Patagonia tropical
Desafortunadamente, en la prevención de consecuencias del cambio climático, la situación de nuestro país deja mucho que desear.
Según el Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima que bajo los auspicios de las Naciones Unidas está investigando los cambios -algunos de los cuales son espectaculares- que están concretándose en todo el planeta, en los próximos cien años la temperatura promedio de la Tierra subirá entre 1,4 y 5,8 grados. Aunque resulte que el aumento sea de sólo 1,4 grados, los efectos serán importantes, mientras que de estar en lo cierto los que prevén un aumento decididamente mayor, estamos por experimentar un fenómeno que modificará drásticamente la faz de la Tierra, uno que podría transformar estepas gélidas en zonas templadas, impulsar la desertificación de regiones actualmente agrícolas y grandes inundaciones, de magnitud muy superior a la habitual, en llanuras como aquellas que conforman la Pampa Húmeda. Aunque tales cambios distarían de ser nuevos -por razones aún desconocidas, períodos signados por el frío siempre han alternado con otros cálidos, a veces con consecuencias traumáticas para nuestros antepasados, de ahí las periódicas edades de hielo-, hay motivos para creer que el proceso de calentamiento muy rápido que está en marcha se debe, por lo menos en parte, a las actividades del hombre.
Se trata de una hipótesis optimista porque, de estar acertados los muchos que lo atribuyen a la industria y a sus productos, significaría que estamos en condiciones de incidir en lo que está sucediendo a fin de impedir que poblaciones enteras se vean obligadas a abandonar sus territorios actuales en busca de otros. Puesto que el calentamiento previsto afectaría de manera devastadora a países enteros como Bangladesh, con sus 127 millones de habitantes, y Holanda -si bien por ser ésta un miembro rico de la Unión Europea las secuelas no serían tan catastróficas-, los gobiernos de los países avanzados no pueden darse el lujo de negarse a prestar atención a los convencidos de que si tomamos medidas encaminadas a reducir la emisión de gases que podrían provocar el “efecto invernadero”, sería posible ahorrarnos una serie de desastres en gran escala porque algunos científicos tienen sus dudas en cuanto al aporte al cambio de las actividades humanas. Al fin y al cabo, es una cuestión de no correr riesgos innecesarios.
La publicación del informe del Grupo Gubernamental de Cambio Climático coincidió con el inicio en Estados Unidos, el país más rico, más industrializado y más contaminador de todos, de la presidencia de George W. Bush, un político estrechamente vinculado con la industria petrolera que nunca se ha preocupado demasiado por los problemas ambientales. Así las cosas, es de suponer que el gobierno estadounidense siga oponiéndose a los esfuerzos de los europeos y otros de concertar una estrategia mundial a fin de minimizar los efectos presuntamente muy negativos en la evolución del clima del uso de grandes cantidades de combustibles y la emisión resultante de sustancias químicas nocivas, actitud que virtualmente garantiza que en los próximos años los representantes norteamericanos serán los blancos favoritos de todos los preocupados por los peligros planteados por los cambios climáticos que están produciéndose y que se harán cada vez más visibles.
De todos modos, aun cuando el calentamiento fuera el resultado de factores naturales sin que la polución industrial haya contribuido tanto como la mayoría sospecha, el que ya no quepan dudas sobre la realidad del fenómeno obliga a las autoridades de todos los países a tomar medidas destinadas a mitigar su impacto. Por cierto, cualquier estrategia de desarrollo nacional, regional o provincial tendrá que tomarlo en cuenta. Desafortunadamente, en este ámbito, como en muchos otros, la situación de nuestro país deja mucho que desear. A raíz de la confusión política ya tradicional, la inoperancia de tantos organismos administrativos y el escaso interés por las ciencias, entre ellas las vinculadas con la ecología, no estamos preparados para hacer frente a un desafío que bien podría adquirir dimensiones alarmantes dentro de un lapso relativamente breve. Después de todo, aunque en partes del norte del país las inundaciones son rutinarias, los gobiernos de turno siempre reaccionan ante la más reciente como si se tratara de una calamidad totalmente insólita.
Según el Grupo Intergubernamental sobre la Evolución del Clima que bajo los auspicios de las Naciones Unidas está investigando los cambios -algunos de los cuales son espectaculares- que están concretándose en todo el planeta, en los próximos cien años la temperatura promedio de la Tierra subirá entre 1,4 y 5,8 grados. Aunque resulte que el aumento sea de sólo 1,4 grados, los efectos serán importantes, mientras que de estar en lo cierto los que prevén un aumento decididamente mayor, estamos por experimentar un fenómeno que modificará drásticamente la faz de la Tierra, uno que podría transformar estepas gélidas en zonas templadas, impulsar la desertificación de regiones actualmente agrícolas y grandes inundaciones, de magnitud muy superior a la habitual, en llanuras como aquellas que conforman la Pampa Húmeda. Aunque tales cambios distarían de ser nuevos -por razones aún desconocidas, períodos signados por el frío siempre han alternado con otros cálidos, a veces con consecuencias traumáticas para nuestros antepasados, de ahí las periódicas edades de hielo-, hay motivos para creer que el proceso de calentamiento muy rápido que está en marcha se debe, por lo menos en parte, a las actividades del hombre.
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