Reflexiones sobre lo masculino y femenino

Todos contribuimos en mantener los roles y características que asignamos a cada sexo. El género son las características que atribuimos a cada uno de los sexos, las cuales pueden diferir en cada cultura. En los países árabes, por ejemplo, las  mujeres deben caminar detrás de los hombres y no tienen los mismos derechos.


No obstante ,y sin irnos tan lejos puesto que sucedió aquí mismo, en una ocasión en que me encontraba en una capacitación en el que yo era el único varón presente y poco más de una treintena de mujeres, al iniciar el encuentro, la docente dijo: “Chicas por favor hagan silencio así comenzamos” e inmediatamente me miró, pidió disculpas y comenzó a llamarnos “chicos” y sólo estaba yo como único representante del sexo masculino. Alguien añadió: “Bendito tu eres entre todas las mujeres”.


Es decir, que no sólo ellas mismas dejaron de nombrarse, sino que además me “bendijeron”.
Existen diferentes creencias respecto de lo masculino y femenino. Dichas convicciones son inculcadas durante el proceso de socialización en el cual -como todo proceso de enseñanza- las personas incorporamos, interiorizamos, pautas, creencias, características y mandatos de la cultura en la que estemos inmersos.


Pese a que en nuestro país hemos hecho revisiones críticas, análisis y hace muy poco tiempo cambiamos de siglo, hay particularidades que se siguen repitiendo. A los varones aún suelen decirnos “los hombres no lloran”; a las mujeres de juegos y tratos agresivos se las suele llamar “machonas” y se les dice que deben comportarse como “señoritas”. Se les compra muñecas, juegos de cocina y otros elementos que las van preparando para un determinado rol. Hasta se las denomina “princesas”. Los varones -en apariencia- somos criados con más libertad; sin embargo, es una libertad engañosa porque también se nos inculcan características y expectativas  que debemos cumplir.

Se nos obsequia armas de juguetes, autos; se nos permite hacer juegos de luchas; se nos aplaude o felicita si nos peleamos con otro varón y salimos indemnes de dicha pelea. Nos van dirigiendo para que asumamos determinadas características.


Las publicidad refuerza los mandatos recibidos: a las mujeres se las insta a ser bellas y sensuales para deleite del hombre y envidia de otras mujeres, en tanto que a los hombres se nos ubica en un lugar de dominadores.
Las mujeres se jubilan a los 60 años y los hombres a los 65, situación que tampoco es justa.
Es necesario continuar repensando y modificando todo aquello que atente contra la igualdad en el aspecto de derechos para construir una sociedad más ecuánime e inclusiva.


* Especialista en Trabajo Social Forense. 


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