Los juguetes también se recuperan

Para que puedan mañana llegar a las manos de niños, en una suerte de hospital de muñecos, los reparan y los dejan a nuevo.El taller funciona en Viedma, en el barrio Ceferino.

Los juguetes, uno de los principales símbolos que atraen a la niñez tienen garantizado su propio sustento, aunque deban pasar antes por un hospital. Los pacientes son peluches, autos y pelotas en su mayoría, y aún reparados, cumplirán el noble propósito de alegrar momentos de aquellos que pasan angustia en forma diaria frente a vulnerabilidades sociales.


La silenciosa y voluntaria batalla de reciclado se libra en un salón del barrio Ceferino, más conocido por “Las 1016 viviendas”, un complejo marcado por múltiples desigualdades .

Arrancó como una iniciativa de vecinos de diferentes puntos de esta capital incluyendo el balneario El Cóndor. Su objetivo es generar una actividad diferente a la que se realizan año tras año en la ciudad.

En medio de la manipulación de destornilladores y el traqueteo de las máquinas de coser que zurcen la ropa de muñecos, ahora los voluntarios concentran su tarea en reutilización total para que posteriormente, estos objetos de entretenimiento lleguen a nuevos y legítimos beneficiarios que viven en distintos puntos de la zona urbana, y que quizá nunca pensaron que podían tener acceso a ellos.

Nada queda librado al azar porque allí se reparan hasta las invisibles fallas de costura y roturas o se vuelven a rellenar los peluches.

Los peluches que llegan pasan por las manos laboriosas del equipo. (Foto: Marcelo Ochoa)


La idea surgió a principios de 2019, y pese a la pandemia, recién este año se pudo concretar luego de que la Agrupación Martita Castillo brindó un espacio físico y herramientas para la restauración.

A este salón se acercan vecinos para ofrecer piezas y unidades, a la vez que los organizadores de esta iniciativa se vieron obligados a asignar a algunas personas del equipo de trabajo para retirarlas de domicilios particulares cuyas familias se suman a colaborar. Los operativos se organizan respetando el distanciamiento social y tomando todas las precauciones sanitarias para evitar contagios por coronavirus en este contexto de pandemia.

Los voluntarios tienen todos los mecanismos aceitados y dividieron el funcionamiento en tres etapas con el apoyo de la concejal Silbana Cullumilla (JSRN). La primera parte comprende la puesta en marcha de una campaña de colecta de juguetes ya sea en buen estado o para reciclar reuniendo unos 300, en principio. La segunda etapa consiste en la reparación y puesta en valor de estos juguetes y por último la entrega para que vuelvan a ser disfrutados.

“Nuestra meta era poder distribuir los juguetes para el Día del Niño pero por la pandemia tuvimos que alargar los plazos para las celebraciones de Navidad y de Reyes, aunque ya tenemos acordado para distribuir a una organización una primera tanda de juguetes en estos días”, cuenta el coordinador Arnaldo Trucchi.

Pelotas, juegos, todo ordenado para ser entregado. (Foto: Marcelo Ochoa)


Dijo estar sorprendido por el grado de receptividad. “La verdad –apunta-que el proyecto superó nuestras expectativas por la buena recepción y solidaridad que tuvo con los vecinos de la ciudad, quienes además de donar nos dan una mano en el proceso de restauración”.

Destaca que “nos encontramos con muchos vecinos y vecinas que donaron sus juguetes, incluso locales como el de Guido 408, cuyos dueños colaboraron con pelotas”.

Además se acercaron a colaborar dirigentes de entidades deportivas como el club de básquet, Deportivo Viedma.


Kevin, el maestro del destornillador



La actividad de este taller es frenética, y la demanda va creciendo a medida de que la gente toma conocimiento. Mientras se seca el pegamento de algunas piezas, Kevin Heterington, destripa un minúsculo auto con un destornillador.

Es voluntario. Al principio tuvo que adaptarse. Y admite que aún está aprendiendo. “Lo que más cuesta es rearmar las figuras de muñecos (del tipo articulados) y los repuestos de estos juguetes son los más difíciles de conseguir, y hay que usar la imaginación, y con algunos pudimos solucionar el problema de rotura”, señala.

Kevin arregla pacientemente uno de los autos que llegó hasta el salón para dejarlo como nuevo. (Foto: Marcelo Ochoa)


Algunos “chiches” abren paso a la nostalgia. Kevin cuenta que entre los colaboradores que pasan por el local está una pareja mayor del balneario El Cóndor. “Ellos nos recordaron que se divertían con algunas pelotas que rebotan mucho, igual a las que nos donaron ahora, y además algo similar me pasó con mis hermanas que también donaron, y se nos vinieron a la memoria algunas imágenes de cuando éramos chicos y jugábamos”, concluye.

El ánimo del grupo Martita Castillo es superlativo. Quizá inspirado en esa figura femenina, una militante social del barrio con mucho empuje, quien falleció en 2017.


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