RIO SUELTO: Los caminosde la vida

Puede ser que el triunfazo del equipo de Daniel Passarella le haya arrancado algo más que una buena sonrisa. Puede ser que los mensajes que el pueblo riverplatense le hizo llegar con sus banderas colgadas del Monumental le hayan calentado su espíritu. Puede ser.

Pero hace mucho tiempo que el crack de Ledesma nada en un mar de fuego alimentado de alcohol. Hace mucho (¿demasiado?) tiempo que ese Burrito sencillo vive atormentado porque ya no es lo que quiso ser.

Hace una semana, Ortega no pudo tapar más su infierno interior (y exterior) con su mano y lo dijo sin decirlo. Un «grave problema» personal le impedía ser el gran jugador que es. Le hablaba a la prensa deportiva y a los futboleros, pero en realidad hablaba de otra cosa, de su verdadero infierno, de su vida fuera de la cancha.

Cómo será su infierno interior que ni siquiera sus gambetas, cortes ni quebradas pueden ya sostenerlo.

¿Qué ve Ortega cuando cierra sus ojos? ¿En qué lugar de su alma puede encontrarse con aquel chico que soñaba con jugar en River y extasiar multitudes mientras seducía una pelota de cuero ajado en las polvorientas tardes jujeñas? ¿Quién nos hablaba hace una semana? ¿Acaso ese chico?

Los caminos de su vida lo enfundaron con la banda roja sobre su pecho, pero también lo llevaron del paraíso al infierno sin escalas. Y se dio cuenta que muchas veces el paraíso y el infierno se parecen demasiado.

Ya se sabe, nada nos deja más en soledad que la alegría si se va (gracias Páez). ¿Cuánto hace que Ortega está en soledad? Sólo él lo sabe. Y qué grande será su soledad que ni siquiera sus gambetas lo acompañan ya.

El domingo ganó River, pero la fiesta no fue completa, Ortega ya no ríe.

JUAN MOCCIARO

jmocciaro@rionegro.com.ar