No te pierdas la muestra «Mafalda en su sopa» en el Museo Gregorio Álvarez

Apenas nueve años trabajó Quino sobre los personajes de Mafalda. Dejó de hacerlo en junio de 1973, hace exactamente 46 años. Desde entonces, nunca más volvió a dibujarla. Sin embargo, Mafalda, sus padres, su hermanito Guille, y sus inolvidables amigos nunca dejaron de acompañarnos. Siguen ahí como si nunca se hubieran ido. Y es que no se fueron nunca. Pero, ¿cómo es posible eso?
Una respuesta posible puede encontrarse en “Mafalda en su sopa”, la muestra inaugurada ayer en el Museo Gregorio Álvarez y que puede ser visitada, con entrada libre y gratuita, hasta el 1 de septiembre.

Organizada por la Biblioteca Nacional a través de su Archivo de Historieta y Humor Gráfico Argentinos, la muestra reconstruye el proceso de producción, difusión y circulación de la emblemática tira.
En su recorrido pueden verse originales, bocetos, libros, traducciones, fotografías y objetos que dan cuenta de la apropiación que la gente hizo de los personajes: incluirlos en tarjetas de casamiento, tatuárselos en la piel, poner el nombre a negocios, jardines, bibliotecas y hasta bautizar a un nanosatélite que está ahora mismo en el ciberespacio.
Lo más interesante de la muestra, sin embargo, tiene que ver con el enfoque que sus organizadores le dieron y es el de los lectores. Sabemos qué fue de Mafalda en estos 50 años, pero, ¿qué fue de nosotros, los lectores? Porque “Mafalda en su sopa” es también un registro del derrotero de su público.
En una entrevista con “Río Negro”, la curadora de la muestra, Judith Gociol, cuenta que “la muestra se armó en 2014, en la Biblioteca Nacional, por los 50 años de la aparición de Mafalda en ‘Primera Plana’. Nosotros nos propusimos encontrar otro relato alrededor de Mafalda y lo que se nos ocurrió fue, en vez de pensar qué fue del personaje en esos 50 años, qué fue de nosotros, los lectores, durante todo ese tiempo”.


Así, revela Gociol, que “la muestra se armó desde el momento en que Quino crea los personajes, donde colocamos un tablero de dibujo de su tiempo y algunos calcos que Quino utilizaba para que los personajes salieran iguales hasta la llegada de Mafalda al lector. Hay originales de las publicaciones, que se sucedieron entre el 64 y el 73. Quino dejó de dibujarlos, pero los personajes fueron utilizados sueltos para campañas de bien público, salud y Derechos Humanos. Pero Quino no los dibujó más”.
De todos los elementos que componen la muestra, el más interesante es el de las cartas que los lectores les enviaban a Quino. “Teníamos en claro que lo que iba a hacer la diferencia iban a ser las cartas de lectores”, reconoce Gociol, sin dudarlo. “Las cartas tenías las direcciones y los nombres y a partir de eso buscamos, llamamos y supimos qué fue de cada uno de ellos. Aparecieron historias increíbles. Y la sorpresa de gente que era chiquita cuando mando las cartas y hoy son adultos de más de 50 años que se reencontraban con textos propios llenos de ternura”.

AAG.NQN 27.06.19 FOTO YAMIL REGULES NOTA EXPOSICION DE MAFALDA EN MUSEO GREGORIO ALVAREZ

Gociol confiesa que “fue muy fuerte todo el proceso de ubicar a los lectores. En muchos casos se trataba de llamar a una casa sin saber quiénes iban a atendernos exactamente. Hubo un caso muy fuerte, el de una presa política de Santiago del Estero ya fallecida. Fue bastante shockeante el llamado, le explicamos a sus hijos quiénes éramos y el por qué de ese llamado. Después se engancharon muchísimo. En la carta que le envía a Quino , la mujer le cuenta que, mientras estuvo presa, se contaba los chistes de Mafalda de memoria para distraerse de ese infierno. Y Quino, muy conmovido, le respondió diciéndole que en verdad no sabía qué decirle”.
La curadora menciona otra historia alrededor de las cartas de lectores exhibidas en la muestra y es la de una chica de Mendoza que durante su infancia se mudaba muy seguido porque su padre era perseguido. En aquella carta infantil le contaba a Quino que envidiaba a Mafalda por la cantidad de amigo que tenía. “A ella la pudimos conocer cuando llevamos la muestra a Mendoza”, apunta Gociol.
¿Por qué una niña de los ‘60 sigue hablándonos 50 años después? “Porque se trata de un mensaje humanista”, sostiene. “Y que siga tan vigente 50 años después es una alegría y una tristeza por igual, porque es la constatación de que el mundo no cambió. Quizás hubiera sido mejor tenerla como un libro de historia, pero no es lo que ocurre”, reflexiona Gociol, y concluye: “Creo que los aspectos coyunturales que atraviesan las inquietudes de Mafalda, como la guerra de Vietnam, Mao Tsé Tung, Los Beatles, son la cáscara. Lo que subyace a todo eso y la convierte en un clásico de vigencia permanente es su pregunta por el destino de la humanidad”.
En este sentido, quizás una de las tantas virtudes de Quino respecto de Mafalda haya sido el modo en que abordó la infancia. Los chicos del siglo XXI siguen siendo como Mafalda: sujetos inquietos que abordan a los padres con preguntas incómodas acerca de la vida y el mundo y que, con el misma frescura, salen a la plaza a jugar.
La tira no fue pensada para chicos, sino para adultos. La apropiación del personaje por parte de los chicos fue posterior. “Es un fenómeno que se da a partir de que las tiras comienzan a ser publicadas como libros. Porque mientras salía publicada en los diarios era para adultos. Quino mismo se sorprende de que los chicos se hayan apropiado de Mafalda porque en ningún momento la pensó para ellos”, explica Gociol.
Por último, ¿qué pensaría Mafalda del nombre de la muestra? La sopa es un símbolo que adoptó Quino para oponerse a todo hecho autoritario. Y a Quino le gusta mucho la sopa (risas)”. Quizás, 50 años después, también a Mafalda le guste aunque sea un poco.

La muestra “Mafalda en su sopa” puede ser visitada hasta el 1° de septiembre en el Museo Gregorio Alvarez (San Martín 280) con entrada libre y gratuita.


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