Nuevas oportunidades, nuevas responsabilidades

JAVIER VAN HOUTTE (*)

El capitalismo está en crisis. Al menos, la versión que hemos conocido hasta ahora. Nadie duda de que sea el mecanismo instalado y aceptado para regir las relaciones económicas entre y dentro de las sociedades. Pero sus resultados no están siendo aceptables y esto nos obliga a repensar nuestros roles. La brecha entre las empresas y sus comunidades es una muestra clara. Mientras unas prosperan, crecen y se expanden, las otras no sienten que esos beneficios les lleguen al ciudadano común. Se han diseñado e implementado mecanismos de “traslado” de “derrame” tomando renta de las empresas y destinándola a necesidades sociales, pero no alcanza. La brecha se sigue agrandando. Debemos repensar la forma en que generamos valor, en que construimos riqueza, en que atendemos las necesidades sociales. La empresa no puede ni debe desatender las necesidades y desafíos de su comunidad, pero tampoco ha demostrado ser efectivo el enfoque tradicional que traslada parte de su renta a estas necesidades. Este rumbo nos lleva a un camino sin salida, ausente de sustentabilidad, donde las empresas no podrán invertir, crecer, crear valor; los recursos naturales no serán puestos al servicio del hombre y las sociedades se verán desatendidas en sus necesidades y potencialidades. Nuestro desafío debe ser diseñar mecanismos virtuosos de acercamiento, de trabajo conjunto, de identificación de necesidades y oportunidades. La teoría de la empresa (quien invierte el dinero tiene derecho a recibir la renta del negocio) se va reemplazando por la teoría de los stakeholders (todos los que arriesgan en una actividad tienen derecho a participar de esa renta). Y vaya que verse impactado por desembarcos de empresas, explotación o exploración hidrocarburífera, construcción de represas, cambios de paisajes, etc. son riesgos que asumen personas que, sí o sí, deben ser tenidas en cuenta. Pero se lo puede hacer a la antigua (filantropía, RSE, etc.) repartiendo en más pedazos la misma torta, o puede hacerse de esta manera virtuosa de agrandar la torta para que haya más para repartir. Producciones orgánicas, detección de nuevos mercados, traza indígena, capacitación y empoderamiento de comunidades, etc. son algunos de estos productos con mercados dispuestos a tomarlos. Estos conceptos están bien descriptos en el artículo de Michael Porter y Marc Kramer “La creación de valor compartido” del Harvard Business Review del 2011: “Las empresas siguen teniendo una visión estrecha de la creación de valor, optimizando el desempeño financiero de corto plazo dentro de una burbuja mientras pasan por alto las necesidades más importantes de los clientes e ignoran las influencias más amplias que determinan su éxito en el largo plazo. (…) Las empresas deben reconectar su éxito de negocios con el progreso social”. Y también lo reconoce la empresa. Un estudio de Accenture y Naciones Unidas del 2013, con entrevistas a 1.000 CEOs de empresas globales, concluye en que los líderes transformacionales se están aproximando a la sustentabilidad de una manera diferente, entregando un modelo para generar un mayor impacto y crear valor para el negocio. Neuquén tiene pasado, presente y futuro en esta temática. Mucho se ha realizado durante estos 100 años de actividad hidrocarburífera convencional. Plan de salud, inversión en educación, infraestructura, grandes obras, empresas públicas, planificación, descentralización, federalismo fueron objetivos cumplidos de los primeros 50 años de nuestra vida institucional. Basta repasar el discurso de Felipe Sapag describiendo la provincia de 1963 y compararla con los hitos de hoy. Pero los logros del pasado son sólo la línea de partida del futuro. Neuquén produce el 22% del petróleo, el 50% del gas y el 22% de la energía hidroeléctrica del país. Nuestro objetivo debe ser que en los próximos seis años produzcamos el 50% del petróleo, el 60% del gas (desplazando también la importación de gas en barcos) y el 30% de la energía hidroeléctrica. También en los próximos años proveeremos el 50% de la energía eólica del país, haciendo honor a nuestra tradición pionera y energética. Éstos no son desafíos menores ni sencillos. Hoy hemos naturalizado el “conflicto” como forma de vida y la “lucha” como herramienta de negociación. En un contexto así y con esos métodos no hay vencedores, nadie gana a largo plazo. Se pierden oportunidades y se destruyen derechos. La riqueza, potencial y características de nuestro subsuelo nos obligan a repensar y mejorar los modelos de interacción. La sustentabilidad es la palabra clave. Vendrán empresas con recursos para invertir. Y las esperamos y necesitamos. Pero sepan que en Neuquén el enfoque diferencial no será el dinero, deberán ser las propuestas de valor, el trato con las comunidades, el enfoque y las acciones de sustentabilidad. Debemos ser arquitectos y constructores de un mundo mejor. Éstos son los nuevos desafíos y responsabilidades que tendremos en el Neuquén que viene. Nadie tiene la receta. Nadie tiene la verdad. Se deben crear mecanismos transparentes, horizontales, virtuosos de atender las demandas sociales. Hay que desafiar a las empresas, para que el desarrollo sustentable de la provincia sea genuino, real, tangible para nuestra población, a ir más allá del enfoque tradicional de gestión de sus entornos sociales. Ser los primeros en actuar y promover alianzas e iniciativas de acción conjunta con otros grupos de interés como comunidades, proveedores locales, otras empresas con intereses en la provincia. En el desarrollo sustentable vamos todos, no sobra nadie. Todos debemos comprometernos en este camino. (*) Ingeniero agrónomo. Exsecretario de Producción del Neuquén


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