Pueblo Encantado, el vino artesanal de Taquimilán

Esta producción es la concreción de un proyecto familiar que Ceferino Liberatori lleva adelante desde el 2006.

Nacido y criado en Taquimilán, Ceferino Liberatori aún recuerda como si fuera hoy cuando junto a sus padres emprendía el camino a Chos Malal para vender la producción de la huerta y la granja que proveía el sustento diario.

En esos veinticinco kilómetros que separan ambos poblados había que mojar las ruedas de madera del carro que llevaba la mercancía para que no se separe del aro de metal que la circundaba.

“Yo era muy chico, era acompañante, me acuerdo que veníamos al pueblo con un carrito de rueda de rayos al que había que echarle agua en las ruedas antes de salir porque eran de madera y tenían hierro por fuera, como la madera se resecaba se separaba del hierro, entonces había que mojarlas para que la madera se hinche y se pegue al metal”, dice Ceferino.

El emprendimiento cuenta con 3.000 plantas para vinificar y 400 plantas de uva de mesa.

El recuerdo es tan vívido que lo cuenta con lujo de detalles: “Eran tres mojadas, la primera antes de salir; luego parábamos en el arroyo Taquimilán, no había ni puente en esa época, se le llamaba badén, era un tendido de piedra laja abajo y por ahí se pasaba; y la última era en el arroyo Truquico y así llegábamos a Chos Malal a hacer el reparto”.

Ese carro venía “cargado con verdura, chicha de manzana, pavos, lechones, en invierno se hacía facturación de chorizos… y con eso nos criaron a todos, era como un ramos generales ambulante”, sostiene orgulloso de su pasado.

“Después escaseó mucho el agua y busqué otro trabajo. Estuve un par de años en la Provincia y después entré como policía, asignado a Chos Malal primero y después a Mariano Moreno, en el 98 volví a Chos Malal y al año siguiente me retiré, tenía 40 años, y regresé a la tierra”, relata Ceferino.

Este año cosecharon 4500 kilos de uva para vinificar.

Ese regreso a la tierra fue hace un par de décadas, hasta que en 2006 vio la luz el proyecto vitivinícola familiar. Un proyecto que dio vida al vino artesanal Pueblo Encantado, hecho en Taquimilán, localidad del norte neuquino.

“Tenemos 1 ½ en producción entre viñas, huerta, antes teníamos alfalfa, pero la provisión de agua ha ido decayendo y se hizo difícil producir. Hasta fines de diciembre regamos con el agua del arroyo, ahora hace un par de años que tenemos el servicio del acueducto que hay en Taquimilán, pero también está restringido, y además tenemos una perforación y hacemos riego por goteo”, comenta el productor vitivinícola.

El emprendimiento familiar cuenta en la actualidad con 3.000 plantas para vinificar y 400 plantas de uva de mesa, “una Red Globe muy linda”, dice Ceferino.

De las variedades Malbec y Merlot esperan obtener 4.000 botellas para la venta.

Y este año precisamente fue uno de los más fructíferos en materia productiva ya que cosecharon unos 4.500 kilos de uvas para vinificar, de las variedades Malbec y Merlot, con los que esperan obtener unas 4.000 botellas para la venta.

“En Taquimilán el principal riesgo que tenemos con esta plantación son las heladas tardías, sobre todo la que llaman de Todos los Santos, es una helada que se da unos días antes de noviembre o a principios de ese mes”, sostiene el productor.

La producción se vende en la chacra, en Chos Malal, en carnicerías, casas de comida, casas de artesanos. “El año pasado estuvo complicado por la pandemia y la venta estuvo floja, tenemos casi todo el vino del 2019”, dice Ceferino.

El esfuerzo que hace la familia para llegar con sus vinos a la mesa de los consumidores es inmenso, lo que otorga al emprendimiento un reconocimiento extra. “Yo tengo que comprar todos los insumos en Roca, las botellas, las etiquetas, los corchos, las vainas; al vino lo pasamos por barrica, lo sacamos a los dos años de la cosecha, antes no porque nosotros no hacemos filtración de nada, es todo por decantación, es un vino totalmente artesanal, desde el fertilizante que se le pone a la tierra y todo el proceso que sigue hasta llegar al producto final”, indica Liberatori.

Toda la familia participa de la cosecha y elaboración del vino.

“Esto es un emprendimiento familiar, somos seis en total, cuatro chicos y nosotros con mi señora, este año hubo gente que colaboró con la cosecha”, comenta este vecino de Taquimilán.

En la tarea colaboran su esposa Irma; sus hijas Andrea y Yésica; y sus hijos Carlos y Heber. “Mis hijas son maestras y Carlos es ingeniero electromécanico, esta vez se escapó porque la esposa tuvo familia”, cuenta Ceferino mientras celebra su humorada.

El proyecto no estuvo exento de complicaciones, y así las recuerda: “Hace 20 años que estoy de vuelta en la chacra, pero con el viñedo desde el 2006, y en 2010 fue la primera cosecha. Al principio tuvimos daños por animales y por una helada fuerte que nos dejó complicados, las cabras se hacían un festín con la plantación. Ese año de la primer cosecha hubo acá un curso sobre elaboración artesanal, comenzó en 2009 y terminó en 2010 con la cosecha en la chacra, que fue la parte práctica del curso”.

En cuanto a los proyectos, Ceferino fue muy claro al respecto e indicó que “incrementar la producción no está en los planes por una cuestión muy sencilla: el que mucho abarca, poco aprieta…con eso que tenemos y seguir mejorando instalaciones está bien. De este mundo no te llevás nada, y lo mejor que me puede pasar es el encuentro con la gente. Por ahí en el futuro hacer algo de enoturismo y explicarle a quienes nos visiten qué es lo que hacemos. También hay planes para hacer una pequeña bodega de la cual tenemos los cimientos pero ahora está duro para encarar inversiones”.

El nombre del vino

También hubo tiempo para un poco de historia sobre el nombre del vino, Pueblo Encantado.

Dice Ceferino: “Al nombre del vino lo asociamos a la visión que aparece acá en Taquimilán, yo lo he visto en cuatro o cinco oportunidades. En la mañana temprano o por la tarde cuando está entrando el sol se suele ver, es algo muy lindo, es un espejismo pero hay que verlo para poderlo explicar… se da con determinadas condiciones de clima, sol y temperatura, es como que las plantas al pie del cerro se estiran, como lo que se ve en el asfalto, nada más que acá los montes le aportan eso que parecen taperas, como un pueblo abandonado. Fue fácil elegir el nombre, pero a pesar de que esa imagen se ve desde hace varios años nadie lo había difundido en ningún producto, me pareció lindo el nombre porque eso es algo bien nuestro”.

El producto se comercializa en la chacra de Ceferino, en Chos Malal, en carnicerías, casas de comida y casas de artesanos.

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