María Moreno propone un diálogo con su tiempo

En “Loquibambia (sexo e insurgencia)”, su más reciente libro, la escritora y periodista combina sus crónicas escritas en distintas épocas, que bien pueden ser perfiles de nombres clave para pensar la vida cultural argentina de las últimas décadas.

Pedro Lemebel, Néstor Perlongher, Copi, Arturito Álvarez, Lohana Berkins o Alejandro Kuropatwa son los protagonistas de “Loquibambia (sexo e insurgencia)”, un libro de rescate de textos escritos por María Moreno, la cronista que demuestra una y otra vez la posibilidad de escribir creando una conversación con su tiempo histórico para ampliar sus posibilidades y sacudir sus sentidos anquilosados.

“Sigo fiel a la idea de Rodolfo Walsh de que el testimonio supere a la novela, pero con la oreja de Manuel Puig y su derecho a la metáfora”, afirma Moreno, quien reflexiona sobre las crónicas escritas en diferentes momentos de su vida y en las que se puede ver la persistencia por complejizar aquello que parece establecido y delimitado en sus alcances.

Editado por la Universidad Diego Portales, el libro más reciente de Moreno (Buenos Aires, 1947) combina crónicas que pueden ser perfiles de nombres claves para pensar la vida cultural argentina de las últimas décadas y es definido por ella como “un cuaderno de aprendizaje”.

Sigo fiel a la idea de Rodolfo Walsh de que el testimonio supere a la novela, pero con la oreja de Manuel Puig y su derecho a la metáfora”

María Moreno

P- Decís que “Loquibambia” es una patria portátil para los disidentes sexuales ¿Cómo la pensaste?

R- Es una ironía, una especie de homenaje a Charle Fourier el utopista que había inventado un reino llamado Armonía donde las organizaciones sociales se basaban en las afinidades pasionales. Y porque soy una socorrista de palabras en extinción. A lo mejor acudir al archivo del lenguaje oral popular era una prefiguración de mi lugar en el Museo del Libro y de la Lengua. Por supuesto que Loquibambia es una patria sin fronteras ni aduanas.

P- En una de las crónicas hay una suerte de relectura en la que contás que confundías las identidades sexuales y la que te educó fue Lohana Berkins.

R- Lo escribí tal cual: “Educada por Lohana Berkins, con los años fui menos bruta”. Después de todo, también ella ocasionalmente decía “el travesti”. Cuando las políticas LGTTBI comenzaron a alzar la voz, la lengua aprendió más allá de su voluntad. Hoy no hablaría de confusión sino de distintos períodos donde recibí la pedagogía trans, sobre todo de Lohana, que atravesaron mi estilo y lo sometieron a una pluralidad de saberes sobre los goces insurgentes. “Loquimabia” es un cuaderno de aprendizaje. También es un documento inconcluso de una investigación sobre los goces más allá del modelo hetero cis. Creo que en estos textos, sobre todo en las entrevistas, comienza mi proyecto de autobiodegradarme como “cronista amigue”, deponer la autoría, borrarme. Sigo fiel a la idea de Rodolfo Walsh de que el testimonio supere a la novela, pero con la oreja de Manuel Puig y su derecho a la metáfora. Por suerte, autoras como Camila Sosa Villada, Susy Shock y Marlene Wayar están haciendo literatura jaqueando la teoría, apropiándosela.

P- Hay una referencia a la visita de Pepito Cibrián al programa de Mirtha Legrand planteando que la adopción de las parejas del mismo sexo se condensaba en la idea “Pepe o calle” y pensaba en lo que dice Lohana en otro capítulo sobre la figura de Mariela Muñoz y cómo fue aceptada porque cumplía el rol de madre sufrida. ¿Cómo fueron cambiando las representaciones de los proyectos de familias de las disidencias?

R- En 1993 Mariela Muñoz, que había criado varies niñes como hijes propies, fue acusada de rapto y cambio de identidad de menores. En el 95 se le entregó un documento con su nombre elegido. Lo que Lohana veía en ese reconocimiento a Mariela era que se le otorgaba en tanto madre y madre despojada. Se separaba entre las buenas travestis y las malas: las madres y las putas. Siempre digo sobre la futuridad de los parentescos disidentes que hay que evitar el negacionismo de decir que “reproducen” los valores burgueses en lugar de cuestionarlos. Para descubrir en esos parentescos la invención y el jaqueo, habría que leerlos, sacándonos las orejeras de ver lo mismo por incapacidad advertir su talante emancipatorio. Me gusta la idea de Donna Haraway de que hagamos parientes no bebés, más allá de la genealogía de la sangre.

P- Al ser textos de etapas distintas, ¿descubriste algún cambio en tu forma de trabajo?

R- Me gustaría trabajar en una escritura anónima y donde el testimonio se construya como en “Sangre de amor correspondido” de Manuel Puig, donde entrevistó a un muchacho que hacía arreglos en su casa de Río. Su mayor intervención fue durante la grabación, a través de preguntas que interrumpían una y otra vez el giro del relato para exigir que éste se detenga en los detalles, forzándolos por sistemática inducción. Como si Puig se propusiera extraer la escritura del relato oral en directo, cada pregunta permite como un fórceps la emergencia de lo que aún no es texto.

Télam


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