“¡Qué misil, Diego!”: así pescó esta gran trucha en el Limay Superior

Eso exclamó Jorge Díaz cuando su amigo Diego Freytes sacó esta marrón en la Boca del Limay, a unos 15 km de Bariloche. Los dos habían llegado desde Plottier con la ilusión de pescar una de las grandes migratorias que pasan del lago Nahuel Huapi al río. El relato de una mañana inolvidable.

De febrero a mayo, Diego Freytes trata de organizar una escapada por mes desde Plottier a Dina Huapi para probar suerte en la naciente del Limay en el lago Nahuel Huapi, a unos 15 km de Bariloche. Ahí, en el tramo superior del río, donde las grandes marrones migratorias desvelan a los pescadores de todo el país que cada día renuevan el sueño de sacar la trucha de su vida.

La gran trucha marrón que pescó Diego Freytes en la boca del Limay con una mosca Zonker articulada. Foto: Flavio Barbieri.

“Son 400 kilómetros… las cosas que hacemos por un buen pique”, dice Diego y se ríe al recordar todo lo que pasó con las primeras luces del sol aquel martes 9 de marzo. El fin de semana anterior se habían dado manija con su amigo Jorge Díaz. “¿Vamos?” “Sí, sí, dale, vamos”, se entusiasmaron. Y fueron.

Diego lo agradeció apenas sintió el tirón. Tiene 40 años, dos hijos, es operador de planta en la Cooperativa de Agua de Plottier y debe su nombre a D10S, como corresponde a una familia bostera de ley. Ese tirón solo podía ser de una de las grandes, pensó.

Eran las 7.30 y hacía frío. Había cuatro pescadores del lado neuquino en la Boca del Limay, en la zona que llaman La Barda, que se rotaban cada diez minutos para tirar.

Enseguida la vio saltar y se impresionó. “Me concentré en no cometer ningún error. Con ese tamaño y esa fuerza, te equivocás en un detalle y fuiste, no te lo perdonan, se te van”, relata.  

Ese mismo día, unos 5 km río abajo, Diego pescó otra trucha marrón de gran porte.

“Son momentos que no se borran más. Me imaginé que no la iba a poder sacar, una así con mosca es muy difícil. Cuando saltó por segunda vez pensé que se me iba a soltar. Y no, no se soltó. Pasaron unos diez o quince minutos de pelea y la pude arrimar a la orilla. Cuando lo vimos de cerca… era increíble”, agrega.

“¡Qué misil!”, exclamó Jorge, que lo acompañaba por primera vez y ya es cábala. Flavio Barbieri, pescador de Dina Huapi que esperaba su turno, también estaba eufórico y le sacó la foto con esa gran marrón. Diego no sabe cuánto pesa ni cuando mide: no quiso perder tiempo en eso para devolverla rápido, pero le calcula que arriba de los cinco kilos, tal vez unos cinco kilos y medio.  

Recién cuando la vio irse pudo relajar un poco. Entonces encendieron un cigarrillo y sacaron la petaquita para un trago de whisky que fue al mismo tiempo celebración y bajar un poco el frío.

Diego siguió de racha aquel día y río abajo sacó otra de gran porte: aunque no tanto como la primera, tampoco no era para despreciar. Jorge también tuvo suerte y debutó con su propia marrón en ese Limay Superior que aprendieron a cuidar. «Tenemos que llevarnos nuestra basura. Si cada una lo cuida un poco, entre todos vamos a hacer que el río que tanto disfrutamos esté mejor», dice Diego

Jorge Díaz, en su primera vez en el Limay Superior, también tuvo un buen pique.

Por estos días planifica el próximo viaje, al que se sumará su hijo Diego Nicolás, motivado a pleno después de la que pescó su papá. En el verano suelen ser de la partida Clara, su otra hija y Silvina, su mujer, un equipo de primera que se divide las tareas cuando acampan en el Limay Medio. Pero para eso habrá que esperar a diciembre.

De momento, lo que sigue es volver a Dina Huapi, tomar posición en la Boca del Limay, ir por otra gran trucha. Como dice Diego: “Uno sueña con esto durante meses. Y cuando pasa, no lo podés creer…”

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