Neuquén en riesgo por las tormentas: un peligro que ya no se puede ignorar

"Las consecuencias son cada vez más graves no debido a lluvias más importantes, sino a la actividad de la sociedad" advirtió un estudio reciente de la Universidad del Comahue.

En Neuquén no llueve nunca, pero cuando lo hace, las consecuencias obligan al Gobierno a salir en ayuda de los vecinos, reparar calles y drenar el arroyo Durán, que suele rebalsar. Esta es una percepción que cualquier vecino puede tener, pero que un estudio de la Universidad Nacional del Comahue analizó en detalle y concluyó que «las consecuencias son cada vez más graves no debido a lluvias más importantes, sino a la actividad de la sociedad«. En el informe se solicitó que se incorpore en la planificación la noción de riesgo, entendida como un proceso.

Elsie Jurio, Celia Torrens y Vanesa Cappelletti pertenecen al Centro de Estudios Ambientales y Sistemas de Información Geográfica (Ceasig) de la Universidad. Desde hace muchos años estudian temas ambientales. Un trabajo que terminaron hace cuatro años sobre el Alto Valle les hizo poner la lupa en Neuquén porque era la que presentaba mayores problemas. En 2017 iniciaron una investigación de la ciudad, que terminará en diciembre.

El riesgo que estudian las geógrafas es el que se conforma con la amenaza que significan las precipitaciones intensas conjugadas con la vulnerabilidad social. La potenciada expansión urbana de Neuquén (a veces con tomas, otras con excepciones de los códigos) y la falta de obras obstruyeron los lugares naturales por donde se escurría el agua, y las consecuencias las sufre toda la ciudad.

En el informe se describió que, a causa de los períodos de intenso crecimiento poblacional, la zona urbana terminó «fragmentada espacial y socialmente». Así, numerosos barrios se construyeron en zonas de procesos naturales, que pasaron a convertirse en verdaderas amenazas.

La zona de mayor peligro es el frente y pie de la barda, con cauces que la atraviesan. Es el más inestable y dinámico desde el punto de vista de los procesos naturales que lo afectan. «Coincide con las mayores pendientes y se producen movimientos gravitacionales como caídas de rocas y flujos de barro o aluviones que bajan cargados de agua y sedimentos hacia las partes más bajas», describieron las especialistas. Las calles terminan convertidas en el canal por el que se escurre el agua, arrastrando veredas, caños de servicios públicos y vehículos, para dejar luego enormes grietas.

Las geógrafas explicaron que esta zona coincide con las áreas con mayor cantidad de hogares en condiciones de vulnerabilidad social. En diálogo con RÍO NEGRO, Jurio y Torrens contaron, para este trabajo volvieron a los asentamientos que estudiaron entre 2004 y 2007. Descubrieron que la situación se había agravado. Pero no solo son los barrios vulnerables los afectados por la lluvia, otros, como los privados «Villa Luisa» o La Zagala» también sufren afectaciones cuando se desborda el arroyo Durán (canal hacía el río colector de las precipitaciones).

Sin embargo, las tormentas caen cada tanto, aunque se hacen sentir y es el Estado el que tiene pagar los costos. «Con poca lluvia ya hubo consecuencias», puntualizó Jurio en referencia a las del 19 y 20 de abril. Según el informe, en la región se presentan «precipitaciones que han superado la media mensual» y que son «fenómenos extremos y recurrentes». Entonces la pregunta es, ¿Cómo se aborda un problema serio, pero que no es continúo?.

Torrens propuso responder la duda pensando a quiénes se está protegiendo y el costo de reparar lo que se rompe: «a lo mejor, si lo sumás, no esté lejos de lo que haría falta». Reconoció que se han hecho obras desde el 2014, por ejemplo, pero no suelen concluirse en los tiempos necesarios y, en otros casos, no se mantienen o no se ajustan a la capacidad requerida.

Jurio indicó que los ejemplos similares se repiten en el país, como Comodoro Rivadavia o Trelew, y que hay una red de universidades trabajando el tema del riesgo.

Ambas plantearon que más allá de de los crecimientos urbanos desordenados que implican las tomas, hay normativas a las que se les aplican excepciones, como la ley 2713, que incluye el enfoque de riesgo en las políticas de planificación y desarrollo territorial, y estudios que no son tenidos en cuenta, como los que la Universidad del Comahue realiza desde los ’80, cuando comenzaron a lotearse las chacras, sobre los lugares aptos para construir en la ciudad.

Con este panorama, las geógrafas concluyeron que «es fundamental que la planificación incorpore la noción de riesgo entendido como un proceso, como una construcción social en la que los diferentes actores contribuyen en alguna medida, con mayor o menor responsabilidad. Por ello, y sobre todo en el contexto económico actual, el riesgo debe ser una dimensión integrada en las políticas públicas.»



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