Populismo judicial como forma de placebo político

Los procesos mediáticos son espectáculos que simulan solucionar problemas que en realidad se están consolidando y profundizando. Demagogia punitiva y distracción.

:“Pierrot en la Corte criminal” Thomas Couture, 1868-1870.

Sobre los placebos institucionales.

1. La reforma constitucional como regresión


Muchas de las reformas incorporadas en 1994 en el texto de la Constitución, sus nuevas instituciones, han funcionado como placebos institucionales, esto es, mecanismos de sugestión positiva de un cambió prometido pero con resultado material nulo o decepcionante.

El gatopardismo clásico es “cambiar algo para que nada cambie”. El actual gatopardismo viene con una sustancial regresión. Cambiarlo todo para que todo empeore.

Hay muchos artículos de la Constitución reformada que todavía siguen inactivos, que son letra muerta. Otros demuestran una involución que era difícil de imaginar. La Auditoría General de la Nación (Art. 85) no tiene auditores, el Defensor del Pueblo (Art. 86) vacante, el Consejo de la Magistratura fracasó en administrar el presupuesto que retuvieron los supremos (Art. 114 inciso 3) y aquel fue rediseñado por la propia Corte que venía a contrapesar. Finalmente, la regulación de los decretos (Arts. 76, 82 y 99 inciso 3) es tan ridícula que el propio Presidente puede vetar la ley que los regula o modificarla por decreto. La culpa no es únicamente de Milei sino de la clase política que lo gestó y lo sigue fortaleciendo.

La deuda externa devora todos los recursos para cumplir con los tratados de derechos humanos (Art 75 inciso 22). Los artículos 18 y 19 tampoco se cumplen. Por un lado, las garantías constitucionales son derrotadas por un sentido común punitivo que cruza la sociedad, tanto en sus elites progresistas como libertarias. Hay un consenso en el castigo y en la crueldad. Por otro lado, la intimidad y privacidad en la era en la que los dispositivos escuchan están derogadas y no volverán.

Seguramente Milei así reforme la Constitución de hecho primero y el texto después. Una dolarización sería la vía ya prometida. Además, Trump necesita reforzar al dólar a nivel global. La regresión de derechos y de poder adquisitivo ahí será real, palpable. No será otro placebo político.

La Corte Suprema acompaña con sus silencios al Gobierno. Una autorrestricción en sintonía populista. A pesar de los dichos demagógicos de sus miembros, su silencio es un apoyo fundamental. La excepción categórica fue marcarle la cancha y condicionar el año electoral.

En un contexto donde todo es teatral, el efecto de los placebos tiene la sintonía de sus tiempos. Es performativo. El populismo judicial es otro placebo institucional. Muchas veces es un placebo adulterado. Simula, sugestiona que combate el problema pero realmente provoca la enfermedad. Un placebo con fentanilo. Tapar la corrupción estructural real con populismo judicial anticorrupción mientras la corrupción avanza como nunca.

En la sociedad en la cual todos performan frente a cámaras, los jueces tampoco pueden dejar de hacerlo. Lo de la Jueza Mackintach es para un documental sobre populismos judiciales. Del Juzgado a Netflix. Hay otros jueces que quieren recobrar Malvinas y declaran inconstitucionales decretos cuando ya están rechazados por el Congreso. El populismo de Petracchi era de cierta calidad.

También hay un populismo judicial cuando una sentencia entra en escena para distraer. Por ejemplo, cuando un juez que tiene una situación delicada en el Consejo hace que la comunidad periodística reaccione de una forma predecible y perjudicial. Mientras el periodismo denuncia una censura real, la sociedad enojada y transformada, lejos de valores republicanos, ve que los periodistas hablan de sí mismo y se miran el ombligo. Así el Gobierno se construye como su víctima y al periodismo como autorreferencial y “ensobrados” (sic). Una distracción costosa pero efectiva. Ocultar un escándalo con otro en el mar de indignación endogámica.

2. El efecto placebo del populismo punitivo


Resolver todo con el Código Penal es un ejercicio clásico de demagogia. Lo nuevo son los procesos para-judiciales donde se construyen narrativas y condenas sin pruebas ni defensa posible. No son causas armadas, son sentencias armadas y ejecutadas. Sin apelación. El espectáculo judicial para la distracción social.

La descomposición de la clase media genera sus conflictos judiciales pero la resolución violenta de conflictos para-judiciales aumenta en el resto de la sociedad. Las denuncias falsas y los linchamientos de personas inocentes producto de rumores y escraches sociales es una práctica de (in)justicia popular en alza. Aparecen los inquisidores bienintencionados y se construye otro show de ejecuciones públicas.

Ese populismo judicial va a traer menos verdad y más corrupción, menos seguridad y más violencia, menos justicia y más espectáculo.


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