Memorias de Neuquén

Las rescata esta carta de lectores.

E

n la corteza de cada árbol se escribe la vida y la historia de un pueblo, de una familia de una persona. No me cabe duda de que así es.

Quién no recuerda haber jugado subiendo a un árbol, haberse cobijado bajo su copa para protegerse del sol o de alguna tormenta, o simplemente pasado un buen momento en familia o con amigos a la sombra de un árbol.

También hay árboles que forman parte de nuestra historia colectiva como nación como la higuera de la casa de Don Domingo Faustino Sarmiento, o el Manzano Histórico, donde San Martín escribía cartas a su hija durante la gesta libertadora del Cruce de Los Andes y tantos otros memorables.

He asistido la semana pasada a una gran pérdida para Neuquén: la palmera centenaria ubicada en un predio privado ubicado al 230, aproximadamente, de la diagonal 25 de Mayo de nuestra ciudad.

La mataron arrancándola de cuajo, como parte de una demolición que va de la mano del -entre comillas- “progreso”. Me pregunto: ¿progreso en qué dirección?

Se podría haber respetado la vida, se podría haber respetado la historia, reubicando la palmera a pocos metros de su lugar originario, por ejemplo en el Parque Central (al que aún le faltan muchos árboles), colocándole una placa recordatoria, como la que tienen el poste telegráfico de Córdoba esquina Rivadavia o el viejo surtidor de nafta ubicado en la primera cuadra de calle San Martín.

Es fácil suponer que esta palmera por su grandioso tamaño y los dos rieles de ferrocarril que yacían junto a la misma ya talada, nació con Neuquén, y que dio origen a este oasis. Por lo tanto merecía vivir y sobrevivir junto con la ciudad. El progreso no debería estar reñido con nuestra cultura, con nuestra historia, con nuestra identidad.

Me gustaría que alguien me dijera que se pueden conservar estos ejemplares singulares porque son valorados como parte del patrimonio histórico cultural neuquino y que tanto los responsables de la obra -ingenieros arquitectos y otros profesionales-, como los propietarios del terreno y los funcionarios municipales, han adoptado este criterio mucho más respetuoso del bien común.

Es mi deseo ferviente que sean conservados como parte de la memoria viva de nuestra ciudad, de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestros hijos y nuestros nietos, para poder saber de dónde venimos y predecir a dónde vamos.

Roque Manuel Sardá

DNI 7.840.441

teodorico hildebrandt

eljardin@rionegro.com.ar

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