Oficina de Ignorancia a la Víctima

José María Maitini*


El Estado “dice” que “el lesionado es él”. A la víctima, por más dolor que sufra (en general), se la ignora. Más aún si no coopera con el Estado, se la compele a hacerlo.


Tiendo a reflexionar de las cárceles. Quisiera, en esta oportunidad, hablar de las víctimas. Hay un ejemplo muy famoso que detectará inmediatamente quien ha estudiado el derecho penal. Imagine lector que su hijo rompe con una piedra los vidrios del colegio. ¿Qué podría hacer el/la director/a al respecto? Varias cosas: podría exigirle a los padres que paguen, podría hablar con el niño y abordar un tratamiento junto al psicólogo escolar, también podría escucharlo para determinar qué comportamiento de los demás determinó esa reacción. Podría aplicarse también todo esto junto. Qué duda cabe. Pero… la Dirección podría realizar algo más drástico: echarlo. Sin vueltas. “No toleramos gente así. Fuera”. Nadie debe alterar las órdenes. Fuera.

No hay intervención, sino ausencia. No hay atención, sino desatención. No hay abordaje alguno.

Este procedimiento de exclusión opera en todo nuestro sistema penal. El director del colegio, echando al niño, sería nuestro juez/a. El niño golpeador, nuestro delincuente. Si el niño en vez de pegar un piedrazo al vidrio le desfigura la cara a otro, allí tendríamos claramente nuestra víctima. Fuera del colegio. Vaya. No lo quiero más dentro.

En nuestra sociedad, cualquier delito dispara una investigación. Incluso a nuestra víctima se la investiga: pruebas, declaraciones, escena del hecho, qué, cuándo, cómo, dónde. Un fiscal -con ansia de justicia- no tendría tiempo para ocuparse del niño víctima. Debe hallar pruebas. El fiscal sabe -sin contarlo- que actúa como si el mismísimo Estado fuese el lesionado. El daño se originó dentro del ámbito escolar y no puede permitirse esa conducta como pauta social. Fuera, fuera. Director, ¡échenlo! Señor juez, ¡cárcel!

Cualquier primerizo estudiante de Derecho Penal conoce lector este axioma irrefutable: el poder punitivo no soluciona ningún conflicto, solamente lo suspende. Conoce que en el proceso penal el Estado “dice” que “el lesionado es él”. A la víctima, por más dolor que sufra (en general), se la ignora. Más aún si no coopera con el Estado (si el niño golpeado no coopera en la investigación) se lo compele a hacerlo (“Dígame, dígame”, el director dirá), incluso al absurdo de ser sancionado.

Los derechos de la víctima (del niño golpeado) son de excepción. La regla del proceso penal es que su derecho se confisca. Que el conflicto se suspende. Nada se hace por la víctima, por definición y esencia. El conflicto queda por años colgado hasta disolverse (los parientes y amigos diluyen el dolor), y lo mismo sucedería aunque se matase al homicida, pues quedaría colgado para siempre. ¿Por qué toda esta larga introducción? Le explico.

En Cipolletti, la Oficina de Atención a la Víctima debería mejor llamarse Oficina de Ignorancia a la Víctima. Y nadie me lo tiene que contar. Lo he comprobado como patrocinante de familiares querellantes (víctimas). Mire: un chequeo web rápido de los objetivos de esta “oficina de atención” nos dice que 1) “intervienen antes/durante/después del denunciante”, 2) “abordaje integral de conflictos”, 3) “intervención interdisciplinaria en (…) homicidios”. Lector, es necesario que se sepa: desde el asesinato del hijo de mis defendidos (hace más de dos meses) la oficina nada hizo por la familia. Nada. No llamaron, no acudieron, no hablaron, no intervinieron… ni antes ni durante. Tampoco lo harán después. Entenderá, párrafo siguiente, por qué.

Pasados dos meses sin mover un pelo, los llamo, por supuesto.

-Señoras, disculpen. Sí. Sabe, una cosita: acá está la familia del asesinado. Ustedes, digamos, intervendrán, ¿no?

-Ajá, ¿demanda tuya o de los padres? -note lector que empezamos así, los padres debían “demandar” la “atención”. No me quedé atrás y respondí-.

-¿En serio me está diciendo eso? Mire, le explico: son víctimas, padres del asesinado.

-Pero ¿qué planteos te hacen? -señora Ofavi dixit. Sí, así como leyó: “qué planteos”)-.

-¿Usted me habla en serio? A su hijo lo mataron hace dos meses. Y usted es una oficina que se ocupa de las víctimas, ¿no? Así que llame, pida perdón y póngase a trabajar. ¿O quiere que la denuncie? -tuve que, humildemente, aclarar-.

-No, no. Ya me comunico.

Por supuesto… llamaron. Pidieron disculpas. Preguntaron si “necesitaban ayuda”. Por supuesto le respondieron: “De usted Ofavi no quiero nada. Ni yo ni mi esposa. No nos joda”, contestaron los padres.

Me pregunto, lector, ¿hace falta este trato? Porque esto se hace a la víctima en Cipolletti. Primero, el Estado ignora. Segundo, crea una Oficina de “atención” para ignorarla más. ¿El virus? No es excusa. Ni siquiera una llamada hicieron. ¿Que desbordan víctimas? Si no se ocupan de las cosas más graves, ¿de qué se ocupan? No hay intervención, sino ausencia. No hay atención, sino desatención. No hay abordaje alguno. Las víctimas, mientras, ahí están. Dicen hacer algo por ellas… mentira, ellas sienten abandono y sufren. Y sufren incluso más cuando admito que existe una Oficina en su nombre. Oficina que, a sueldo completo, por H o por B, solo se dedica a ignorarlas.

*Abogado penalista


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