Qué pensar de la inteligencia artificial

Mirando al sur

En julio de 1956 se invitó a diez investigadores en distintas disciplinas a participar de un encuentro en la Universidad de Dartmouth, Estados Unidos, para debatir sobre inteligencia, aprendizaje y máquinas. Esa conferencia fue organizada por John McCarthy en conjunto con Marvin Minsky (de la Universidad de Harvard), Nathaniel Rochester (de la IBM) y Claude Shannon (de los laboratorios Bell). El objetivo era tan grandioso como optimista el espíritu. Los organizadores creían que en un par de meses podrían diseñar el programa de lo que desde entonces se llamó inteligencia artificial.

McCarthy resumió el proyecto de esta forma: “El estudio que propusimos entonces y sostuvimos durante una década partía de la conjetura de que cada aspecto del aprendizaje o cualquier otra característica de la inteligencia podía, en principio, ser descripto con tanta precisión que podría fabricarse una máquina capaz de simularlo; esas máquinas inteligentes deberían ser capaces de utilizar el lenguaje, formar conceptos y resolver todas las clases de problemas que hasta entonces sólo resolvía la mente humana. Además, esas máquinas tendrían que ser capaces de mejorarse a sí mismas”.

Si bien hubo algunos avances significativos, en especial en la creación de los primeros lenguajes formales, en los primeros diez años de inteligencia artificial no se había avanzado tanto como se supuso en 1956. Quizá por eso cundió la desazón, y desde 1966 y hasta comienzo de los 80 hubo muy pocas investigaciones importantes.

Aun en 1995, en una conferencia en Buenos Aires, Marvin Minsky se mostraba muy escéptico sobre que la inteligencia artificial pudiera alcanzar el desarrollo de la humana si continuaba por el camino de tomar como inteligente sólo el aspecto analítico del conocimiento. Minsky dijo que la formalización computacional optaba por la forma occidental de entender el pensamiento: como compartimientos separados, cada uno de los cuales parte del análisis y termina en una fórmula matemática que lo expresa. Pero él se mostraba cada vez más partidario de pensar que la inteligencia artificial debía aprender del pensamiento chino y oriental, más holístico.

En aquella conferencia Minsky dijo: “Aún no nos ponemos de acuerdo sobre qué diablos es la inteligencia ‘natural’, y eso hace que sea muy difícil que podamos desarrollar una que sea artificial”. Sin embargo, siguiendo el camino de imitar el aspecto analítico, en los últimos 20 años los desarrollos en inteligencia artificial han tenido un avance extraordinario.

Hoy la inteligencia artificial está en todas partes. Gran parte de las aplicaciones que usamos en nuestros celulares son fruto de desarrollos que ella hizo posible. La internet de las cosas (que promete que todos los objetos serán inteligentes y estarán interconectados, desde las zapatillas a la cama y de la vigilancia de la casa a la organización de la vida familiar) exige que todo objeto funcione según la inteligencia artificial.

En un punto, al menos, Marvin Minsky tenía razón: casi todo lo que hoy funciona en el terreno de la inteligencia artificial surgió de los desarrolladores que optaron por la formalización y el análisis. Cada nuevo software (reconocimiento de caracteres, de rostros, de voces) parte de aspectos parciales que se formalizan. Hay un software que puede ganarle al campeón de ajedrez una partida pero no puede decidir jugarla.

Hay indicios (según algunos desarrollos de Google, por ejemplo, como el programa que derrotó al campeón de Go a comienzo de este año) de que algunos grandes laboratorios están intentando crear inteligencia artificial holística. Pero no hay información suficiente sobre este tema. Y sobre todo no hay un debate fuerte y masivo en el foro público sobre qué inteligencia se está produciendo cuando hablamos de inteligencia artificial.

En la alborada de occidente, Platón inventó la Filosofía como una escritura poética capaz de reflexionar sobre el pensamiento. Poder pensar sobre qué podíamos y qué debíamos hacer. Durante 25 siglos la reflexión filosófica nos permitió conocer y ensanchar los límites de lo humano (descubriendo también peligros y tratando de controlarlos).

En el umbral de la nueva era cultural necesitamos un Platón que funde las bases de esta nueva forma de pensamiento. Un pensar que incluya, además de lo humano, el saber de la máquina.

Casi todo lo que hoy funciona en el terreno de la inteligencia artificial surgió de los desarrolladores que optaron por la formalización y el análisis.

Hoy la inteligencia artificial está en todas partes. Gran parte de las aplicaciones que usamos en nuestros celulares son fruto de desarrollos que ella hizo posible.

Datos

Casi todo lo que hoy funciona en el terreno de la inteligencia artificial surgió de los desarrolladores que optaron por la formalización y el análisis.
Hoy la inteligencia artificial está en todas partes. Gran parte de las aplicaciones que usamos en nuestros celulares son fruto de desarrollos que ella hizo posible.

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