Nada se mueve, hasta que haya presidente

“Te estamos esperando con los brazos abiertos, Miguel Ángel”, le dijo el diputado Eduardo Valdés al auditor general de la Nación Miguel Ángel Pichetto. Ambos dirigentes estaban ingresando al Salón de Pasos Perdidos del Congreso para participar de un acto por el aniversario de la Revista Noticias el pasado lunes 13. Valdés se cruzó con el exsenador en este salón que es la antesala al recinto de la Cámara de Diputados y no pudo evitar saludarlo con una sonrisa y una ocurrencia acordes a los tiempos que corren. La respuesta fue inaudible porque ambos se fundieron en un abrazo y continuaron la conversación hablándose al oído.

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Esta escena es una muestra de la Argentina que viene a partir de mañana. ¿Cómo se reconfigurará la política una vez que se conozca quien será el próximo presidente? Aunque los diputados y senadores ya fueron electos, todavía no están las autoridades parlamentarias, porque no será lo mismo una Cámara de Senadores presidida por Victoria Villarruel, la compañera de fórmula de Javier Milei o Agustín Rossi, el partenaire de Sergio Massa. Mucho menos será lo mismo si el presidente de La Cámara de Diputados es de la Libertad Avanza/PRO o de Unión Por la Patria, porque la configuración de los bloques parlamentarios se reorganizará a partir de la jura de los nuevos legisladores.

Lejos quedó aquella argentina de la década de 1990 cuando el país se dividía entre peronistas y radicales. En aquellos años había surgido una escisión del peronismo que se llamó Frente Grande, de donde surgieron líderes como Carlos “Chacho” Álvarez, Graciela Fernández Meijide o Fernando “Pino” Solanas. Pero el Congreso estaba dominado por el bipartidismo.

Hoy prima la fragmentación, porque la fractura de Juntos Por el Cambio dejó más expuestas las diferencias entre la UCR, el PRO, la Coalición Cívica y el Peronismo Republicano. Incluso para quienes hicieron pública su postura de abstención en el balotaje no será lo mismo si gobierna Massa o Milei.

En este contexto, los gobernadores también tendrán un rol clave, porque a partir del 10 de diciembre el Congreso se convertirá en una suerte de península insular, donde los gobernadores que tienen un partido propio serán parte de la conversación legislativa. Para esta parte del país, donde hace más de 60 años se convive con el MPN o desde hace casi una década con JSRN no será una novedad entender las dificultades de ser minoría en cualquier discusión nacional, pero ahora se suma San Juan y San Luis. En Misiones, el Frente Renovador de la Concordia del dirigente Carlos Rovira también tiene basta experiencia. Nacho Torres de Chubut planea crear un partido provincial propio emulando al fallecido Mario Das Neves. En Salta, Gustavo Saenz ya tenía su armado propio aliado a Sergio Massa. Es decir que la palabra -y las necesidades de los gobernadores- pesarán un poco más en la conversación.

Cuando en la década kirchnerista el peso de los intendentes bonaerenses se había vuelto crucial en la planificación política por el peso electoral de distritos como La Matanza, Lomas de Zamora, Quilmes, Merlo, Moreno o Florencio Varela, el exsenador solía decir que estábamos yendo hacia la “municipalización de la política”, porque de pronto todo comenzó a girar en torno a las necesidades de algunos distritos clave y se había vuelto más efectivo hacer 10 cuadras de asfalto que trabajar sobre políticas públicas más profundas y con beneficios para todos los habitantes del país.

En este caso se podría decir que estaríamos entrando en un periodo de “provincialización de la política”, porque al haber tanta fragmentación en el Congreso, para conseguir mayorías habrá que buscar aliados en esos partidos provinciales que están aterrizando en el Congreso.

Eso sí, antes de empezar cualquier conversación, primero hay que esperar a ver quién será el nuevo presidente de la Argentina y eso se define hoy.