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Todos mirando al norte y procurando su tercio

La política argentina espera la elección en Estados Unidos mientras se reacomoda para sobrevivir y planifica el escenario electoral del 2025.

En un par de días, Estados Unidos despejará una incógnita de primer orden para la política global. El resultado de las elecciones del martes resolverá algo más que la jefatura de la Casa Blanca. Definirá si Donald Trump fue una anomalía del sistema norteamericano o si representa lo más identitario del sistema en sí mismo.

Se trata de una definición de proyección estratégica. Acaso la más relevante para Occidente desde el estallido de la desglobalización política posterior a la pandemia y la paralización mundial de 2020. En las antípodas, China resolvió en marzo de 2023 la reelección para un tercer mandato de Xi Jinping y una reforma personalista de su constitución política.

El mundo asistirá entonces a la elección norteamericana conteniendo la respiración. No sólo porque las encuestas predicen una elección reñida; también porque los conflictos que se dispararon con la desglobalización crecen a una velocidad algorítmica y demandan con urgencia un nuevo esquema de gobernanza global.

Sólo a modo de ejemplo: con las advertencias cruzadas entre Israel e Irán, la guerra en Medio Oriente está alcanzando su escala más temida. Y Europa teme que la Otan se repliegue frente al expansionismo del autócrata ruso, Vladimir Putin.

Los términos en los que quedó planteada la competencia entre Donald Trump y Kamala Harris exceden la alteridad programática. No confrontan dos pliegos de propuestas, sino dos concepciones distintas de la democracia norteamericana. Occidente está al aguardo de un liderazgo norteamericano que de arranque se exhibe mellado por una profunda fisura interna.

En los días inminentes de ese dilema global, Argentina decidió el cambio de conducción de su Cancillería. La salida de Diana Mondino y el ingreso de Gerardo Werthein fue presentada por el gobierno de Javier Milei como un ejercicio disciplinario frente a la escena global por venir. En realidad, las objeciones del círculo aúlico de Milei a la gestión de Mondino venían de antes.

El triángulo que integran el Presidente, su hermana Karina y el asesor Santiago Caputo venía cercando a Mondino por los matices que admitía entre la “diplomacia presidencial” que reclama la Casa Rosada y la “diplomacia institucional” que reivindica la Cancillería. Son dos modos distintos de enfocar la política exterior: la primera se modela con la ideología personal del Presidente; la segunda, con el núcleo de intereses permanentes del país.

Milei critica con razón la diplomacia ideologizada que perjudicó al país con una trayectoria reprochable, adoptando posiciones como el apoyo a la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela; la adhesión a Irán y a grupos terroristas que actúan en el conflicto de Medio Oriente; el ofrecimiento a Rusia para que desembarque sus intereses en la región a través de Argentina; o la especulación geopolítica permanente entre Occidente y China. Pero el Presidente romete una depuración en la Cancillería con argumentos de uniformidad similares, en sentido ideológico opuesto.

El Gobierno busca acelerar su actividad en éste y otros ámbitos porque acaba de cerrar el mejor mes de su gestión de gobierno desde la perspectiva macroeconómica. La economista Marina Dal Poggetto lo describió días atrás enumerando cuatro dimensiones en las que el oficialismo obtuvo resultados favorables.

El Banco Central volvió a comprar dólares para recomponer sus reservas mientras el sistema financiero recibía un importante volumen de depósitos en moneda extranjera por efecto del blanqueo de capitales.El balance de las cuentas fiscales sigue equilibrado y registrando superávit financiero, aunque persiste el debate sobre el cómputo contable del costo financiero de la deuda en pesos del Tesoro. La inflación perforó el piso de los 4 puntos y los precios minoristas de octubre se habrían sostenido en torno al 3%.

Las encuestas de opinión están mostrando un repunte de la imagen presidencial. Pese al veto a los fondos universitarios, la promesa de un sector del estudiantado que le auguraba temerariamente al Gobierno un inevitable mayo francés perdió sustento. Ese declive empezó en las aulas y se proyectó hacia la sociedad.

Un tercio para vivir


Milei aporta a esa posición de fuerza su capacidad para instalar ejes de debate distractivos que la oposición compra con unánime candidez: puso al país a debatir sobre el rol de Raúl Alfonsín en la caída de Fernando De la Rúa.

A la política argentina, configurada con las coordenadas del consenso de 1983, le sucede con estas provocaciones lo mismo que el ensayista de izquierda Enzo Traverso les reprocha a los intelectuales críticos desde la caída del Muro de Berlín: desplomadas sus utopías ofician la celebración casi religiosa del pasado. Sólo se encargan, mansamente, de la elaboración de la memoria.

Mientras tanto, el Gobierno duplica su relato sobre transformaciones políticas ambiciosas, apuntando con perspicacia a un objetivo concreto: retener el año próximo un caudal de votos cercano al del balotaje y construir un tercio de bancas propias en la Cámara de Diputados. Hay un dato que las encuestas reflejan: Milei construyó en 2023 un tercio de votos como núcleo duro y todavía lo mantiene. Los votos de sus aliados en el balotaje se reparten ahora entre liderazgos dispersos.

Tiene enfrente, además, un polo frágil de oposición que aspira a conducir Cristina Kirchner. La expresidenta consiguió ganar en el escritorio de la jueza María Romilda Servini de Cubría una interna por el sello del Partido Justicialista que hubiese sido un portento de inasistencias si se abrían las urnas.

El kirchnerismo estaba buscando desesperadamente una forma de salir de esa dudosa apuesta pública que hizo Cristina y la ayudó la jueza, veterana de mil litigios. Nunca en su trayectoria política la expresidenta había quedado tan expuesta a la irrelevancia. Ni los jugadores de menor peso en la interna del peronismo se molestaron en pronunciarse. Para revalidar sus títulos, el certificado de supervivencia que le extendió Servini de Cubría ya es insuficiente. Deberá competir el año que viene y procurar su tercio de votos propios.

También ella parece estar oficiando solamente liturgias del pasado. Funcionales a los gritos de Milei, que hostiga con sólidas razones aquellas utopías que el progresismo fundió.


En un par de días, Estados Unidos despejará una incógnita de primer orden para la política global. El resultado de las elecciones del martes resolverá algo más que la jefatura de la Casa Blanca. Definirá si Donald Trump fue una anomalía del sistema norteamericano o si representa lo más identitario del sistema en sí mismo.

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