Los triángulos que desvelan a la oposición


La oposición en Argentina parece estar desempolvando aquel viejo manual de Morris, para aplicarlo en el desconcierto en que ha caído.


El presidente norteamericano Bill Clinton caía en las encuestas en el último tramo de su primer mandato cuando su jefe de gabinete, Leon Panetta, contrató a un asesor, Dick Morris, que venía de aconsejar a demócratas y republicanos.

Morris ayudó a que Clinton obtuviera una reelección difícil. Poco después colaboró en Argentina con la campaña que llevó al poder a Fernando de la Rúa. Su teoría más difundida fue la de la “triangulación”: colocar a Clinton en el vértice superior de un triángulo, equidistante de las propuestas más radicalizadas de su propio partido y las más extremas de sus adversarios.

En verdad, la teoría era más sofisticada. Para ganar esa posición en el centro, Clinton debía robar los temas más populares de sus adversarios y darles un giro de moderación. Atacar los puntos fuertes -no las flaquezas- del enemigo, apropiándoselos con el filtro de otro enfoque.

La oposición en Argentina parece estar desempolvando aquel viejo manual de Morris, para aplicarlo en el desconcierto en que ha caído, urgida por la fuerza volcánica de tres vectores: la oportunidad de ganar que le ofrecen la crisis y el deterioro del Gobierno; la definición pendiente de sus nuevos liderazgos (algo que incluye cuestiones profundas, como la autocrítica de su propia gestión y la persistencia de su unidad como coalición) y el giro autocrático del oficialismo, que limita los márgenes de cualquier decisión, pues implica alarmas de contención sistémica.

Cuando Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal dibujan el triángulo de Morris advierten que Alberto Fernández abandonó el vértice del centro, obligado por el látigo de Cristina. Y señalan que la oferta electoral de la oposición debe ocupar ese lugar, equidistante en la grieta.

Esa configuración es de alto impacto interno, porque ubica en uno de los extremos (de los que conviene escapar) al expresidente Mauricio Macri y la presidenta del PRO, Patricia Bullrich.

Las tensiones de Larreta y Vidal con Macri no son nuevas. Eran evidentes en el gobierno y detonaban en la oficina de Marcos Peña, al que fustigaban y Macri defendía como fusible. El punto de quiebre fue la ratificación de Peña cuando Macri firmó el segundo y más oneroso acuerdo con el FMI. La eficiente gestión de salida que hizo tras el desastre de las PASO el exministro Lacunza dejó más abierto el debate: la dupla a la que acusan de parricida tal vez tenía razón.


La doble deliberación solapada que hace la oposición, la de su oferta electoral simultánea para 2021 y 2023, es toda una muestra de confusión política.


Cuando Macri dibuja su propia versión del triángulo de Morris le señala a Larreta un error conceptual grave. En los vértices de los extremos hay mucho más que discursos opuestos: en uno está la vigencia del sistema institucional y en otro una amenaza de su deterioro irreversible.

La convicción republicana se equivocaría si pretende bascular equidistando en el centro desertor de esa encrucijada. En el boceto de Macri hay polarización. No hay triángulo.

Bullrich incide con gravitación propia en la disputa porque sintonizó mejor que nadie que, en el espacio opositor, la mayor proporción de votantes propios dibujaría espontáneamente este segundo bosquejo si se lo pidieran al momento del voto.

¿El triángulo de Larreta y Vidal -sin dudas el más apto para su acuerdo de no agresión mutua hasta la elección de 2023- empatizará lo suficiente con el clima de aflicción social? ¿La polarización directa que Macri y Bullrich consideran inevitable será más atractiva para el bloque propio en las primarias de septiembre?

La doble deliberación solapada que hace la oposición, la de su oferta electoral simultánea para 2021 y 2023, es toda una muestra de confusión política, pero con una asistencia insólita que provee el oficialismo: la reelección del presidente Alberto Fernández ya parece inimaginable.

En toda democracia normal, que el presidente que plebiscitará su gestión en las urnas de medio término carezca de toda expectativa de legitimación futura sería el dato clave y central de la elección. Cabe el subrayado: en una democracia normal.


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