 26. Su tarea es asistir a los que buscan la cumbre más emblemática de Neuquén.

A más de 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar, en una de las laderas del volcán Lanín, hay un grupo de personas que amanece bien temprano. Cuando abren la puerta del refugio observan con la panorámica de un cóndor desde uno de los puntos más altos de la provincia. Son los habitantes del refugio del Regimiento de Infantería de Montaña 26 (RIM 26) que pasan una semana entera en la mitad del camino hacia la cima del volcán neuquino. Allí conviven con las hostilidades del clima. Interactúan y asisten a los militares y civiles que llegan regularmente para descansar en el lugar, algunos en busca de la cumbre y otros ya bajando de la cima.

“Hay una cuestión emocional que es fuerte en el trabajo con la naturaleza y de compartir con mucha gente. Hay momentos que se aburren, otros que se divierten, otros que conversan y preparan el refugio para la gente que va, y otros que están solos si el clima no les permite llegar a los que suben”, expresó el teniente coronel José Ignacio Silvani, a cargo del regimiento. Es el encargado de asignar tareas en el cronograma de los “refugieros”, la manera que se llama a los que, por turnos de dos, habitan en el sitio. El regimiento es parte de la Sexta Brigada de Montaña.

La nieve, la tormenta, el viento blanco y la altura son elementos que forman la vida habitual de un grupo compuesto por cincuenta personas que rotan cada semana para ser custodios del Lanín. Su casa en esos días es una estructura naranja de cuatro por dos metros.

“Generalmente en el refugio entran unas 18 a 20 personas y en el domo que está al lado otras 10”, graficó Silvani, quien amplió que otros arman carpas afuera.

El refugio lo opera un suboficial subalterno y un soldado, que son relevados semanalmente. El espacio cuenta con una hornalla a gas, dos paneles solares, luz de led y comunicación por VHF (Very High Frequency o de muy alta frecuencia) con el Parque Nacional Lanín y con el RIM 26, en Junín de los Andes.

Los habitantes hacen un turno de viernes a viernes . El suboficial y el soldado se ocupan del mantenimiento del refugio y en cobijar a los que llegan para descansar. Tanto civiles como militares. Un servicio gratuito que inicia en octubre y se prolonga hasta abril. Además garantizan la provisión de comida y de agua, y colaboran con cualquier necesidad técnica que puedan requerir los andinistas.

Cuando inicia y finaliza cada turno, un rol fundamental que acompaña la tarea de los refugieros es el de los porteadores. Cuando el viernes los dos encargados de habitar el refugio suben para iniciar su semana en el Lanín, son acompañados por los porteadores. Son un grupo de personas que trasladan las cargas que necesitarán los refugieros, entre ellos víveres y todo lo que haga falta para recibir a los andinistas.

“Los acompañan ese viernes hasta el refugio, con elementos para esa semana. A veces si se quedan sin gas suben una garrafa para que tengan las comodidad para vivir esos siete días”, contó el teniente coronel.

Ese ascenso desde la base hasta el refugio demora entre cuatro y seis horas. Una aventura entre araucarias, coihues y lengas.

Al terminar el turno, el grupo baja con la basura que se acumuló en el refugio. La instalación está abastecida de agua, víveres, equipo de andinismo para rescate y comunicaciones radioeléctricas.

Una de las tareas de esta dupla semanal es asegurar la provisión de agua en el refugio, que es abastecida con la proveniente del deshielo. Para esto se utiliza una manguera con una toma en un punto de deshielo, y regularmente es vigilada para tenerla en todo momento y se cambia el punto de toma si el líquido se acaba en ese sector.

Con una punta bien pronunciada, el volcán, que se levanta hasta los 3776 metros sobre el nivel del mar, tiene una cima cuya conquista es el sueño de centenares de andinistas que se atreven a desafiarlo. En este camino de aventura el refugio que pertenece al Ejército, ubicado a 2315 metros, en la mitad del volcán, es un punto clave.

Es tan emblemático el Lanín, que su figura forma parte del escudo provincial junto a otro elemento de la identidad neuquina como la araucaria.

El sector del refugio es un mirador privilegiado desde donde se puede observar el lago Tromen, la cadena de Mamuil Malal, la Aduana, Gendarmería y un sector de la ruta. El terreno es de piedras y la nieve solo domina la superficie en algunos días.

El primer refugio en el volcán se instaló a fines de la década de 1960. No es el mismo que funciona actualmente.

La Espina de Pescado es la ruta para acceder al albergue de los que se aventuran al Lanín. (Foto: gentileza)

En contacto directo con la patrulla de rescate

El RIM 26 mantiene alistada una patrulla de rescate integrada por sus hombres de mayor capacitación técnica y resistencia física, la cual acude a solicitud de las autoridades del Parque Nacional Lanín o por el alerta de alguna de las unidades.

Alguno de los avisos pueden llegar a través de los refugieros, que tienen comunicación con esta patrulla a través de una radio.

Tenemos capacidad de alistarnos en una hora para el volcán. También hay comunicación con el cuartel, con parques nacionales, y con nuestro jefe de regimiento”, comentó el sargento primero Jorge Daniel Scattlolaro, encargado de la patrulla de rescate.

Esta fracción, perfectamente equipada para toda contingencia en montaña , está compuesta por personal del arma de Infantería y de la especialidad de baquianos, exclusivamente. Además, tiene los apoyos correspondientes de conductores y personal de sanidad.

“En lo que va de la temporada todavía no hemos tenido salidas (rescates). A principio de año hubo uno pero no precisamente en el volcán, sino en cercanías a la Laguna Verde, con una persona extraviada”, contó.

El encargado de la patrulla indicó que está operativa todo el año. “Está compuesta por 18 hombres. Hay un pelotón logístico, guías (jefe de patrulla), y un pelotón de búsqueda y de rescate”, describió.

Durante años participó en decenas de rescates en la montaña y en los bosques de la zona. En noviembre del año pasado tuvo una intervención que exigió a la patrulla su resistencia al cansancio y su capacidad para orientarse en medio de una tormenta de nieve. El final no fue el esperado, pero el cuerpo del andinista pudo ser recuperado.

“No hay que confiarse y saber decir hasta acá llegamos y tenemos que pegar la vuelta”, recomendó a los que buscan conquistar la cima. “A veces es mejor bajar, dejarlo para otro oportunidad antes que hacer una locura”, concluyó.

“El Lanín es nuestro deber y nuestras ganas de enfrentar a la montaña, de disfrutarla y de respetarla. Cada vez que uno sube es una sensación diferente y en la cima decís voy a volver”, dijo Scattlolaro, que ya hizo cumbre diez veces sobre la montaña más famosa de la provincia.

Un descanso y sostén, a mitad de camino, para los andinistas

“La experiencia de los refugieros es fuerte. Pasan tormentas de nieve, de viento blanco, y tienen que estar preparado para eso”, relató el teniente coronel José Ignacio Silvani. Dijo que un pronóstico de esas características puede durar hasta tres días.

Son períodos de aislamiento y soledad para el personal de infantería que está de turno.

Además si bien en la época estival lo normal es el movimiento constante de personas que hacen una parada en el refugio, esos días con fuertes tormentas, no hay ascensos. Por esta razón, las dos personas que están custodiando el lugar, no tienen interacción con otros. Los únicos contactos son comunicaciones por equipo de radios.

“Tienen relación directa con parques nacionales, más la comunicación que tienen con nosotros en horarios estipulados, y en función de eso programan sus actividades”, narró.

“En un día normal se levantan, tienen que ver quiénes y cuántos son los alojados, o las patrullas que han salido. Después ver el agua que se obtiene con una manguera. Generalmente sus actividades son de ayuda y de colaboración para los que están ahí o los que se van para la cumbre”, detalló. Lo definió como una tarea “emocional muy fuerte” por ese contacto en la montaña con la naturaleza.

En invierno nadie vive en el lugar pero queda abierto por un convenio entre montañeses. (Foto: gentileza)

Energía con la luz del sol

Desde este año el refugio tiene paneles solares que generan energía renovable usada para la luz, carga de equipos celulares y mantenimiento de baterías de radios.

El operativo de instalación implicó 7 horas de caminata en montaña para trasladar más de 250 kilos de carga. Participaron más de 30 personas entre civiles y militares que llegaron al refugio y se alojaron en el domo durante la noche.

En el domo hay cuatro paneles solares con sus columnas de sujeción, cuatro baterías de gel, cableado resistente a temperaturas extremas y dos tableros de conexión.

La instalación mejora las comodidades de los dos refugieros, y el servicio para recibir y alojar a los andinistas que llegan para descansar.


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