Conicet: un estudio determinó que los piojos pueden brindar información sobre las migraciones humanas en todo el mundo

Como es un parásito que no vuela ni salta, el contagio se da por contacto estrecho. Esto permite que en su ADN quede "guardada" información humana.

Un estudio reciente de un investigador independiente del Conicet logró descubrir que los piojos no son en realidad tan malos como todo el mundo creía. Los niños podrían decir que son los peores enemigos, pero un doctor en Ciencias Biológicas logró demostrar que estos pequeños parásitos tienen una carga genética por su contacto directo con los humanos que permite determinar los movimientos migratorios de todo el mundo.

Ariel Toloza, doctor en Ciencias de Biología de la Universidad de Buenos Aires y miembro del Conicet inició sus trabajo de investigación en La Florida, Estados Unidos, lugar al que llegó con varios frascos que encerraba colonias de piojos. «Los piojos no saltan ni vuelan. Para contagiarse es necesario un contacto físico cercano. Eso los convierte en indicadores perfectos de las interacciones humanas a lo largo del tiempo«, detalló en una entrevista realizada por la Agencia CTyS-UNLaM. Esa fue su primera hipótesis que luego pudo confirmar.

Para su estudio se recolectaron muestras de piojos de distintas regiones, que fueron analizadas con marcadores genéticos específicos para trazar líneas de tiempo y patrones de migración. Su primer conclusión, luego de los análisis genéticos fue que estos parásitos llegaron a América junto con los primeros seres humanos que llegaron desde Asia, hace más de 30 mil años.

Y allí se cayó uno de los primeros mitos: que los piojos llegaron a estas tierras con los colonizadores con el arribo de Cristóbal Colón. «Estos parásitos son fieles acompañantes de sus anfitriones, conservan huellas genéticas que reflejan aquel poblamiento inicial. Encontramos un grupo de piojos genéticamente diferenciado, que corresponde a los primeros habitantes de América, y que ya estaban presente ante la llegada de Colón», insistió Toloza.

En medio de ese trabajo lograron además, confirmar que ese no fue solo el único flujo migratorio registrado. «Con la colonización europea, se identificaron variantes genéticas características del Viejo Continente que se mezclaron con las poblaciones de pijos locales, al igual que ocurrió con los humanos», agregó el investigador. Además, el estudio permitió identificar patrones de interacción entre diferentes especies humanas, como Homo sapiens y neandertales, a través del intercambio de piojos.


Qué más se pudo saber sobre estos parásitos


Según explicó el científico, la investigación exploró las adaptaciones genéticas que permiten a los piojos resistir insecticidas, un área que Toloza y su equipo manera a la perfección. En Argentina, el grupo liderado por Toloza realiza talleres educativos en escuelas para recolectar muestras de piojos vivos y probar nuevos tratamientos. “Somos de los pocos laboratorios en el mundo que puede trabajar con piojos vivos. Esto nos da una ventaja única para investigar su resistencia a insecticidas”, afirmó.

Los piojos, son también viajeros históricos que guardan en su ADN claves de migraciones, mezclas culturales y hasta las batallas contra epidemias que marcaron el destino y la historia de nuestra especie. Con lo cual su estudio se torna de vital importancia para el desarrollo de la ciencia.

“El piojo de la ropa, por ejemplo, es un vector de enfermedades graves como el tifus y la fiebre de las trincheras y fiebre recurrente, que diezmaron poblaciones en el pasado. Aunque ahora es menos frecuente, sigue siendo una amenaza en contextos de crisis humanitaria. Poder estudiar y determinar esto a través de la información genética es clave”, puntualizó Toloza.


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