Mutaciones peronistas

Como el radicalismo en su momento, el peronismo ha dejado de ser el vehículo de un proyecto político. Es un fenómeno cultural, una especie de tribu con sus propios tótems cuyos miembros no se sienten obligados a compartir una ideología determinada. Aunque la naturaleza ecléctica del peronismo le ha permitido sobrevivir a desastres que hubieran sido fatales para movimientos más rígidos, ya que puede moverse desde un lado del mapa político hasta otro con facilidad envidiable, lo ha condenado a servir como cantera para otros que necesitan materia para las obras que se proponen construir. En la actualidad, todas las agrupaciones políticas significantes del país cuentan con “patas peronistas”. Antes de las elecciones del año pasado, Mauricio Macri rindió homenaje al general fundador y nos recordó que muchos peronistas militan en las filas del Pro; entendía que sería inútil afirmarse antiperonista, como algunos le pedían, porque no quería oponerse a un “sentimiento” tan nebuloso que sería imposible definirlo. Así y todo, algunos peronistas aún creen que el movimiento podría servir de base para un partido de gobierno coherente, razón por la que hablan del eventual nacimiento de “un nuevo peronismo” que según ellos estaría en condiciones no sólo de conservar su hegemonía cultural sino también de formar un gobierno capaz de contribuir a la modernización del país. Es este el sueño del creador del Frente Renovador, Sergio Massa, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el exgobernador de Córdoba José Manuel de la Sota y, a juzgar por algunos comentarios recientes, el senador por Río Negro Miguel Ángel Pichetto. Para ellos, la etapa kirchnerista ya terminó y sería insensato pensar en prolongarla, de suerte que, una vez más, el peronismo tendrá que adaptarse a enfrentar nuevas circunstancias desempeñando un papel más positivo y constructivo que el insinuado por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que quisiera que todos los compañeros se concentraran en defender lo que todavía queda del “modelo” que su gobierno supo armar y procurar garantizarle la impunidad que tanto necesita. Por fortuna, no sólo Massa sino también muchos otros peronistas “disidentes”, o meramente reacios a reivindicar lo hecho por el extraordinariamente corrupto gobierno anterior, entienden que el eventual éxito de la “resistencia” kirchnerista sería catastrófico para el país. Es tan mala la situación en que se encuentra la Argentina luego de más de doce años de arbitrariedad kirchnerista y la inoperancia que los caracterizaba que a los interesados en reformar el PJ para que pueda recuperar el terreno que acaba de perder, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, les sería muy fácil asumir una postura opositora, culpando al presidente Macri y a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal por todas las lacras habidas y por haber, pero puesto que comprenden que tal estrategia podría resultarles contraproducente, lo más probable es que en los meses próximos colaboren con las nuevas autoridades, alejándose cada vez más de los ultras kirchneristas que fantasean con destituirlos cuanto antes. La tarea que les aguarda sería más sencilla si el macrismo realmente fuera el movimiento despiadadamente “neoliberal”, vendido al imperialismo norteamericano, de la propaganda de sus enemigos y adversarios de retórica izquierdista, pero para su decepción ha resultado ser centrista. Para enfrentarlo, peronistas decididos a diferenciarse podrían sentirse tentados a asumir actitudes populistas, pasando por alto las limitaciones supuestas por una economía que se tambalea al borde de la bancarrota, una tasa de inflación que está entre las más altas del planeta y las dificultades planteadas por el hundimiento económico de Brasil, la ralentización de China y la sensación cada vez más difundida de que el mundo está en vísperas de una nueva crisis financiera, todo lo cual no nos beneficiará en absoluto. Para minimizar el impacto del cambio de clima económico que está provocando problemas muy graves en el exterior, al país le convendría que la oposición, que se verá dominada por el peronismo, lograra combinar la firmeza con un grado de responsabilidad nada común. ¿Es lo que tienen en mente Massa, Urtubey y sus acompañantes? Pronto sabremos la respuesta.


Como el radicalismo en su momento, el peronismo ha dejado de ser el vehículo de un proyecto político. Es un fenómeno cultural, una especie de tribu con sus propios tótems cuyos miembros no se sienten obligados a compartir una ideología determinada. Aunque la naturaleza ecléctica del peronismo le ha permitido sobrevivir a desastres que hubieran sido fatales para movimientos más rígidos, ya que puede moverse desde un lado del mapa político hasta otro con facilidad envidiable, lo ha condenado a servir como cantera para otros que necesitan materia para las obras que se proponen construir. En la actualidad, todas las agrupaciones políticas significantes del país cuentan con “patas peronistas”. Antes de las elecciones del año pasado, Mauricio Macri rindió homenaje al general fundador y nos recordó que muchos peronistas militan en las filas del Pro; entendía que sería inútil afirmarse antiperonista, como algunos le pedían, porque no quería oponerse a un “sentimiento” tan nebuloso que sería imposible definirlo. Así y todo, algunos peronistas aún creen que el movimiento podría servir de base para un partido de gobierno coherente, razón por la que hablan del eventual nacimiento de “un nuevo peronismo” que según ellos estaría en condiciones no sólo de conservar su hegemonía cultural sino también de formar un gobierno capaz de contribuir a la modernización del país. Es este el sueño del creador del Frente Renovador, Sergio Massa, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, el exgobernador de Córdoba José Manuel de la Sota y, a juzgar por algunos comentarios recientes, el senador por Río Negro Miguel Ángel Pichetto. Para ellos, la etapa kirchnerista ya terminó y sería insensato pensar en prolongarla, de suerte que, una vez más, el peronismo tendrá que adaptarse a enfrentar nuevas circunstancias desempeñando un papel más positivo y constructivo que el insinuado por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, que quisiera que todos los compañeros se concentraran en defender lo que todavía queda del “modelo” que su gobierno supo armar y procurar garantizarle la impunidad que tanto necesita. Por fortuna, no sólo Massa sino también muchos otros peronistas “disidentes”, o meramente reacios a reivindicar lo hecho por el extraordinariamente corrupto gobierno anterior, entienden que el eventual éxito de la “resistencia” kirchnerista sería catastrófico para el país. Es tan mala la situación en que se encuentra la Argentina luego de más de doce años de arbitrariedad kirchnerista y la inoperancia que los caracterizaba que a los interesados en reformar el PJ para que pueda recuperar el terreno que acaba de perder, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, les sería muy fácil asumir una postura opositora, culpando al presidente Macri y a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal por todas las lacras habidas y por haber, pero puesto que comprenden que tal estrategia podría resultarles contraproducente, lo más probable es que en los meses próximos colaboren con las nuevas autoridades, alejándose cada vez más de los ultras kirchneristas que fantasean con destituirlos cuanto antes. La tarea que les aguarda sería más sencilla si el macrismo realmente fuera el movimiento despiadadamente “neoliberal”, vendido al imperialismo norteamericano, de la propaganda de sus enemigos y adversarios de retórica izquierdista, pero para su decepción ha resultado ser centrista. Para enfrentarlo, peronistas decididos a diferenciarse podrían sentirse tentados a asumir actitudes populistas, pasando por alto las limitaciones supuestas por una economía que se tambalea al borde de la bancarrota, una tasa de inflación que está entre las más altas del planeta y las dificultades planteadas por el hundimiento económico de Brasil, la ralentización de China y la sensación cada vez más difundida de que el mundo está en vísperas de una nueva crisis financiera, todo lo cual no nos beneficiará en absoluto. Para minimizar el impacto del cambio de clima económico que está provocando problemas muy graves en el exterior, al país le convendría que la oposición, que se verá dominada por el peronismo, lograra combinar la firmeza con un grado de responsabilidad nada común. ¿Es lo que tienen en mente Massa, Urtubey y sus acompañantes? Pronto sabremos la respuesta.

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