Personajes: «El acordeón es mi espacio y me conecta», dice Tomi Vargas

El músico roquense nació ciego y desde chico le sacó melodías a todos los instrumentos que le regalaban. Aquí explica esa conexión especial y habla de su gran logro en el encuentro de acordeones.

Tomás Vargas recibió un pequeño acordeón de regalo de su familia a los 10 años, hoy disfruta con uno de 120 bajos. Foto: Andrés Maripe

Tomi Vargas camina a paso seguro, con la pera elevada y un bastón blanco que hace zig zag en el piso. En la mochila negra que carga en la espalda trae a su mejor amigo: un acordeón grande, el instrumento con el que sueña abrirse camino, dar clases y seguir disfrutando a pleno de la música, su gran pasión.

Con solo 21 años, este roquense que sigue la carrera de Música Popular en el IUPA es un símbolo de superación. Obtuvo hace unas semanas el primer premio en el Encuentro de Acordeones en El Cuy y su interpretación del vals “Desde el Alma” fue la más aplaudida por el público.

Tomás nació prematuro, con una ceguera que los médicos no pudieron revertir pese a varias operaciones. Llegó a obtener un porcentaje mínimo de visión luz, alcanzó a ver formas de bultos, sombras; pero luego vino un accidente con una rama de un árbol y todo se apagó. Desde entonces se aferra a todo lo que capta su oído y disfruta a fondo con la música.

Se aprende a vivir con la ceguera. De chiquito me manejo como una persona que ve».

Tomás Vargas, músico roquense

“Somos muy intuitivos con el oído, los sonidos nos marcan siempre el espacio y nos dan el punto de conexión”, explica el acordeonista cuando describe el mundo de los que no pueden ver.

En la nota con Río Negro se mostró además muy agradecido con su madre Johana y su padre Miguel, que son “mi gran sostén“, al igual que sus abuelos, explicó.

Tomi en el reciente Encuentro de Acordeones de El Cuy donde logró el primer premio. (Foto: Andrés Maripe)

Tomi es una persona muy querida y fuente de inspiración en el ambiente de los músicos. “El me enseñó muchísimo, tiene oído absoluto y es un prodigio por su facilidad admirable para jugar con los sonidos y transmitir emociones. Fui su profesor en sexto grado en la escuela 260”, contó Matías Giordanela.

El abuelo y los tíos del acordeonista son musiqueros. Con ellos registró los primeros acordes y fueron quienes lo estimularon para tocar cualquier instrumento. Luego, la radio con sus programas folclóricos le enseñó a conocer música.

Su mamá Johana dijo que a los cuatros años Tomás empezó a hacer percusión en una caja de zapatos. Por eso le compró un bombo. Y sus padrinos, para no quedarse atrás, otro más grande.

“De chiquito me decían que tenía un oído privilegiado. Yo ni me daba cuenta de esa facilidad tan a flor de piel”.

Tomi Vargas, músico

Cuando cumplió 6 años le regalaron un teclado chiquito. Tomi se puso a jugar con los sonidos. En poco tiempo ya tenía “dominado” el himno nacional.

Luego llegó un piano más grande y fue probando otros instrumentos. “Pedía guitarra, batería, lo que sea. Y no paró, hasta que a los 10 años le regalamos un acordeón para el Día del Niño”, añadió Johana.

Tomás recuerda la primera vez que lo tuvo en sus manos. “Llegó en una caja de cartón chiquita. Lo saqué, lo palpé y tenía 10 teclas. Ahí nomás empecé a sacarle música”, relata con entusiasmo.

A diferencia del piano, con el acordeón no tuvo un profesor. Todos los días hacía crecer el tema que quería sacar, ampliando el registro de armonías y notas.

Cuando lo escuchan tocar, siempre le hacen la misma pregunta: ¿cómo hace para sacar una canción en tan poco tiempo?. Y Tomi les responde sin vueltas: “Es cuestión de ponerse en práctica y desarrollar los sentidos, todos podemos lograrlo”.


«Bailen como sea»


Además del entusiasmo por la música, Tomi muestra buen humor y mucha humildad cuando se expresa. Cuando le preguntan siempre aclara que “soy músico amateur… estoy aprendiendo”.

Tomi al fondo, junto a sus colegas acordeonistas y al jurado que los evaluó en el encuentro de El Cuy Foto: Andrés Maripe

El joven roquense no cree que el hecho de que no pueda ver sea un obstáculo para su desarrollo personal.  Y que tampoco le permita disfrutar a pleno con todo lo que genera.

Una rara situación sucede cada vez que toca el acordeón y se arma un baile cerca suyo.

– ¿Debe ser una sensación extraña no poder ver a los que bailan con tu música?, le preguntó Río Negro.

– “No creas eso” respondió Tomi con gesto risueño. Y citó enseguida el chiste que circula entre sus colegas músicos que también son ciegos.  “Nosotros les pedimos a las parejas que bailen como se le da la gana,  si total  nosotros no los vemos”.


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