Explosión y muerte en Aguada San Roque: «creo que me enfermé de toda la mierda que tragué»
Dramáticos relatos en la primera jornada del juicio oral contra los cinco condenados. La fiscalía y la querella pedirán penas de cumplimiento efectivo.
La explosión en la escuela albergue de Aguada San Roque se cobró tres vidas, y cambió para siempre muchas más. Docentes que no pueden ver un guardapolvo blanco, o un fuego; que sufren ataques de pánico, no pueden dormir o luchan contra un cáncer. La comunidad no volvió a ser la misma; decenas de chicos y chicas perdieron el acceso a la escolaridad.

Expectativa por las penas a los condenados por la explosión de Aguada San Roque
Así quedó reflejado en los testimonios que se escucharon en la primera jornada del juicio de cesura en el que se definirán las penas que tendrán que cumplir los cinco responsables del estrago culposo seguido de muerte.
Fátima Piussi era la directora de la escuela 144, pero ese trágico 29 de junio del 2021 se desempeñaba como vocal de la Junta de Clasificación del Consejo Provincial de Educación. Caminaba por una calle de Neuquén cuando la llamaron insistentemente por teléfono, hasta que atendió: «explotó tu escuela, parece que hay muertos».
Viajó hasta el paraje, presenció ese escenario de pesadilla. «Había sangre en las paredes, bolsas de cemento tiradas… era tremendo», describió el escenario que dejó la explosión en la que murieron la docente Mónica Jara (34, era su primer día de trabajo); el gasista Nicolás Francés (70, contratado irregularmente, sin papeles, sin declarar, sin registrar) y su sobrino Mariano Spinedi (47, había ido para ayudarlo, solidariamente).
Los problemas de salud
Fátima relató al tribunal que dos meses después empezó a tener problemas intestinales, y le encontraron un tumor maligno en el colon. Se enteró que en el centro médico donde le hacían quimioterapia compartía enfermera con la entonces ministra de Educación y presidenta del CPE, Cristina Storioni.
«Le comenté a la enfermera que yo me enfermé por toda esta mierda que pasó, y ella me dijo que Cristina decía lo mismo. Cuando Storioni murió, tuve una recaída muy fuerte».
«Yo relaciono mi enfermedad con la explosión porque fue en el intestino y literalmente tragás mucha mierda«, afirmó Piussi, cuya voz se quebró en varios tramos del testimonio.
Hoy la escuela 144 ya no ofrece albergue, y por eso hay muchos chicos y chicas que «están sin escolarizar. Eso significa que perdieron la posibilidad de conocer lo que es el horario de la comida, el aseo diario, el agua caliente. Ir a la escuela -dijo Piussi- es la posibilidad de ver una realidad diferente a criar chivos, vacas, matarlos y venderlos. Si después quieren dedicarse a la cría, que lo hagan, pero que sepan que hay una posibilidad diferente».
«Mi sueño quedó trunco»
Luego declaró Martha Báez, quien era directora al momento de la explosión. «Yo soñaba con trabajar en una escuela albergue», dijo, pero «lo que era mi sueño quedó trunco».
Después de la explosión pasó tiempo encerrada sin poder salir por los ataques de pánico, y hasta hoy «no puedo ver un guardapolvo blanco, no puedo ir a los actos escolares de mis nietos. Me llevó meses superar el tema del fuego, no podía ni ver una hornalla de cocina», narró.
«En lo personal y en lo económico quedé destruida. Me divorcié, me tuve que jubilar, yo quería seguir trabajando muchos años más, me hubiera gustado irme por la puerta grande», dijo Martha.
Otras secuelas del trauma
Por último, el docente Oscar Alberto Urrutia contó que «vivo día a día con cosas en mi mente. Venir acá (al juicio) me pone mal física y emocionalmente».
Con 22 años en la docencia, «no duermo bien, me dan ataques, me ahogo, se me pone el cuerpo rígido, tengo ansiedad, miedo. Me gustaba jugar a la pelota y ahora no puedo estar con grupos, no puedo ver gente corriendo».
Estuvo un año bajo tratamiento psiquiátrico con la ART, hasta que «me llegó un mensaje por whatsapp, me avisaron que estaba de alta, y me cortaron la medicación, de un día para el otro», dijo.
Sigue trabajando pero ya no tiene contacto con alumnos. «Estoy a cargo de una sala de informática, reparo computadoras». De todos modos «me pone mal porque hay una foto de Mónica en la entrada de la escuela, me acompaña todos los días.
Nunca más volvió a Aguada San Roque. «Es un calvario para mí ir hasta allá».
La continuación del juicio
El juicio seguirá el martes con más testigos. El Tribunal es el mismo del juicio de responsabilidad: Maximiliano Bagnat, Lisandro Borgonovo e Ignacio Pombo.
Por la fiscalía intervienen Gabriela Macaya y Gastón Liotard, y como querellantes están Emanuel Roa Moreno, Darío Kosovsky y Federico Egea.
Los condenados son Héctor Villanueva (lo asiste Iván Chelía); Diego Bulgheroni (Melina Pozzer); Sergio Percat (Juan Coto); Raúl Capdevilla y Carlos Córdoba (Gonzalo Rodríguez) estos tres últimos funcionarios de Obras Públicas de la provincia de Neuquén.
La explosión en la escuela albergue de Aguada San Roque se cobró tres vidas, y cambió para siempre muchas más. Docentes que no pueden ver un guardapolvo blanco, o un fuego; que sufren ataques de pánico, no pueden dormir o luchan contra un cáncer. La comunidad no volvió a ser la misma; decenas de chicos y chicas perdieron el acceso a la escolaridad.
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