Razones del desempleo

Por Rolando Citarella (Especial para "Río Negro")

El 15,4% de desempleo que sufre nuestro país no debería resultar una sorpresa, al menos para nuestros gobernantes, por cuanto es la consecuencia lógica de las políticas implementadas en el país. Lo de hoy es simplemente el derrumbamiento de uno de los tantos autoengaños argentinos. Por años hemos creído que éste era un país sin problemas de empleo, cuando en realidad teníamos, y aún tenemos, un brutal desempleo disfrazado. Lo que está sucediendo es que el disfraz nos está quedando chico.

Es el desempleo, quizás, el principal problema que deben resolver los gobiernos, por cuanto de él depende la solución de los otros grandes problemas, como son la educación, la salud, la pobreza, la seguridad, la distribución del ingreso.

Y no hay secretos para atacar el desempleo. El método es uno sólo: crear condiciones para la generación de empleo, mientras en forma paralela, se instrumenta un Fondo de Desempleo para paliar la situación de los desocupados, hasta que consigan trabajo.

Pero ese no ha sido, ni es, el método utilizado en la Argentina. Acá «hacemos la nuestra». No actuamos sobre las causas (la generación de empleo), sino sobre los efectos (el desempleo), con el agravante de hacerlo mal. En lugar de utilizar un Fondo de Desempleo, como corresponde, metimos a los desempleados dentro de las estructuras estatales nacionales, provinciales, municipales, y de empresas públicas. Y terminamos creyendo que los puestos de trabajo de YPF, Hipasam, Entel, Somisa, por citar sólo algunos casos, eran todos empleos verdaderos, autosustentables en el tiempo. Las privatizaciones demostraron clara y dramáticamente, que no era así.

¿Por qué antes no se veía el desempleo? Sencillamente porque lo pudimos financiar, disponiendo alternativamente, de las reservas del BCRA, las retenciones al agro, los aportes previsionales, la deuda pública, y la inflación. En otras palabras, mientras pudimos manotear plata de algún lado, el problema del desempleo se pudo disfrazar. Pero el disfraz se nos fue achicando: ya no tenemos aportes previsionales, ni retenciones a la exportación que nos sobren (por el contrario); no podemos disponer de nuestras reservas ni de la emisión de dinero; y lo único que nos queda es contraer más deudas. Y lógicamente que, a la luz de nuestro comportamiento y del nivel de deuda alcanzado, nadie se mata por prestarnos dinero.

Lo lamentable es que, luego de ver adónde nos llevaron estas políticas de tapar el desempleo con empleo público, aún se insista en remedios de este tipo, que además de no solucionar nada, empeoran todo.

Llamamos planes Trabajar a lo que todos sabemos que es un subsidio al desempleo. Ni debieran llamarse Trabajar, ni los beneficiarios deberían trabajar mientras los perciben, dado que lo tienen para vivir mientras buscan trabajo. Porque de la manera que se está haciendo hoy, a la larga los beneficiarios terminan por creer que están empleados. Y no es así. Como no lo estaban aquellos trabajadores de las empresas públicas, y como tampoco lo están los agentes en exceso que hoy claramente tienen las estructuras públicas.

El argumento que esgrimen los dirigentes que defienden esta manera de «solucionar» el desempleo es que el sector privado no crea empleo. Perfecto, pero entonces actuemos sobre esto. El Fondo de Desempleo es «lo urgente» de la solución. «Lo importante», es la creación de condiciones para el empleo. Y acá es donde también hacemos «la nuestra», con resultados a la vista.

Nuestros métodos particulares para generar empleo comienzan con la retórica de discursos voluntaristas, que se dicen con vehemencia, para ver si así tienen más efecto: «Crearemos tantos puestos de trabajo»; «Pulverizaremos el desempleo», decía el ex presidente Menem; «En octubre será menor el desempleo», dice el actual gobierno. Se agregan luego, invariablemente, políticas activas que crean ventajas artificiales para una empresa o sector, pero que agravan los problemas de aquellos que tienen que poner la plata para financiar esos beneficios. Tal es el caso de las rebajas de aportes para las empresas que tomen nuevos empleados; o leyes pymes; o planes faraónicos de obras públicas (no tenemos plata para pagar el gasto actual, y queremos gastar más).

La solución del desempleo no va llegar por vía de estos inventos argentinos, sino por la adopción de las mismas políticas que llevan adelante los países serios, y que en el caso argentino, al menos deberían contener lo siguiente:

a) El sinceramiento del desempleo, incorporando en él a los beneficiarios de los planes Trabajar y al subempleo público, que constituyen desempleo disfrazado;

b) La liberación en serio el mercado laboral, para que tomar un empleado constituya una solución para ambas partes, y no un potencial problema, en el caso de que el empleado no sea lo esperado o caigan las ventas. Esto implica la eliminación del contrato laboral por tiempo indeterminado. ¿Qué razonabilidad tiene la existencia de esos contratos, si una empresa no sabe qué es lo que puede pasar mañana con la demanda de su producto, o con el precio de los otros insumos, o con una devaluación en países compradores? De hecho, por ejemplo, a nadie se le ocurre que los contratos de alquiler de un negocio tengan plazo ilimitado.

c) Y por último, quizás lo más importante porque engloba a las demás: dar seguridad jurídica.

Reglas de juego razonables e iguales para todos, y por largo tiempo. Porque la única manera de hacer negocios seriamente, es tener previsibilidad sobre el futuro. Y eso, hoy acá no abunda.


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