Pasión por los libros

Opinión

Mario Tesler (*)

Su campaña libertadora es la razón de su gloria. El reconocimiento de ésta comenzó ya entre sus contemporáneos y sirvan como fundamento las palabras con las que el rey de Francia lo recibió en el Palacio de las Tullerías ante los diplomáticos el 1º de enero de 1838: “Tengo un vivísimo placer en estrechar la diestra de un héroe como vos, general San Martín. Creedme que el rey Luis Felipe conserva por vos la misma amistad y admiración que el duque de Orleans. Me congratulo que seáis huésped de Francia y que en este país libre encontraréis el reposo después de tantos laureles”. Pero este conductor militar exitoso tuvo otros rasgos sorprendentes de conducta que contribuyen a engrandecer su figura. Más allá de la profesión elegida, este hombre fue en esencia un fervoroso civilista y de esto hizo profesión de fe pública como jefe supremo del Perú en la proclama del 20 de septiembre de 1822. Con ella se despidió de los peruanos diciéndoles: “La presencia de un militar afortunado (por más desprendimiento que tenga) es temible a los estados que de nuevo se constituyen”. También llama la atención en un militar de carrera, cuando su vida transcurría de batalla en batalla, su afán por los libros como instrumento donde abrevar la sed de conocimiento. La biblioteca de su diletantismo lo acompañó por Europa y Sudamérica, con ella viajó de Cádiz a Buenos Aires y luego la trasladó a Mendoza, Santiago de Chile y Lima. Durante la campaña militar de liberación, su catre y algunos otros efectos personales no llegaron a completar la carga de una mula, pero cuando entró a Perú lo acompañaban 13 cajones con más de un millar de volúmenes, más cantidad de documentos, folletos e impresos en hojas volantes. Pero más significativa aún es la preocupación expuesta de manera manifiesta y constante por la cultura del pueblo y su acceso a los libros y por la creación de bibliotecas públicas. En comunicación remitida al Cabildo de Chile, el 17 de marzo de 1817, decía San Martín: “…la ilustración y fomento de las letras es la llave maestra que abre las puertas de la abundancia y hace felices a los pueblos. (…) yo deseo que todos se ilustren en los sagrados libros que forman la esencia de los hombres libres”. Preocupación que él concretó con la donación de su dinero para la creación de una biblioteca pública en Chile; luego testó el 23 de octubre de 1818 para que, en caso de fallecimiento, su librería fuera entregada con destino a establecer una biblioteca pública en Mendoza, a la cual le remitió en 1822 algunos cajones con libros, y siendo gobernante del Perú el 28 de agosto de 1821 decretó que debería establecerse una biblioteca nacional para la cual puso a su disposición sus libros de materias interdisciplinarias. (*) Bibliotecólogo e historiador. Autor, entre otros, de “Pedro de Angelis y Henry Ferns” y “Camila y la Bemberg” y especialista en el Gaucho Rivero y las Islas Malvinas


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