Los aumentos que se vienen: combustibles y alimentos

El congelamiento de los combustibles vence el 14 de noviembre. Desde el sector aseguran que el atraso en los surtidores ronda el 20%.

El mensaje de las PASO fue tan potente que desarticuló toda la política de tarifas que el gobierno de Mauricio Macri construyó en cuatro años y lo obligó, para llegar con chances al pasado 27 de octubre, a posponer definiciones que ahora deberá consensuar con el presidente electo, Alberto Fernández. Las boletas de la luz, el gas y los tickets de los combustibles navegan desde hace meses con un freno de mano electoral cuya liberación vence en semanas y meses.

En principio, los bolsillos de los argentinos enfrentarán desde el 15 de noviembre los efectos del descongelamiento de los combustibles. También las góndolas de alimentos sentirán tendrán un sacudón poselectoral.

Las miradas están puestas centralmente en los precios que tomarán los surtidores. Hay un acuerdo en la industria petrolera de que los precios, tanto naftas como gasoil, están atrasados al menos un 20%. En el sector se maneja una referencia internacional como medida: el valor de la nafta súper debe moverse entre 1 y 1,15 dólares por litro.

El congelamiento de los combustibles fue aplicado por Macri vía un decreto de necesidad y urgencia (DNU 566/19). Tras las PASO y, por presión de las compañías y las provincias petroleras, se liberó parte de la presión con una suba del 4%. Aún con este aumento y con la exponencial devaluación que sufrió el país, los combustibles aumentaron por debajo de la expectativa y, si se lo compara con 2018, donde la subas superaron la inflación, el sector parece casi estancado.

En números

$ 62
es el valor que tendrá el litro de gasoil Premium en la región si se corrige el atraso que contuvo el congelamiento.
$ 10
en promedio aumentarían los combustibles en la zona con una actualización directa.

20%
es el atraso que en la industria petrolera estiman para todos los combustibles en el país por el congelamiento.

Eso trajo efectos muy negativos para las provincias petroleras, particularmente para Neuquén y Vaca Muerta.

¿Cómo se saldrá del congelamiento? Todavía es una incógnita porque ahora no solo dependen de una administración sino de una transición presidencial. Lo que se sabe es que será gradual porque un shock del 20%, que llevaría de una sola vez los combustible por encima de los 62 pesos, significaría un impacto letal para los castigados bolsillos e impactaría directamente en la inflación.

Una de las propuestas bajo análisis es una suba del 4 ó 5 por ciento mensual, algo similar a lo autorizado para las prepagas de salud a partir de diciembre.

Temporada baja y alta

Otra de las facturas que quedó congelada fue la del gas. A principios de septiembre la secretaría de Energía postergó el ajuste semestral para transporte, distribución y tarifa del gas. Estaba previsto que debía realizarse a partir del 1 de octubre próximo pero se pasó para el 1 de enero de 2020.

En esta oportunidad, a excepción de la Patagonia donde aún quedan porciones de subsidio que se van eliminando, la factura sólo ajustaría por inflación, algo que a la luz de los números de este año no sería menor. Cabe recordar que el invierno pasado el gobierno desdobló parte del precio y lo trasladó en cuotas hacia el periodo estival.

Por la diferencia de temperaturas entre las estaciones, en Argentina los aumentos para el gas que se aplican en verano suelen pasar desapercibidos. De todos modos en enero ya será potestad del nuevo gobierno nacional que, según prometió, no aplicaría nuevas subas en este servicio.

Para la electricidad el panorama es inverso. La demanda crece exponencialmente en el verano y cualquier retoque tarifario podría desencadenar un descontento social. Además es el segmento energético más controvertido porque el valor de generación de la energía está dolarizado cuando, por ejemplo, existen fuentes renovables como las hidroeléctricas cuya mayor porción de costos están pesificados.

Este sector está congelado también desde mediados de año y no hay expectativas que pueda ser retocado, por lo menos, en los próximos meses, en coincidencia con la temporada estival.

ANÁLISIS: La rueda de shock o gradualismo vuelve a girar *

La duda existencial que dividió a la usina política de Cambiemos fue la grieta entre shock o gradualismo. Recientemente, el exministro de Energía Juan José Aranguren confió, en una entrevista periodística, que no le permitieron llevar adelante los incrementos de tarifas como él pretendía: de una sola vez. Reveló que se impuso el “gradualismo” que profesó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y que al final de cuentas -después de, por ejemplo, 2500% de aumento en la electricidad- el plan quedó a mitad de camino. Esto significa que el Estado sigue subsidiando el consumo de gas y electricidad, pese a haber liberado las tarifas en favor de las productoras, transportistas y distribuidoras con el fin de alentar las inversiones. Lo último tampoco fue como se esperaba. La mitad de camino que no se pudo completar pareció más una estrategia política autoimpuesta por el hartazgo de los consumidores argentinos. Sin embargo, los compromisos con las empresas están vigentes. Postergados, pero vigentes. El próximo gobierno, en este sentido, está maniatado porque puede poner en riesgo verdaderamente los servicios públicos si no atiende los compromisos. Sí tiene en su poder la decisión de cómo hacerlo: shock o gradualismo. En ambos casos puede echar mano a la retórica de la “pesada herencia” que tantos resultados le dio a Macri. *Federico Aríngoli


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