Los sospechosos de siempre

Corrupción y personajes que se repiten. ¿Qué hará Passarella?

Fue el juez Carlos Liporace quien dio la voz de alerta: “Si a usted se le cae por primera vez una maceta, es casualidad. Si pasa por debajo del balcón al segundo día y se le vuelve a caer una maceta, es coincidencia. Pero si se le cae por tercera vez, debe empezar a estudiar la maceta. El problema del fútbol argentino no es casual, ni siquiera es una coincidencia que el mal maneja haya sido catastrófico por todos al mismo tiempo”. Corría el año 1997 y el magistrado, fanático de River e integrante de una lista opositora al presidente Alfredo Dávicce, era quien investigaba la oscura transferencia de Ariel Ortega al Valencia.

La génesis de la debacle millonaria no se remonta a sus años de crisis, sino a sus épocas de bonanza. River llegó a ser el más ganador de los 90 y hasta estuvo en el primer escalón mundial según la Federación de Historia y Estadísticas, pero quienes comandaban sus destinos se encargaron de vaciarlo. Las últimas dos décadas estuvieron marcadas por la corrupción y los personajes que se repiten. La llegada al poder de Hugo Santilli y Dávicce provocó la salida de Rafael Aragón Cabrera -estecho colaborador de Carlos Alberto Lacoste-, quien pasó a la historia porque en su presidencia se cortó con 18 años de sequía de títulos.

Santilli ganó las elecciones, obtuvo por primera vez la Libertadores y la Intercontinental para el club y a fines del ’88 dejó el sillón para ser funcionario de Carlos Menem. Cuando triunfó Dávicce, era un comerciante frustrado que manejaba un “destartalado” Citroen, pero al poco tiempo se había mudado a un departamento el Palermo y andaba en un Volvo. No sólo eso: “También sus emprendimientos comerciales se consolidaron. Granwill SA, Cardway SA, Infor Work SA, una clínica de ojos y Dabell SA lo tuvieron o tienen como accionista”, contó el periodista Gustavo Veiga en su libro “Fútbol limpio, negocios sucios”.

Dávicce encontró en el contador César Traversone y en el dirigente Ricardo Grosso a dos perfectos aliados hasta que los intereses se cruzaron, la desconfianza hizo mella y el escándalo explotó. También en Daniel Passarella, su amigo y actual presidente, que en aquella época ganó varios títulos y le dio prestigio al negocio de todos. Fueron socios en diferentes emprendimientos, donde también participaron el inefable empresario Gustavo Mascardi y hasta el polémico Eduardo Deluca. Fue el principio del fin.

Tarde aparecieron las primeras investigaciones, como el pase del Matador Salas desde la Universidad de Chile (Mascardi de intermediario) o el señalado del Burrito. En esta transacción se perdieron 7 millones de dólares en el camino, porque del Valencia salieron 16 y a Núñez sólo llegaron 9. Desde River, Mascardi engendró un negocio monstruoso que lo enriqueció de manera inusitada y que sólo perjudicó a los clubes. Es más, en países como Argentina, Chile, Italia y más en Colombia, se transformó en una suerte de “benefactor”, aunque para la AFIP, que lo siguió celosamente, siempre fue sinónimo de comisiones, corrupción y connivencia dirigencial. De acuerdo a la investigación de Veiga, sólo en el período julio 95-febrero 97

Mascardi participó en 19 transferencias por un monto de 44.610.000 pesos, de las cuales ocho tuvieron que ver con River. Todos hicieron sus negocios. El ex vocal Roncagliolo fue lacónico: “La de Dávicce ha sido la gestión más sospechosa de irregularidad técnicas, contables y administrativas. River llegó a deber 70 millones. Fuimos un club pobre con dirigentes ricos”, alertó en los albores del aguilarismo. Era increíble ver un club tan deteriorado, cuando sólo entre 1990 y 2000 había vendido por 100 millones de pesos. Roncagliolo no sabía que se podía estar peor.

En las últimas semanas, tres palabras se escucharon seguido por Núñez: Perla Capital Group, que quiere aportar dineros frescos, como hace diez años el intento lo hizo Hicks, Muse, Tate&Furst, un fondo de inversión californiano que tenía el paquete mayoritario de un TyC Sports que era aliado estratégico de River. Fue Dávicce quien le acercó el contacto a David Pintado. Eran 23.500.000 de dólares a cambio de comercializar toda la marca River, desde la publicidad hasta la tevé. El contrato no pasó filtros jurídicos y la productora se quedó con las ganas de manejar uno de los clubes más importantes del país.

La gestión Aguilar ha sido calamitosa por antonomasia, con el agravante de que hubo sequía de títulos, devaluación de la cantera, venta inapropiada de las mejores “joyas”, River quedó último por primera vez, la guerra de barras fue una pesadilla y el próximo campeonato el Millo arrancará increíblemente en una posición angustiante.

Según denunció Passarella, que fue contratado por Aguilar cuando el Káiser volvió al club de la mano del grupo MSI (ligado a la mafia rusa), el aguilarismo dejó una herencia de entre 130 y 150 millones de pesos de pasivo, un déficit operativo mensual de 4 millones y todos los contratos importantes cobrados hasta 2014. También pagaba sueldos jerárquicos de hasta 70 mil pesos, regalaba 7 mil entradas por partido y entregó parte de los pases de Abelairas, Barrado, y Domingo a la empresa Sinteplast en un “contrato leonino”. El club está en ruinas y sólo le queda su siempre rico semillero y el incondicional apoyo de su gente. Passarella dice que “se terminó la joda” y que después de la auditoría de la empresa KPMG habrá juicios civiles y penales, y que “pagarán los que tengan que pagar”.

El Káiser debe demostrar que su estructura ética y moral tiene que ver con la del DT que se enfrentó a puño limpio con los barras y no con el que se hizo alguna vez socio de Dávicce y Cía., o del ciudadano que alguna vez fue denunciado por contrabandear un yate. Él puede cambiar la historia después de esa auditoría.

La sugestiva aparición de otro fondo de inversión como el Perla Group no ayuda para lavar la imagen de River. Porque los personajes como Guillermo Tofoni, el agente FIFA que acercó al grupo ruso Renova a la AFA, no hacen más que recordar tiempos sin claridad. Ayer lo que más se escuchó por Núñez fue “convocatoria de acreedores”. Para decir que es una opción, para ponerlo en duda o para descartarlo. Sea lo que sea, debe servir para sacar a un River que pasó de Millonario a mendigo.

sebastián busader

sbusader@rionegro.com.ar


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