Qué piensan las escritoras que se suman al pañuelazo por el aborto legal

El colectivo integrado por Claudia Piñeiro y Gabriela Cabezón Cámara, entre otras, participarán, en las afueras del Congreso, con actividades en las cuales la literatura será el lenguaje para reclamar por la autonomía de los cuerpos y la igualdad de género.

Para acompañar el «pañuelazo» que este miércoles reclamará por el tratamiento y la aprobación del proyecto de ley por la interrupción voluntaria del embarazo, escritoras como Gabriela Cabezón Cámara, Claudia Piñeiro y Dolores Reyes participarán de una actividad literaria en las inmediaciones del Congreso de la Nación, donde la literatura será el lenguaje para reclamar la autonomía de los cuerpos y la equidad de género.

Escribieron ficción interpeladas por el reclamo de las calles, usaron las redes para exigir por el aborto seguro, legal y gratuito, vistieron de verde, llevaron el pañuelo a cada charla pública, firmaron petitorios y se juntaron porque entendieron que en lo colectivo estaba la fuerza, como lo harán el 19F, nuevamente en el Congreso, para motorizar el proyecto de ley de cara a la apertura de sesiones legislativas del próximo 1 de marzo.

La actividad, que se realizará en una carpa sobre la calle Hipólito Yrigoyen el miércoles a las 17, reunirá también a Claudia Aboaf, Natalia Zito, Luciana Di Mello, Mariana Komiseroff, Belén López Peiró, Gabriela Franco, María Inés Krimer y Lucía de Leone que contarán sobre cómo se consolidaron algunos de sus textos de ficción atravesados por la agenda del feminismo; mientras que a las 18 habrá una mesa de no ficción con Karina Bidaseca, Mabel Bellucci, Diana Maffia y Florencia Alcaraz, entre otras.

«Las escritoras acompañamos la discusión y el debate porque es un problema de salud pública. Nos organizamos y elegimos, dentro de la inmensidad de escritoras, algunas que escribieron textos feministas, de disidencia o con el tema del aborto. Porque queremos que el pañuelazo del 19F sea mucho más grande y ojalá el último».

Claudia Piñeiro.

«Las escritoras acompañamos la discusión y el debate porque es un problema de salud pública. Nos organizamos y elegimos, dentro de la inmensidad de escritoras, algunas que escribieron textos feministas, de disidencia o con el tema del aborto. Porque queremos que el pañuelazo del 19F sea mucho más grande y ojalá el último», dijo a Télam Claudia Piñeiro, una de las voces referentes del reclamo.

A dos años del pañuelazo que fue la antesala de un debate legislativo histórico, Claudia Aboaf, -autora de «El ojo y la flor» y otra de las escritoras hormiga de esta tarea de organización- cree que la reivindicación «nos unió a las escritoras y trascendió al tema del aborto: comenzamos a cuestionar el canon, las universidades, los cupos en los jurados, la inclusión de los géneros no binarios, fue el fogonazo para seguir por más derechos y reivindicar la figura del escritor como trabajador».

«Se está rompiendo el universal masculino -apunta Cabezón Cámara, autora de «Las aventuras de la China Iron»-, en ese sentido diría que sí hay una nueva genealogía gestándose, en tanto y en cuanto la presencia de los feminismos en el mundo logró que las mujeres seamos publicadas, no todavía en la misma proporción pero mucho más que antes. Es un momento en que la institución literatura deja de ser la expresión sublime del hombre para pasar a ser expresión y apuesta estética de los cuerpos y los espíritus de hombres, mujeres y disidencias».

En la literatura no milito, escribo acerca de las cuestiones que me afectan y me llevan a pensar cosas, escribo sobre lo me interesa, me interpela, me calienta, me gusta o no. Cuando escribís sos vos y no, hay algo del sujeto que se funde en algo más grande, que tal vez sea la función poética del lenguaje».

Gabriela Cabezón Cámara.

Para Dolores Reyes «los temas que están en la calle son también nuestros materiales de escritura». En su novela «Cometierra» fueron los «feminicidios», algo que la obsesiona desde mucho tiempo antes de que el tema fuera abordado siquiera con ese término: «La escritura permite crear ficción desde problemáticas no resueltas, que en este caso coinciden con la agenda feminista. Pero la ficción impone desarrollar historias, personajes, un uso de lengua particular, un mundo propio que nos dice mucho de la jungla machista a la que sobrevivimos afuera».

Por su parte, María Inés Krimer, activista en el gremio de escritores y de feminismos, aseguró que «las relaciones de dominación son materiales y sobre ellas se establecen discursos. Es imposible que la realidad no se filtre en la pantalla a la hora de escribir. Un día estaba charlando con una amiga sobre el lugar de las mujeres en los sindicatos y de pronto dijo: «cuando hacemos uso de la palabra los hombres salen a fumar un pucho o van al baño». Fue el inicio de mi última novela, ‘Cupo'».

«El estado de alerta -agrega la creadora de la detective Ruth Epelbaum -un personaje femenino en un género universalmente masculino- es continuo. Rita Segato habla de un poder rapiñador sobre los cuerpos. Rape, en inglés, es violación y ahí tenemos el inicio de nuestra literatura con El Matadero. Nunca el lenguaje dijo tanto».

Mariana Komiseroff, autora de «Una nena muy blanca» que aborda la problemática de las violencias, se posiciona: «No puedo separar mi militancia en las calles de mi escritura. Soy la misma que escribe y que marcha con la Campaña desde hace mucho. La escritura de ficción tiene ciertas reglas que me obligan a preguntarme cuál es el universo de los personajes, qué cosas pueden pensar y cuáles no. Cuando me preguntan si las mujeres de mis novelas son feministas la respuesta es: no. Yo soy feminista, no mis personajes».

La escritura permite crear ficción desde problemáticas no resueltas, que en este caso coinciden con la agenda feminista. Pero la ficción impone desarrollar historias, personajes, un uso de lengua particular, un mundo propio que nos dice mucho de la jungla machista a la que sobrevivimos afuera».

Dolores Reyes.

Con la novela de no ficción «Por qué volvías cada verano», Belén López Peiró contó el abuso que sufrió en la adolescencia y su libro pasó del refugio propio a ser una herramienta para muchas, como para la actriz Thelma Fardin. «Creo que la literatura también puede ser un lugar donde podemos reunir nuestra experiencia, hacer algo con ella» dice Peiró.

Para la periodista y escritora, «escribir es una forma de poner el cuerpo, la literatura es un hecho corpóreo, escribimos con los oídos, con el olfato, con el tacto, con todos los sentidos» y también «ponemos el cuerpo con el reclamo del aborto o las marchas del 8M, una forma de militar la no violencia hacia las mujeres o la igualdad de derechos, tiene que ver también con incluir la perspectiva de género en nuestras novelas».

Cabezón Cámara, en cambio, tiene otra posición: «En la literatura no milito, escribo acerca de las cuestiones que me afectan y me llevan a pensar cosas, escribo sobre lo me interesa, me interpela, me calienta, me gusta o no. Cuando escribís sos vos y no, hay algo del sujeto que se funde en algo más grande, que tal vez sea la función poética del lenguaje».

«La literatura -piensa Aboaf- es poner en palabras y articular el lenguaje, es decir lo que no se ha dicho» y en ese sentido la militancia en las calles «a pesar de que pueda parecer que nos roba tiempo de escritura, que nos saca de nuestra supuesta soledad, lo que estamos creando es un corpus que ha impulsado literatura de no ficción, lecturas y antologías. Ponemos el cuerpo en la calle y creamos un corpus literario. Y tal vez a más militancia, más escritura. A más cuerpo, más corpus».


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